Por Hipólito Rodríguez*
Israel lleva tiempo actuando de manera cruel e ilegal. Todos estamos
sorprendidos de que pueda apartarse del orden jurídico, de normas
éticas, de principios elementales de respeto a la vida humana. Viola
una y otra vez los ordenamientos que procuran mantener en paz al
mundo. ¿Por qué puede hacerlo?
Hemos preguntado cómo un pueblo, el judío, que sufrió un Holocausto,
hoy aplica el mismo sufrimiento a un pueblo como el palestino. Pero
poco a poco hemos ido aprendiendo que no es el pueblo judío sino una
aberración que se ha apoderado del Estado de Israel la que bajo el
nombre de sionismo está cometiendo crímenes de lesa humanidad.
Un personaje siniestro encarna esa voluntad criminal, Netanyahu, un
individuo que pretende imponer el imperio de Israel en todo el
territorio que se extiende desde el Nilo hasta el Éufrates. Empezó con
la voluntad de exterminar al pueblo palestino y ahora lleva su
violencia contra Irán, pues a Siria ya la aplastó. Repite el viejo
cuento de que sus adversarios tienen armas de destrucción masiva: lo
vimos una vez con Bush atacando a Irak (no había tales armas), y ahora
lo sostiene Trump con Irán (tampoco hay tales armas). Eliminar a
Hussein no se tradujo en una región más estable, y qué cabe esperar de
la pretensión de liquidar a los ayatollah. De hecho, el que sí tiene
armas nucleares es Israel, y recordemos que las obtuvo de forma ilegal.
Pero, en el fondo, las potencias económicas occidentales están de
acuerdo con este cuento; comparten el espíritu colonialista: hay que
arrebatarles petróleo y recursos minerales a los pueblos que los
poseen. Llevamos ya cinco siglos de imperios coloniales, todos
depredando a los pueblos no occidentales, frecuentemente empleando
dispositivos de discriminación racial. No debe extrañarnos que los
líderes de Gran Bretaña, Alemania, Francia y EU estén de acuerdo en
apoyar la guerra contra Irán: todos anhelan apropiarse de su petróleo.
Israel es la pieza que impulsan desde hace 75 años para instalar su
proyecto colonial en esa zona del mundo. Los países árabes han sufrido
múltiples veces su violencia. Sus oligarquías acatan el orden imperial
porque el petróleo les da beneficios que acaparan sus clases dominantes.
En la guerra, las empresas que venden armas obtienen ganancias
extraordinarias. La destrucción es su principal producto. El mundo
sufre ante este horror y pareciera que nadie puede detenerlas: se han
adueñado de la voluntad política de los estados. Si el crimen ha
prosperado en el mundo, es porque cuenta con armas. Si las guerras
prosperan en el mundo, es porque las fábricas de armas las impulsan.
Trump en el fondo es una marioneta de esas empresas, un títere que
sigue las instrucciones de las empresas colonialistas y sus fábricas
de armas que han llenado la tierra, el mar y el cielo de dispositivos
de destrucción masiva.
Cuando buena parte de la humanidad padece hambre y enfermedades,
desempleo, desastres ambientales, migraciones forzadas y precariedad,
los líderes occidentales prefieren invertir en destruir la riqueza que
podría aliviarlas. El desastre climático es resultado de muchos años
de dilapidar combustibles fósiles. La guerra contra Irán que EU
impulsa con Israel contribuye a sostener ese despilfarro. Trump al
repetir su estúpida frase Drill, baby, drill, sólo enuncia esa
lamentable consigna: Perfora, bebe, perfora. Extraer petróleo, carbón
y gas, hasta agotar las últimas reservas de hidrocarburos, es su sueño
húmedo. Quienes viven de ello, son cómplices del desastre. La
violencia colonial ha producido ya múltiples genocidios. Antaño se
aniquiló a los pueblos originarios que habitaban Norteamérica y
Mesoamérica, África, Australia y buena parte del sur de Asia y Medio
Oriente. Ahora van por lo que queda, los últimos reductos donde las
materias primas siguen en manos de gobiernos locales. Israel, como
todas las potencias coloniales, encarna el modelo criminal que al
masacrar a sus víctimas –que incluye matar de hambre a miles de
mujeres y niños– no dejará de repetir: las maté porque tengo derecho a
defenderme.
*Doctor en ciencias sociales
Fuente: La Jornada, lunes, 23 de junio de 2025
https://www.jornada.com.mx/2025/06/23/opinion/023a1pol_______________________________________________
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