M.Sc. José Octavio Toledo-Alcalde
08/07/2024
Está claro que los tiempos ni espacios son los mismos, pero las consignas, ideologías y grupos de poder han sabido camaleónica, económica, armada y tecnológicamente multiplicarse con más éxito que las izquierdas a nivel global. Desde las izquierdas solemos hablar de los hilos del poder movidos por el sionismo internacional, grupos de factos, sistema financiero internacional, el grupo de Davos y otros. A la manipulación del poder la solemos asociar con los avances de las derechas o extremas derechas, pero no suele hacerse el mismo ejercicio hermenéutico sobre las movidas realizadas desde las izquierdas, como si los grupos de poder solo tienen acceso o más aún como si la izquierda fuese inmune a la influencia de dichos ejes de poder. Una alegoría la tenemos en el caso Odebrecht. Negociaron con políticos y gobiernos de izquierda y derecha en Latinoamericana. No importó para la corporación brasilera quienes ocupaban los sillones del Estado de turno. Como sabemos, el poder no siempre está sentado en el trono.
Las últimas elecciones europeas en Inglaterra y Francia nos recuerdan la derrota en Waterloo del El Ogro de Córcega, nos referimos a Napoleón Bonaparte. Diferentes factores como el estratégico, táctico, climático y hasta de salud del emperador sumaron en la derrota de las fuerzas francesas ante las tropas imperiales. Napoleón cae, exactamente un día como hoy 8 de julio de 1815, por acción principalmente de holandeses, prusianos, alemanes, rusos, austriacos, suecos, españoles, entre otros. El sueño hegemónico del gran estratega militar francés sucumbió ante las fuerzas imperiales restaurativas del viejo régimen aristocrático maquillado con matices burgueses. Salvando las diferencias históricas, las fuerzas enfrentadas contra Napoleón son ahora aliadas contra la nueva amenaza mundial como Occidente ha convertido a Rusia, China, Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Venezuela y todos aquellos contrarios al desquicio imperial de los Estados Unidos y satélites como Israel, Europa (27 países), G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido), OTAN (30 países), y demás.
El fracaso de Occidente sigue siendo inminente. El desesperado apoyo de la OTAN a Ucrania y en ello a Israel lo único que ha logrado es intensificar el desmoronamiento del eje de control mundial nor-europeo sostenido sobre una estructura político, económico, militar a partir de 1945 y construida sobre pies de barro a base de guerras neocoloniales civiles y militares. Las aproximadas 6.225 armas nucleares rusas y las 5.550 estadounidenses, entre otras variables bélicas diferenciales, coloca a Rusia en clara posición de ventaja como consecuencia de la denominada «herencia soviética» de tiempos de la Guerra Fría. Si bien es cierto que la suma de variables ofensivas van más allá de los dos países, no dejando de lado China e India como potencias nucleares, los fallidos esfuerzos de la OTAN solo han demostrado que Rusia no es el «pulgarcito» a quien pretendieron invadir, saquear y destruir. La inteligencia rusa superó las destrezas occidentales. Y, este poderío, no solo militar, ya fue demostrado, por ejemplo, ante el imperio napoleónico aquel 1810, en donde el Zar Alejandro I de Rusia llevó adelante la destrucción intencionada del país («tierra quemada») antes de la derrotada invasión francesa. Para la Rusia de nuestros días no es necesario quemar sus tierras como estrategia de contraataque.
Palestina y Ucrania son los últimos capítulos de un desquiciado relato de apropiación del mundo por medio de la mentira y la estafa a nombre de la libertad, igualdad, justicia y democracia. La usurpación de categorías políticas provenientes del positivismo revolucionario francés fue la gran farsa que el mundo de los países No Alienados históricamente han combatido.
Ahora, antes la estrepitosa caída de quienes creyeron ser mesías de un mundo supuestamente a la deriva, ¿qué estrategia geopolítica estarán llevando adelante?
Veamos una coincidencia de efemérides. Aquel 8 de julio se escuchó por doquier «La Garde recule. Sauve qui peut!» («La Guardia retrocede. ¡Sálvese quien pueda!). El 10 de julio acaeció el rendimiento de Napoleón y Luis XVIII asumió con la corona de Francia y Navarra. La antigua monarquía absolutista fue cambiada por la monarquía constitucional. Monarquías, Gran Ducado, principados, son signos de aquellos sistemas de gobierno que lograron cohabitar con los resultados de una revolución, y revoluciones, que no lograron desterrar los representantes de los grupos de poder. Y, son estas fórmulas políticas híbridas entre monarquías y repúblicas que se han sostenido gracias al perpetuo manejo político dialéctico que sobrevivió a la revolución francesa: Derechas e izquierdas. Las casas reales, principados y demás regímenes de poder y control global se sostienen sobre andamios no partidarios, sino corporativos. La dialéctica política de las campañas electorales es, en la gran mayoría de los casos, el principal factor que históricamente nos han impuesto como la verdad absoluta de la participación democrática
En Inglaterra el pasado jueves 4 de julio los laboristas ganaron, en la persona del político progresista Keir Rodney Starmer, con 412 escaños frente a 121 del gobernante Partido Conservador. Este pasado domingo 7 de julio la alianza de izquierdas Nuevo Frente Popular logró vencer, para asombro de no pocos, al partido de extrema derecha Agrupación Nacional de Marine Le Pen, quienes habían vencido en primera vuelta. Esto quiere decir, de forma «anecdótica», que la resurrección del «Lázaro jacobino» sucede exactamente la misma semana y 210 años después de la caída de Napoleón.
En el marco general de la guerra OTAN-Rusia ¿será el triunfo insólito de las izquierdas británicas y francesas, trincheras principales del conflicto contra Rusia, un nuevo capítulo del juego geopolítico global? Dejemos las anécdotas y vayamos a las sospechas (¡Toda esta retórica pura videncia especulativa; nada científico por lo visto!)
Veamos. Primero, ante el fracaso de la OTAN y triunfo de Rusia y aliados, lo que sigue en materia bélica es que Ucrania declare su derrota y en ello la de la OTAN. Segundo, en una probable declaración de rendición, lo primero que debiera aceptarse serían las condiciones para el cese al fuego propuestas por Rusia. Tercero, ante esta posible aceptación no quedaría duda que la balanza de control hegemónico internacional cambiaría de forma radical. Salvando matices históricos, pasaría lo mismo que en Waterloo: una pretensión hegemónica sería suplantada por otra. Quinto, los grupos de poder y control global, aquellos que verdaderamente «cortan el jamón» y se llevan las mejores porciones, siendo estos consientes de la derrota, y ante la no pretensión de ir a un escenario nuclear, jamás permitirían la ignominia mundial de reconocer ya no la decadencia de sus representantes, sino la caída del modelo que los ampara.
Ante esta serie de secuenciales sospechas, permítanme alguna más. Primero, sabemos, o creemos saberlo, quienes mueven los hilos del titiritero político y económico global; no son ni partidos o corrientes de derecha, ni centro, ni izquierda, son grupos de poder. Segundo, De seguir en escena la ultraderecha francesa y británica y la OTAN serían quienes tendrían que avalar la rendición de Ucrania, por lo menos para intentar ahuyentar, como prioridad cuasi número uno, al incómodo inquilino de la Casa Blanca, Mr. Donald John Trump diplomáticamente más cercano a Rusia y China; lo cual es solamente vestir al lobo de oveja.
Dicho esto, será mejor negociar que claudicar. Dicho de otra forma, será para los grupos de poder, antes que aceptar la humillación de la derrota, negociar con Rusia por medio de pares iguales como serían las izquierdas norteamericanas y europeas, en este caso británica y francesa y las que vengan en las próximas elecciones.
Para nada, nuestra intención es no resaltar los esfuerzos de las organizaciones y movimiento sociales que lograrán tener una bocanada importante de oxígeno en medio de la aberrante avanzada de cuadros de ultraderecha. Para nada nuestra intención es no resaltar la participación ciudadana indignada en las elecciones. Tampoco es poner en cuestión históricas victorias de los pueblos subyugados ante regímenes cívicos y militares nefastos como entre el siglo XIX y XX en Latinoamérica y el Caribe. Así como no reconocer mares de sangre de mártires comunistas, socialistas, izquierdistas, ateos, cristianos, budistas, etcétera, quienes fueron sacrificados por verdaderos emporios del poder económico y político dirigido por grupos fascistas, ultraderechistas, sionistas, a los cuales los consideramos el verdadero rostro del «capitalismo salvaje» (Juan Pablo II).
Pero entenderán que el objetivo principal de la presente es elevar sospechas ante la «coincidente» sucesión de triunfos de la izquierda. Triunfos en dos países, a los cuales, en esta muy particular coyuntura por la cual atraviesa el mundo, los consideramos los alfiles[1] de este macabro juego en donde todo pareciera ser que el brebaje favorito del monstruo es la sangre inocente. Todos las demás piezas del ajedrez geopolítico mundial se encuentran repartidos entre caballos, torres, peones y uno que otro leoncillo con rabo de ratón y disfraz de libertario. En suma, lo que suceda en las siguientes semanas nos darán mayores elementos de sospecha o confirmación de las ya expuestas. ¿Será este el inicio del Waterloo 4.0 en donde se negocie perdidas y ganancias entre un imperio caído y otro por levantar? De ser medianamente acertada nuestras sospechas, estas se encontrarían alineadas con aquel pensamiento, sin autoría reconocida: «La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra solo se muere una vez».
[1] En ajedrez existe el doble sacrificio del alfil efectuado contra el rey adversario. La finalidad de este sacrificio, puede ser con un alfil y un caballo, es logra en pocas jugadas un jaque mate o como dirían los persas (shāh māta), que significa «el rey está atrapado» o «el rey no tiene escapatoria». Recuerden la máxima; «el rey no es la pieza de ajedrez más poderosa, ¡pero sí la más importante!» Si el rey recibe jaque mate, no tiene escapatoria, el juego se acaba. Pareciera que Occidente no desea que la partida se acabe aun así hayan perdido.