EL TRIUNFO ELECTORAL DEL MAS EN BOLIVIA

xmar., 20 oct. 12:27 (hace 2 días)


Por Luis Manuel Arce Isaac / Prensa Latina

   El triunfo de Luis Arce, ex ministro de Economía de Evo Morales, es sin duda alguna un hecho histórico por muchas razones, pero la primera de ellas es que por vez primera un movimiento popular derrota en las urnas a una dictadura militar golpista creada y apoyada por Estados Unidos.

  Eso significa que los golpistas de Jeanine Añez, de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Organización de Estados Americanos (OEA), nunca pudieron consolidarse y que el pueblo boliviano, sin dejarse provocar ni amedrentar, logró imponer su voluntad de defender la democracia y el orden institucional, a tal punto que al propio secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, no le quedó otra alternativa que aceptar públicamente la gran victoria del MAS y la derrota de los usurpadores.

     Si las cifras divulgadas hablan de un 52,4% de los votos para el MAS frente al 31,5% de su rival más cercano , el centrista Carlos Mesa, significa que en la realidad el triunfo fue tan aplastante y evidente que ni la OEA ni los golpistas pudieron hacer cualquier truco para cometer fraude y darle una supuesta victoria a Mesa como la CIA y los golpistas tenían pensado.

    Esos números en la votación del domingo 18, por otra parte, le dan la razón a Evo Morales frente a sus críticos, de que era un error aceptar la vía de las urnas para recuperar la institucionalidad de Bolivia y restaurar el poder popular en uno de los países de América Latina con el mayor y más negro historial de golpes militares y de gobiernos antidemocráticos.

  La cuestión ahora radica en lo que van a hacer los personeros de la dictadura civil-militar; si van a entregar el poder o no al MAS y dejar que lo gobierne un ministro exitoso, como es el caso de Luis Arce, cuya conducción económica sacó de la pobreza a Bolivia y convirtió a ese país en el de mayor y más sostenido crecimiento económico durante el mandato de Evo Morales.

  Sobre todo cuando ya las transnacionales de Estados Unidos se apoderan del valioso litio, el mineral que reinará en el futuro energético inmediato de la humanidad y que apunta a ser el sustituto por excelencia del petróleo.  Pero, además, del oro, la plata, antimonio y otros minerales muy valiosos que yacen en las raíces de los Andes bolivianos y que están llamados a convertirlo en un país de economía solvente y sustentable como pocos en la región.

  Pero más aún,  -y es casi lo peor para Estados Unidos, la CIA y la OEA- el significado político, ideológico y social que tiene una victoria democrática del pueblo. Bolivia se une así a una victoria semejante a la de Argentina con la derrota del neoliberal Mauricio Macri, y retoma el camino de los gobiernos progresistas en América del Sur.

  Cortado de forma momentánea por el gobierno de Donald Trump en su descabellada idea de reconstruir su antiguo patio trasero con personajes ineptos y mezquinos como Joao Bolsonaro en Brasil y Lenin Moreno en Ecuador, y a otros que en estos momentos le tiemblan las piernas como al presidente de Chile Sebastián Piñera, el progresismo retorna con fuerza a Suramérica.

   Si, al contrario de los malos augurios, la dictadura militar boliviana acepta como debía ser, la victoria popular, habrá que preguntarse qué hará el nuevo gobierno con los criminales que llevan sobre sus espaldas tantos asesinatos, al igual que hay que preguntarse también la reacción inmediata de Estados Unidos a partir de hoy mismo y cuando restan solamente algunos días para que se decida si Donald Trump sigue en el trono o si es derrocado por la mayoría de los estadounidenses.

  Todo lo que pueda suceder a partir de ahora es especulación, pero con la variante de que no será muy extendida en el tiempo, porque la evolución en Bolivia debe ser rápida dada la gravedad de la crisis, y en Estados Unidos la reacción también debe ser inmediata por la cercanía de las elecciones. El gobierno de Trump, a  pesar de sus errores en política internacional, tendrá que tomar en cuenta lo difícil que le será actuar a lo loco en el caso de Bolivia, porque sus elecciones han sido un foco central de atención en la región y en el mundo, y la victoria del MAS un acto muy abierto, transparente e inocultable.

  No es el caso de las elecciones pasadas en las que orquestaron una enorme campaña para hacer creer que en la votación para la reelección de Evo Morales hubo fraude y fue lo que se tomó de argumento con el apoyo de la OEA, para darle el golpe de estado al presidente constitucional.

   De los militares reaccionarios ceder el poder al MAS, este nuevo gobierno tendrá por delante un reto muy alto y riesgoso porque los golpistas le entregan un país saqueado, en quiebra absoluta, con una economía destartalada, hecha añicos, y una crisis combinada política, económica, moral y social, con otra sanitaria por la Covid-19, para salir de la cual tendrá que dedicar todas sus energías y neuronas, porque la oposición no le va a dar tregua.

  Estas son realidades ineludibles e insoslayables, en las nuevas perspectivas que se pueden abrir a partir de ahora para el pueblo de Bolivia, el cual debe demostrar que es heroico, nacionalista y patriótico, como hizo Sucre en la guerra por la independencia de España.