Por WINSTON ORRILLO
“Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita/ de junco
y capulí.”
VALLEJO
Psicoanalistas y psicólogos, como mi hermano Lenin, se pronuncian, con excesiva frecuencia, acerca de la “necesidad”, de tener el alma, el espíritu sanos, como una forma, inequívoca, de exorcizar el advenimiento del coronavirus o de pasar esta excesiva pandemia, en (con) la que la mayoría se sienten horridamente confinados.
Pues bien, consejo común es leer, pero, a esta lectura, nosotros le añadimos el que sea de poesía, y, concretamente, de poemas de amor, símbolo de la supervivencia por antonomasia.
Por ello, en uno de los periplos cotidianos en mi biblioteca, he hallado selectos poemas de amor, cuyos fragmentos nos apresuramos a transcribir, primero los de habla hispana, con la seguridad de que sabrán ser apreciados. Serán de españoles y latinoamericanos.
Algunos, con seguridad, muy conocidos; otros, menos. Y allí van:
“Égloga Primera”, fragmento: “ ¡Oh más dura que mármol a mis quejas/ y al encendido fuego en que me quemo,/ más helada que nieve, Galatea!…//Con mi llorar las piedras enternecen/ su natural dureza y la quebrantan,/los árboles parece que se inclinan…/Salid sin duelo, lágrimas corriendo…” Garcilaso.
Y no puede faltar ese increíblemente grande hombre de letras (y no solo poeta) que fuera Don Francisco de Quevedo:
“Soneto amoroso definiendo el amor”: Es hielo abrasador, es fuego helado,/ es herida que duele y no se siente,/ es un soñado bien, un mal presente,/es un breve descanso muy cansado…//Es una libertad encarcelada,/ que dura hasta el postrero paroxismo; /enfermedad que crece si es curada.//Este es el niño Amor, éste es su abismo./ ¡Mirad cuál amistad tendrá con nada/ el que en todo es contrario de sí mismo.”.
Y un fragmento, asimismo, de su inmortal: “ “Amor constante más allá de la muerte:
“Alma a quien todo un dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ médulas que han gloriosamente ardido,// su cuerpo dejarán´. No su cuidado; /serán ceniza, más tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado.”
Y algo del inimitable Góngora: “Amor está, de su veneno armado,/ cual entre flor y flor siempre escondida”. Y pasamos a don Antonio Machado: “En el corazón tenía/ la espina de una pasión;/ logré arrancármela un día: ya no siento el corazón.// Mi cantar vuelve a plañir: Aguda espina dorada,/ quién te pudiera sentir/ en el corazón clavada.”
Y en Nuestra América, no podía faltar José Martí: “Quiero a la sombra de un ala,/ Contar este cuento en flor:/ La niña de Guatemala,/ La que se murió de amor…//Como de bronce candente/ Al beso de despedida/ Era su frente la frente/ Que más he amado en mi vida…”
Y el divino Rubén Darío: “Amo, Amas: “Amar, amar, amar siempre, con todo/ el ser y con la tierra y con el cielo,/ con lo claro del sol y lo obscuro del lodo; /amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.” Y del chileno Vicente Huidobro, el príncipe del Creacionismo: Un fragmento de Altazor” : Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos/ se hace más alto el cielo en tu presencia./ La tierra se prolonga de rosa en rosa./ Y el aire se prolonga de paloma en paloma…”
Y ¡cómo podía faltar Pablo Neruda, el chaman de los universales “20 Poemas de amor”. Apenas unos fragmentos de un par de ellos: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente,/ y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca./ Parece que los ojos se te hubieran volado/ y parece que un beso te cerrara la boca”: Poema 15. Y del Poema 20: asimismo un fragmento: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche./ Escribir por ejemplo: `La noche está estrellada,/ y tiritan, azules, los astros a lo lejos”…/ Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,/ mi alma no se contenta con haberla perdido./ Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.”
Y, por el
momento, un poquito del Perú: Carlos
Oquendo de Amat: Tu bondad pintó el canto de los pájaros/ y el mar venía
lleno de tus palabras/ de puro blanca se abrirá aquella estrella.” Gustavo Valcárcel: “Ven pronto, cielo
junto al cielo,/ surca calles, vuela plazas,/ sube corriendo los pisos de
nuestra altísima/ pobreza…” Y algo de Romualdo:
“El amor hace al hombre de tierra/ y consagra su polvo a la tristeza…./El amor
hace al hombre una joya doliente,/ una pesada lágrima o un niño poderoso.”
Seguiremos, ¡claro que seguiremos!