CUNA CONSTITUYE UN RETO PARA TODOS

Editorial de CUBA VA / Abril – Mayo 2025

La celebración del Día Internacional de los Trabajadores encuentra al mundo ante retos de significativa importancia. Y el hecho que este acontecimiento coincida con el 80 Aniversario de la derrota del fascismo, lo ubica en una coyuntura particularmente notable. Y es que, en efecto, en pocas circunstancias como en ésta, se puede percibir con más claridad lo que significa el tiempo  que vivimos y los retos que tienen ante sí los pueblos del planeta. Y la defensa de Cuba, es uno de ellos, que reviste una condición ineludible. 

Este año se cumplen 66 de la victoria de la Revolución que derribara a la dictadura batistiana en 1959, pero también 64 de la primera gran derrota militar del imperialismo en suelo americano -Playa Girón- y el mismo número de años de la proclamación del carácter Socialista de la Gesta emprendida por Fidel y sus compañeros desde el Moncada en el 53 y seguida victoriosamente en la en la Sierra Maestra desde el 57.

Pero todos estos años -estas seis décadas de vida y de lucha- no han tenido como telón de fondo un idílico escenario. Han sido la expresión de un combate constante entre un pueblo heroico y un Poder ominoso empeñado en destruirlo a cualquier precio. Han sido, en efecto, años de dura agresión, de insania terrorista, de agresiones y provocaciones constantes, de ataques salvajes contra un pueblo pequeño, pero valeroso empeñado en mostrar siempre el rostro de la dignidad, luchando por la justicia.   

Desde el primer instante de la epopeya surgida en las montañas de Cuba, el proceso liderado por Fidel Castro encontró la solidaridad militante de los pueblos en todos los países.  Y este apoyo, se mantuvo siempre y más bien fue creciendo en la medida que se fue afirmando en el mundo la lucha de otros pueblos guiados por similares propósitos. La causa de Cuba se hizo universal, y así llega hasta hoy cimentada en la voluntad de millones de hombre y mujeres que en todos los países levantan la misma bandera solidaria.

Pero ella se hace hoy más urgente que nunca. Y bien podríamos decir que se convierte en la tarea principal, en el reto más ineludible que tenemos todos los que, en uno y otro confín del planeta, abrigamos la terca voluntad de lucha que heredamos de nuestros antepasados.  Y es que Cuba simboliza hoy el crisol de una batalla universal que enfrenta por un lado a los pueblos, y por otro a las camarillas guerreristas del Imperialismo que buscan preservar oscuros privilegios.

En forma constante el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica se ha empeñado en hundir a Cuba y ahogar a su pueblo. Y se ha valido de todos los recursos imaginables y de todas las herramientas que ha tenido a la mano para concretar sus objetivos. Si ha fracasado en sus perversos propósitos, eso no se puede atribuir a su debilidad ofensiva, sino a la fortaleza inexpugnable de un pueblo heroico que ha vencido todos los acosos y sobre pasado todos los ataques.

En otras palabras, si Cuba vive hasta hoy, eso significa que el más grande enemigo de la humanidad, el Imperialismo Norteamericano, ha fracasado en todos sus intentos;  que no ha podido doblegar, ni someter, a los cubanos inspirados en el ejemplo imperecedero de José Martí y conducidos sabiamente por Fidel Castro y sus compañeros, y por quienes hoy lo suceden en la conducción del Estado.

La administración Trump, en su extremo demencial, busca ajustar aún más las tuercas del Bloqueo impuesto contra Cuba. Quiere que a la isla no llegue nada: ni alimentos, ni víveres, ni medicinas, ni visitantes. Y busca ululante que los que allí viven, mueran de hambre y de sed, en lo que constituye el colofón de una política horrenda y simplemente genocida.

El extremo de esta intención el mundo lo ha percibido cuando la Casa Blanca dispuso incorporar a Cuba en la denominada “lista de Países que Promueven el terrorismo”, creada por los Estados Unidos para golpear cínicamente a sus adversarios.

Ni el gobierno de Barack Obama, ni la administración de Joe Biden, pudieron mantener en vigencia tamaño despropósito, y debieron dejarlo sin efecto;  pero Donald Trump ha vuelto a poner en marcha ese dispositivo siniestro que se empeña en redoblar las sanciones contra Cuba y su pueblo. Tras esa decisión, no se esconde nada. Ella revela toda la vileza de una política genocida que tiene que ser marcada a fuego por los pueblos.

La Administración Norteamericana hoy no se limita, sin embargo, a atacar a Cuba. Ahora mismo presiona a Panamá para que le “devuelva” el Canal que fuera construido en ese país; se propone ocupar Groenlandia; buscar anexar Canadá y convertirlo en el Estado N. 51 de La Unión; anhela apropiarse del Golfo de México y no duda en alzar la voz agresivamente cuando se refiere a países soberanos, como Nicaragua o Venezuela. Y a todos, los trata como si fueran sus súbditos, imponiéndoles aranceles al comercio exterior como si éste beneficiara sólo a los países dependientes, Donald Trump no tiene conciencia de haber sido elegido tan sólo Presidente de los Estados Unidos, y cree que ha sido ungido algo así como el Rey de todo el mundo. Y ya de todas partes han comenzado a decirle “¡Basta”.

Nadie le debe sumisión a los Estados Unidos. Nadie es, tampoco, un país dependiente del “amo del Norte” -como se le suele llamar-. Cada país es independiente y soberano. Y cada pueblo tiene el legítimo derecho de disponer de su propio destino. La esclavitud fue abolida hace muchos años, y el colonialismo, no existe más.  Y en cada país, cada ciudadano es libre y responde por su propio destino.

Consciente del deber que le asiste, cada ciudadano del mundo  debe saber que la principal tarea que tiene por delante, es brindar la solidaridad más activa a Cuba, a su pueblo y a su Revolución. Esa, es tarea de todos. (fin) }