Héctor Vargas Haya
El problema con el presidente Castillo no es su carencia de capacidad política o su mediocridad intelectual, de lo que lo acusan y quizá con razón. El tema tiene otra connotación, inocultable, sin lugar a dudas, vinculada a una primitiva política racista y segregacionista. No se perdona que el Presidente sea un modesto cordillerano, proveniente de una lejana y casi desconocida provincia andina, aunque haya sido el resultado de una elección democrática.
Las pruebas son elocuentes. Es sorprendente la facilidad y esmero conque los fiscales y jueces ingresan al Palacio de Gobierno, para someter al presidente a estricto interrogatorio, con el beneplácito y estímulo de la gran prensa regimentada y el inocultable interés de ciertos resentidos políticos. Es la primera vez, en la Historia Peruana, que se investiga a un presidente en ejercicio, contraviniendo una norma constitucional e ingresan, con una facilidad impresionante, en el palacio presidencial, hasta hace poco, inexpugnable.
No está mal que se practiquen investigaciones. Desde luego hay formas. Pero la pregunta de cajón, sólo referida a los últimos tiempos es ¿Por qué no ingresaron los jueces y fiscales a practicar requisitorias judiciales en el recinto del gobierno, de Fujimori cuando Montesinos repartía, públicamente televisado, miles de dólares, sobornando a políticos, jueces, periodistas y dueños de canales de TV, haciendo escarnio de la sociedad? Tampoco hubo fiscales y de jueces que se atrevieran a fiscalizar el carnaval que públicamente protagonizó Fujimori, al rematar a precios de favor, 238 empresas del Estado, por 9 mil millones de dólares, de los que sólo ingresaron al Erario, 6 mil millones ¿Qué aconteció? Ningún juez ni fiscal alguno, fueron capaces de incursionar en los recintos oficiales palaciegos, con toda la parafernalia con que lo hacen actualmente.
Por lo demás, y si de cultura y conducta se trata, no se repara en que la Historia del Perú, la República está repleta de “presidentes” ignorantes y corruptos, que transitaron por el Palacio de Gobierno, sin más pergaminos que la prepotencia; no pocos bajo el único argumento de los tanques y fusiles, con los que impusieron el silencio bajo la amenaza de persecuciones, encarcelamientos, deportaciones y fusilamientos. Citaremos sólo a algunos, por razones de espacio:
Bernardo Tagle un general, declarado traidor a la Patria, que se fugó y murió escondido en el Real Felipe del Callao. La Mar, un militar ecuatoriano, que vino prestado al Perú. José Rufino Echenique, ignorante y gran corrupto que instaló la “orgía presupuestaria”, sobre la base de la conversión de la deuda interna y los bonos de la deuda externa; el general
Juan Antonio Pezet, cuya mayor “hazaña” fue ser autor del Tratado Vivanco-Pareja, que originó el combate del Dos de Mayo de 1866; nadie se atrevió a declararle traidor a la patria.
El general Tomás Gutiérrez, ignorante y sanguinario que asesinó, cobardemente al presidente José Balta mientras dormía, para tomar el poder.
Nicolás de Piérola que sabía mucho, pero traicionó al Perú en la Guerra con Chile al que favoreció con el famoso contrato Dreyfus y además, fuera capturado por el almirante Miguel Grau, en el puerto de Ilo, cuando el llamado “califa portaba armamento en el barco “Talismán” con destino hacia el Sur.
El postizo Miguel Iglesias, de cuidador de una ganadería de su padre en Cajamarca, que saltó a postizo general del Ejército, y que terminó pactando con el comando chileno, y, firmante del baldón, denominado Tratado de Ancón, por el que entregó a Chile las provincias de Tacna, Arica y Tarapacá.
El general Oscar R. Benavides, autor de la entrega a Colombia de la provincia de Leticia, en 1932, además, autor intelectual del magnicidio de Sánchez Cerro, un rudo comandante, ignorante, aficionado a perseguir, difamar y encarcelar a sus adversarios.
Manuel A. Odría, un rudo militar, cuyo lema era “la democracia no se come”, y gran devoto de enriquecimiento personal y de sus hijos y amigos. El de las partijas y las obras sin licitación, el del escándalo de Monterrico, etc. etc..
Juan Velasco, dueño de un vocablo de callejón, no entendía lo que era una Orquesta Sinfónica y se burlaba de los profesores sinfónicos que reclamaban mejor trato. El autor de los enriquecimientos sobre la base del petróleo e indemnizó con cifras millonarias a la International Petroleum Company, después del sainete de Talara.
Alberto Fujimori, un profesor, inmoral y genocida, que se fugó del país, portando maletas de sospechosos contenidos y renunció por telegrama y a quien no se le interrogó cómo adquirió tanta fortuna, si sólo era poseedor de un viejo “tractorcito” tal como declaró durante su campaña electoral.
Y a partir del años 2000, Alejandro Toledo, igualmente cholito cordillerano de Cabana, pero, claro, oleado y sacramentado en una Universidad de Estados Unidos, pues, como es sabido, “cuando los yanquis estornudan los peruanos se agripan, entonces fue soslayada su condición de cholito andino. Ollanta Humala, su único título “ser limeño” de nacimiento. Alan García, corrupto y causante de la terrible debacle económica peruana, y sin chistar, el electorado lo reeligió, es que no era andino, sino un personaje “blanquito” y de elevada estatura, dueño de una gran facundia y faramalla con la que deslumbraba y estafaba a una crédula población. Ni qué decir de Kuszinski, de talante texano y de tantos otros ejemplares. La lista es extensa, pero para muestras bastan algunos botones..
Está muy bien que se persiga y se sancione a los que incurren en enriquecimientos ilícitos, y no se termine repitiendo aquel lacerante epíteto: “que robe pero que haga obras” y no interesa que quien pretenda gobernar tenga un pasado o descendencia denigrantes, la cuestión es la repartija, la de “cuánto hay”, como en la época de Odría en la que sus adláteres armaba bolsas millonarias para halagar al dictador.
Al final de cuentas, el peso de la ley debe ser igual para todos, sin segregación ni distinciones. Y a propósito del tema de la corrupción que se adjudica a la familia presidencial, si sabemos que el delito de corrupción es un acto bilateral al que concurren dos agentes de infracción; el CORRUPTO y el CORRUPTOR. la pregunta obligada es ¿Dónde están los corruptores en la llamada banda delictiva de obras públicas, especialistas en el soborno y en el manejo de los denominados LOBBYS?, increíblemente estatuidos mediante ley? ¿Qué está pasando? That is de question.