CRISIS EN VENEZUELA. EL POR QUÉ Y EL CÓMO

Vladimir Caller

Los datos del Banco Mundial (BM) y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre la evolución de la situación socioeconómica de Venezuela son suficientemente reveladores como para esbozar explicaciones ignoradas o, más a menudo, ocultadas por el sistema mediático, y que podrían ayudarnos a comprender las verdaderas razones de la crisis política que conoce este país.

Según el Banco Mundial, la población del país, que había disminuido regularmente durante años (un 2,9 % menos anual en 2019), aumentó un 1,9 % en 2023, gracias, entre otras razones, al regreso de muchos venezolanos que habían dejado el país desde 2017. La tasa anual negativa de migraciones – un poco más de 1,3 millones de personas en 2018 – se volvió positiva en 2023, con el retorno de alrededor de 320.000 personas. [[1]] La tasa de desempleo fue solo del 5,5 % en 2023 (en Francia es del 7,3 %). El número de homicidios, que era de 48 por cada 100.000 personas en 2018, bajó a 19 en 2023; y sobre todo la inflación, la madre de todas las miserias, el ícono que todos los medios utilizan para burlarse de Venezuela y que había alcanzado la cifra surrealista de 833.997 % en 2018, cayó al 69,5 % en 2023. [[2]]

Los datos del PNUD van en la misma dirección. En su informe «Rendimiento macroeconómico de Venezuela en el primer trimestre de 2024 y perspectivas para el año 2025«, el PNUD pronosticó para el país, exactamente un mes antes de las elecciones, un crecimiento del 4,2 % para el año 2024 (el de Francia se estima en 0,9 %). El informe indica que la producción de petróleo aumentó un 18,4 % en 2023; que el dólar estadounidense se estabilizó en el mercado cambiario; pasó de 637 bolívares, (la moneda nacional), por USD en 2018, a 36 bolívares en el 2024 y, sobre todo, que la recaudación fiscal del primer trimestre de 2024 experimentó un aumento del 161 % en comparación con la de 2023.[3]

La CEPAL, la comisión regional de la ONU para América Latina, anunció un crecimiento de aproximadamente 4 % del PIB para Venezuela en el año 2024 (el promedio para América Latina es del 2,1 %), es decir el más alto de la región y ello por tercer año consecutivo. [[4]] Ante estas cifras, algunos economistas han comenzado a hablar del «milagro venezolano».

Pues bien, amigos, ¡ahí está la madre del cordero!

Es ahí, y no en la presentación o no de tal o cual resultado o acta electoral y otros empapelamientos, donde se encuentra la razón de la feroz campaña desencadenada por la potencia estadounidense y sus aliados contra la Venezuela de hoy. ¡Era necesario que todo esto se detuviera! Los Estados Unidos y Corina Machado querían simplemente que la Venezuela de 2024 siguiera siendo la misma del 2018…

La Venezuela del 2018, con un PIB que había disminuido un 30 % entre 2014 y 2017 (más o menos en las mismas proporciones que el colapso de EE. UU. en 1929), podría haber perdurado siglos sin ser vilipendiada por aquellos que hoy la atacan. Al contrario, habría sido la vitrina ideal para dar crédito a los discursos de Biden, Corina Machado y Ursula von der Leyen, para quienes «no hay alternativa» al catecismo neoliberal del gran capital financiero.

Era entonces inaceptable para ellos que prosperara el giro emprendido por el país de Hugo Chávez en 2018, el año de la «NEP» venezolana [[5]], cuando se decidió responder, como en las artes marciales, a la violencia de las sanciones de EE.UU. y la Unión europea (UE) con medidas para liberar el potencial de su economía. Era impensable, para los enemigos de la revolución bolivariana, permitir que el mundo viera que el país, que en 2018 importaba más de la mitad de sus alimentos, produzca hoy el 85 %; ¡Incluso ha comenzado a exportarlos! Y para colmo, Venezuela se prepara para unirse a los BRICS en su próxima cumbre en Rusia. «¡Pero, truenos de Dios, eso no va, no!», parecen haber dicho nuestros grandes fiscales…

Castigar una experiencia insumisa

Tan pronto como Hugo Chávez llegó al poder en 1999 con su revolución bolivariana, Washington se enfureció y no dejó de intentar sabotear su gobierno, tratando incluso de derrocarlo como en el golpe de Estado de 2002 con, ¡ya entonces!, la colaboración de la UE, presidida por el español Aznar. Y cuanto más se afirmaba el carácter antiimperialista de la experiencia chavista, más violenta se volvía la reacción del Imperio. Así, en 2015, el «progresista» Obama firmó un decreto presidencial con una lista de sanciones, declarando a Venezuela como «una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos». [[6]]

A su vez, Donald Trump firmó en 2017 el decreto presidencial 13808 con sanciones de una violencia sin precedentes. En perfecta coordinación con Corina Machado y, entre otros, el gigante petrolero Exxon, este decreto prohíbe a todo el planeta realizar cualquier transacción con el Estado venezolano, y especialmente con PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.), el corazón de la economía nacional. Un detalle, entre las más de 900 sanciones contenidas en este decreto, ilustra la extrema severidad de la medida: la totalidad de los activos de la compañía CITGO, una filial de PDVSA, fueron confiscados; vale decir las tres refinerías y las 6.000 estaciones de servicio en territorio estadounidense, los ingresos por sus ventas, sus depósitos y valores bancarios, sus cuentas por cobrar (sin embargo, no las deudas que siguen siendo «propiedad» de PDVSA…). Con un bloqueo tan extremo el país no podía importar medicamentos (en pleno Covid) puesto que no podía pagarlos (la banca internacional le estaba cerrada). El Estado venezolano también es gravemente atacado, ya que no puede negociar títulos de su deuda, incluidos los títulos emitidos antes del decreto y, por supuesto, también se prohíbe comprarlos. Según Jeffrey Sachs, el conocido economista y asesor especial del secretario general de la ONU, estas sanciones provocan hambruna en la población y son incluso más violentas que las que ha soportado Cuba (estas últimas fueron más progresivas; aquí se trata de un estrangulamiento violento et inmediato) [[7]].

La sorpresa de 2018

La Administración estadounidense y la franja ultra radical de la oposición venezolana dirigida por Corina Machado no se esperaban un “giro” como el de Maduro que esta vez, para enfrentar las sanciones, decidió manejar el tema económico no como una ideología voluntarista, sino como una praxis con sus imperativos ineludibles. Frente a la violencia de las sanciones, resultaba urgente romper con el dogma de una economía de rentas basada en la riqueza petrolera del país que había perdurado durante un siglo y que, debido a sus enormes ingresos monetarios, financiaba todas las necesidades existentes, descuidando así el desarrollo de fuentes alternativas de producción lo que estimulaba una inflación estructural, ya que la sobreabundancia monetaria favorecía las alzas de precios. Todo ello además sujeto a las fluctuaciones caprichosas del precio del petróleo.

Así, en 2018, en respuesta a las sanciones de Trump de 2017, el equipo de Maduro emprendió la reactivación de la economía nacional prestando particular atención a las pequeñas y medianas empresas privadas, a las cooperativas, al sector bancario y de seguros. Se aligeraron los procedimientos para la creación de empresas y para la concesión de créditos de los bancos.

Volviendo a la ruralidad, el gobierno comenzó a devolver al país la identidad agrícola que fue la suya antes del predominio hegemónico del petróleo auspiciando multitud de proyectos agrarios. Y el deseo de emprender cobró fuerza y se ha mantenido desde 2018. Así es como el 18 de julio, diez días antes de las elecciones, Maduro se jactaba de que «hasta la fecha, 1.387.261 emprendedores están certificados en todo el país, de los cuales el 64 % son mujeres», mientras anunciaba la concesión inmediata de 10.000 préstamos a 10.000 nuevos emprendedores a través del Banco de Venezuela. [[8]]

Esta es la Venezuela que el FMI, la UE y, por supuesto, la OTAN no querían, en absoluto, ver florecer.

Al contrario, ellos querían que el país se hundiera en una crisis tal que pudiera ser “recogido” a hurtadillas (con su plétora de riquezas, petróleo, gas, oro, plata, diamantes, madera, pescado, etc., etc.) Riquezas que Corina Machado y sus mentores desearían ver privatizadas.

Las elecciones como trampolín para el caos

Al constatar que la larga serie de sanciones no lograba hacer ceder al chavismo, nuestra magnífica troika (Machado-UE-Blinken) pensó que las elecciones presidenciales podrían ser la última opción: el momento clave de una gigantesca puesta en escena para fabricar un «fraude» como instrumento de caos e insurrección.

Y se pusieron manos a la obra, comenzando a realizar «encuestas» (una herramienta esencial para las ‘revoluciones de color’) mucho antes de la fecha de las elecciones dando siempre a la oposición como ganadora, con márgenes muy amplios; una manera de preparar a la opinión pública nacional e internacional a la «evidente» victoria de los «machadistas».

Para ello, nada mejor que el instituto de opinión estadounidense EdisonResearch, vinculado, según Wikileaks, a la CIA, y que ya estuvo activo en Irak, Georgia y Ucrania. [[9]] Luego, la cadena se puso en marcha a través de CNBC, Reuters, el New York Times, el Washington Post, etc. Y fue la misma agencia EdisonResearch la encargada de «informar» al mundo entero, el día de las elecciones a las 18 horas a la salida de las urnas, que las «encuestas» indican la victoria del opositor González con el 60 % de los votos contra el 30 % para Maduro. Elon Musk, los GAFAM y las redes sociales se encargaron de confirmar la «victoria» de la oposición.

Fue entonces cuando llegó el formidable ataque informático a la central de procesamiento de resultados electorales, con un conjunto de algoritmos sumamente sofisticados, en el momento mismo en que el 80 % de los votos contabilizados indican una cómoda ventaja para Maduro; una perturbación fabricada para poder gritar fraude. Este ataque no solo se dirigió al centro electoral, sino también a una serie de importantes instituciones del país, y aún no ha terminado completamente. [[10]]

El escenario para generar violencia y caos estaba entonces listo.

María Corina Machado, la amiga política de Milei y Netanyahu, que había pedido ayuda, incluso material, a este último en 2018 para derrocar a Maduro, y que en 2019 solicitó en declaraciones a la BBC una intervención extranjera para acabar con el chavismo, podía poner en marcha su siniestro proyecto. Pero hay un inconveniente: la resistencia combativa de un amplio sector de la población, en particular su segmento más desfavorecido, que las crueles sanciones y penurias no han logrado domar. /


[1] El diario brasileño De fato tituló su informe: «Más de un millón de venezolanos regresan al país gracias a la mejora de la situación» y daba testimonio del nuevo clima en Caracas: «La situación no es comparable a la de 2017. Antes, había muchas agresiones, prácticamente no se podía salir a caminar. Hoy, se puede salir tranquilamente de noche a pie. El país es mucho más pacífico».

[3] https://www.undp.org/es/venezuela/publicaciones/desempeno-macroeconomico-de-venezuela-primer-trimestre-2024-y-perspectivas-del-ano  28.06.2024

[4] https://www.ciip.com.ve/cepal-preve-que-economia-de-venezuela-crecera-4-en-2024/

[5] NEP o Nueva Política Económica, hace referencia a la decisión de Lenin en 1922 de rehabilitar la iniciativa privada en la vida económica del país para enfrentar los graves problemas derivados, en particular, de la guerra civil tras la Revolución de Octubre.

[6] https://obamawhitehouse.archives.gov/the-press-office/2015/03/09/fact-sheet-venezuela-executive-order

[7] https://www.bellyofthebeastcuba.com/interview-jeffrey-sachs

[8] https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/economia/maduro-plantea-entregar-un-millon-de-creditos-a-emprendedores/  

[9] https://x.com/wikileaks/status/1818050919407223180

[10] https://statistics.securelist.com/country/bolivarian%20republic%20of%20venezuela/intrusion-detection-scan/month