Mg. José Alberto Amesty Rivera
Hay mucha confusión, tergiversación y mal uso, al utilizar términos, sobre todo en América Latina, como sionismo, nazismo, fascismo y otros, vamos a esbozar algunas notas sobre este último término.
Al respecto del tema, el Presidente de Colombia Gustavo Petro, criticó «duramente a Netanyahu, comparándolo con el régimen nazi de la Segunda Guerra Mundial», señalando que, «El fascismo esté ascendiendo en el mundo, y hay que llamarlo como es, son los nazis, que vuelven al poder, que se vienen a vengar, que quieren hacer de la humanidad un robot, esclavizado, sin libertad, hay un experimento corriendo, usando a Gaza como su laboratorio». https://www.infobae.com/colombia/2024/06/04/jesus-era-judio-palestino-afirmo-gustavo-petro/.
Breve historia del Fascismo
«Fascismo» es una palabra compuesta proveniente del idioma italiano. Su etimología tiene raíces en el mismo Imperio Romano. La inspiración del término proviene del fascio littorio o haz (hacha) de los lictores.
En Roma, los lictores eran ministros de justicia. En la formación del ideario fascista de inicios del siglo XX italiano, el símbolo del fascio littorio fue retomado como significado de poder y evocación del antiguo imperio, el poder que un hombre tenía representando al imperium, o autoridad ejecutiva.
El uso del símbolo se simplificó a la palabra fascio, que además de tener el significado de «hacha», también adquirió el sentido de «liga» y «asociación». Por lo tanto, los «fascios» pasaron a ser, en la cultura política italiana, personas comunes asociadas entre sí, con la facultad de representar y personificar el ejercicio del poder.
En 1921 Benito Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista, y le dio forma a un movimiento político y social de carácter totalitario desarrollado en Italia en la primera mitad del siglo XX, caracterizado por reproducir el ideario de extrema derecha, el corporativismo, la exaltación nacionalista, el racismo y el clasismo.
Se denomina «fascista» al período de la historia de Italia, durante el cual el país fue gobernado por el régimen sustentado en la ideología del fascismo y encabezado por el dictador Benito Mussolini.
Pero la periodicidad histórica del fascismo italiano tuvo congruencia con otras ideologías europeas, entre ellas el nazismo, originadas en Alemania y representadas en el totalitarismo de Adolf Hitler. El fascismo y el nazismo surgen tras la Primera Guerra Mundial.
El término «fascismo» se consolidó en la cultura política europea para referirse al partido y seguidores de Mussolini, pero la noción se traslada a América Latina, mediante la prensa escrita junto a muchos exiliados italianos de la izquierda de tiempos de Mussolini y de la posguerra.
Pero el término también viaja a América junto a los refugiados españoles de la Guerra Civil Española (1936-1939), y también con los refugiados italianos e ibéricos —incluidos portugueses— de los periodos de guerra y posguerra.
La castellanización del término «fascismo» que se popularizó en España terminó tomando lugar en América Latina mediante el cambio del término de «fascio» a «facho», por lo cual «fachismo» es también empleado para referir ideologías de extrema derecha. Una de las conclusiones más importantes que nos deja la evolución histórica del fascismo es que, en sus denominaciones originarias, es una construcción ideológica europea; el fascismo y el espectro de idearios de la ultraderecha son una creación de Europa que lamentablemente se ha diseminado por todo el mundo. https://misionverdad.com/globalistan/el-fascismo-sus-origenes-y-denominaciones-contemporaneas.
Ahora, a partir de su surgimiento en la Europa de la primera mitad del siglo XX, el término “fascismo” ha tenido tres tipos de definición:
1) En cuanto ideología: se caracteriza por el monopolio de la representación por parte de un partido único de masas, la utilización de proyectos mesiánicos, el culto personalista del jefe, la verticalización autoritaria de la sociedad, la exaltación de la comunidad nacional y la estigmatización de quienes no pertenecerían a ella o resultarían un peligro para su conservación, el desprecio del individualismo liberal, articulado con un profundo y violento anticomunismo, la postulación de orígenes míticos de la identidad nacional y su vinculación con objetivos de expansión imperialista, la construcción de un aparato de propaganda centralizado y basado en la restricción o eliminación de los medios opositores, entre otros elementos.
2) En tanto régimen de gobierno: tiene un carácter corporativo y vinculado al cuestionamiento de la democracia representativa liberal, desde un modelo de conciliación y articulación de clases a través de las “fuerzas vivas” de la sociedad: empresarios, sindicalistas afines al régimen o creados desde el aparato estatal, estructuras militares o religiosas.
3) En tanto práctica social: da cuenta de un tipo específico de utilización de la demonización de los grupos minoritarios, de la exacerbación y proyección de los odios de los sectores medios, proletarizados o excluidos y la movilización política activa de los mismos (movilización reaccionaria), en tanto estrategia para destruir la organización popular y, particularmente, su expresión sindical.
Esta tercera definición del fascismo (como práctica social) resulta la más relevante para comprender las diferencias entre las prácticas de las “nuevas derechas” que se observan en el siglo XXI y el resto de las fuerzas políticas de derecha (liberales, conservadoras, otras) que fueron dominantes a partir de la segunda posguerra.
Este conjunto de prácticas sociales fascistas se suele articular en el contexto de frustraciones socioeconómicas, que se derivan de las recurrentes crisis del capitalismo y de una brutal redistribución regresiva del ingreso. El fascismo busca saldar estas frustraciones y descontentos en modalidades de proyección hacia determinados grupos (migrantes, beneficiarios de planes sociales, miembros de distintas minorías culturales o de identidad sexual, pueblos originarios) a quienes se transforma en responsables de los sufrimientos de las “mayorías”. https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2023/10/el-fascismo-del-siglo-xxi/.
En términos generales, y en su núcleo característico, el fascismo es una ideología política que se despliega en tres ideas centrales:
La noción de “nuevo hombre”: Tanto Hitler como Mussolini suscribieron a la idea de que un “nuevo hombre” tendría que elevarse por sobre las masas para liderarlas en el camino hacia el progreso. Esta idea estuvo influenciada por un sentimiento de superioridad de las élites por sobre el pueblo llano y por la creencia de la superioridad del hombre blanco por sobre las demás etnias.
De esta forma, el fascismo clasifica a las personas en jerarquías según sus rasgos biológicos o determinadas características culturales. Se propone diseñar un nuevo tipo de ciudadano, superior en todo sentido. Adicionalmente, promete la unificación del pueblo y su salvación bajo el liderazgo de un líder o un pequeño grupo privilegiado (mejor provisto genéticamente, intelectualmente, culturalmente, otro.).
Una parte importante de la noción del “nuevo hombre” en el fascismo, está vinculada con el uso de la violencia. La violencia fue vista como un aspecto esencial para crear vínculos de fraternidad y obediencia dentro de grupos paramilitares.
Este tipo de prácticas fueron esenciales para movilizar, motivar y preparar a los ciudadanos para el combate en contra de sus “enemigos” y defender el nuevo ideal de la nación. De esta forma, el fascismo recurre a la fuerza física, para imponer su voluntad y asegurar que se ejecuten los cambios estructurales que promueve.
El nacionalismo: La nación y su expansión están en el centro del pensamiento fascista. Sin embargo, existen diferencias en la forma en la que los distintos movimientos fascistas pueden concebir a la nación. Mientras que el fascismo de Mussolini se caracteriza por un nacionalismo de tipo cultural, el Nacional Socialismo Alemán adoptó un nacionalismo basado en diferencias biológicas y de raza (que excluía a los judíos y a otros “enemigos raciales” de la comunidad nacional).
El discurso nacionalista del fascismo sirve, en general, a dos propósitos principales: la movilización social en contra de un “enemigo” de la nación y, al mismo tiempo, la unificación del pueblo en torno a una única causa común. La creación de mitos en torno a la existencia de una identidad nacional “pura” sirvió al fascismo para justificar sus ambiciones geopolíticas y defender su agenda expansionista.
La reconciliación de clases y el progreso económico: Aun cuando el fascismo rechaza el materialismo de ideologías como el liberalismo y el marxismo, la prosperidad económica es central para este sistema político. La prosperidad económica de la nación, es un elemento clave en el fascismo, porque garantiza el apoyo popular de las masas y porque provee de los recursos necesarios para mantener y aumentar el poder del gobierno.
En cierto sentido, el fascismo busca implementar un programa político, que puede considerarse una “tercera vía” frente al capitalismo y al comunismo. Este camino alternativo se basa en el corporativismo, una alianza entre la burguesía y las clases obreras.
En este sentido, el fascismo defiende la intervención estatal de la economía para fomentar y dinamizar el mercado en favor de los objetivos de la nación. Esta especie de “Keynesianismo autoritario” está orientada, además, a reducir la desigualdad social y, por tanto, a aplacar los potenciales conflictos que pudiesen aparecer entre las clases sociales más ricas y las masas desposeídas. Sebastián Peredo, ¿Qué es el Fascismo?, //conceptospoliticos.com/que-es-el-fascismo/.
Veamos ahora, cómo se expresa el fascismo-ideologías de extrema derecha en América Latina y en varias partes del mundo:
El escritor Marcelo Colussi, escritor y politólogo argentino, en su artículo «Viejos y nuevos fascismos (I)», indica: «Para que estemos ciertos en el objeto de nuestro estudio y no llamarnos a confusiones, vamos a hablar de este amplio arco que une gente como Donald Trump en EEUU; Jair Bolsonaro en Brasil; Narendra Modi en India; Rodrigo Duterte en Filipinas; Viktor Orbán en Hungría; Giorgia Meloni en Italia; Javier Milei en Argentina; Manuel Fernández Ordóñez y Santiago Abascal en el católico y hereditario reino borbónico de España; el pinochetista José Antonio Katz de Chile; Marine Le Pen en Francia; el ministro israelí de Asuntos de la Diáspora de Israel y de la lucha contra el Antisemitismo Amichai Chikli; el conservador Geert Wilders en Holanda; las iglesias neopentecostales fundamentalistas que, con más de 660 millones de miembros y sucursales en prácticamente todos los países del orbe, están siempre alineadas con las posiciones más conservadoras de extrema derecha, creciendo continuamente en su feligresía; la Red Atlas Network, que cuenta con más de 600 sólidos grupos diseminados en todo el mundo; el economista británico Eamon Butler, director del Adam Smith Institute, de Gran Bretaña; la Fundación para el Avance de la Libertad, con sede en Madrid, España; el Lithuanian Free Market Insitute, con sede en Vilnius, Lituania; la Free Marquet Foundation, con sede en Johannesburgo, Sudáfrica; la Conferencia Política de Acción Conservadora, con sede en Maryland, EEUU; la Heritage Fundación, de Washington, ciudad donde también tiene su sede otro tanque de pensamiento ultra reaccionario como el Instituto Catón; la Fundación Disenso, de la capital española; el Instituto Gatestone, de Nueva York; la Plataforma Libertad y Democracia, que reúne personajes de ultraderecha en Latinoamérica, buscando «combatir con las consecuencias de la izquierda en la región»; la Fundación Pensar, con sede en Buenos Aires, Argentina, y un largo etcétera que nuclea a más de 600 centros de estudio y fundaciones de la extrema derecha, diseminados por buena parte del planeta, con propuestas ultra capitalistas rayanas muchas veces en el neonazismo».
Señalando, además, «En diversas partes de Latinoamérica la población elige a sus verdugos (sucedió primero con Mauricio Macri y luego con Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador, casi nuevamente con Jair Bolsonaro en Brasil, a quien una muy numerosa turba intentó colocar en la presidencia por la fuerza luego del último triunfo de Lula) o vota contra una imprescindible nueva Constitución en Chile, apoyando así una Carta Magna legada por la dictadura del general Pinochet. Si bien en el subcontinente hay expresiones de centro-izquierda, tibias quizá, pero no enroladas en la extrema derecha neofascista (Colombia, México, Honduras), esas fuerzas de la ultraderecha hacen lo imposible para revertir esos procesos: «El comunismo no se ha erradicado en Latinoamérica y confío en que se transite a regímenes con políticos que realmente representen la voluntad popular, y tenemos esperanza de que un día las cosas van a cambiar», expresó Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente carioca, en el marco de la Conferencia Política de Acción Conservadora -CPAC- (gran cumbre política organizada por la Unión Conservadora Estadounidense) celebrada el año pasado en México». https://www.lahaine.org/mundo.php/viejos-y-nuevos-fascismos-i.
El escritor, periodista y profesor peruano, en su artículo «Tarea de hoy, derrotar al fascismo», señala: «Los peruanos tuvimos experiencias duras también con el fascismo. Quizá sus antecedentes más remotos, estuvieron en las denuncias referidas al “complot comunista” de los años 27 y 29 del siglo pasado, que sirvieran para encarcelar a Mariátegui; pero su expresión más dramática, vino después:
El surgimiento de las Camisas Negras de la Unión Revolucionaria de Luis A. Flores; el tratamiento a la huelga minera del 30, la masacre de Malpaso y la ilegalización de la CGTP; la habilitación de Campos de Concentración en la selva de Madre de Dios, dispuesta por Samanez Ocampo; el régimen de Benavides; los Tribunales Militares y la Ley 8505.
Más tarde, vendrían otras. Y es que el fascismo en el Perú contó con la adhesión de personalidades destacadas como José de la Riva Agüero y Osma, algo así como el italiano Giovani Gentile de aquellos años a la sombra de Mussolini.
Pero ciertamente el fascismo logró diseñar su propio juego bajo el régimen Neo Nazi de Alberto Fujimori, en la última década del siglo pasado. Usó la violencia terrorista alentada por los servicios secretos yanquis, para presentarse como un “instrumento de paz”; y se valió de los organismos financieros internacionales para enfrentar la crisis económica creada por el primer gobierno de Alan García. A partir de allí se dedicó al pillaje y al saqueo, pero también a la represión salvaje contra el pueblo».
Podríamos seguir explicitando ideologías fascistas en muchos otros países, pero sería tema para otro artículo, no obstante, dejo para ustedes, la experiencia en Venezuela, en el artículo de Misión Verdad, «Los elementos históricos y actuales del Fascismo en Venezuela», para su consideración. https://misionverdad.com/venezuela/los-elementos-historicos-y-actuales-del-fascismo-en-venezuela.
9 de julio, 2024.