ediorial de La Jornada, martes, 31 de enero de 2023
En lo que va del presente año, efectivos policiales y militares del
régimen israelí han dado muerte a 34 palestinos, más de uno por día,
en lo que constituye una muestra inicial del gobierno ultraderechista
que preside Benjamin Netanyahu.
Tales asesinatos han exacerbado las respuestas violentas por parte de
pobladores de los territorios ocupados, como el lanzamiento de cohetes
desde Gaza hacia territorio de Israel y un tiroteo en el que un
palestino solitario asesinó a siete personas en una sinagoga situada
en la parte árabe de Jerusalén.
El secretario estadunidense de Estado, Antony Blinken, exhortó ayer a
ambas partes a que adopten “medidas urgentes para recobrar la calma y
una desescalada, y agregó que su gobierno desea restablecer un
sentimiento de seguridad para los israelíes y los palestinos.
El llamado expresa, una vez más, la hipocresía tradicional del
Washington ante el conflicto, en la medida en que pretende tratar por
igual a dos bandos colocados en extrema desigualdad: por un lado, las
autoridades de una potencia militar ocupante, históricamente
construida con los auspicios de Estados Unidos mismo, y por el otro,
una población saqueada, explotada, empobrecida, oprimida y expuesta a
una bárbara violencia represiva cotidiana.
En tales circunstancias, la pretensión de responsabilizar por igual a
los palestinos y al régimen israelí por la enésima escalada de
violencia implica ignorar los robos territo-riales, la manipulación
demográfica, la limpieza étnica y la sistemática denegación de
derechos humanos y colectivos a la que los primeros han sido sometidos
por décadas, con la complicidad activa de Estados Unidos y de sus
principales aliados, los cuales han armado y financiado a Israel, lo
han convertido en socio comercial privilegiado y han dejado pasar los
crímenes de lesa humani-dad cometidos por éste en contra de la
población árabe del viejo protectorado inglés de Palestina.
Paradójicamente, los gobiernos referidos tienen perfectamente claro
que la forma de resolver 75 años de conflicto es clara: dar
cumplimiento a las resoluciones 242 y 338 de la Organización de
Naciones Unidas, que ordenan a la potencia ocupante retroceder a sus
límites previos a 1967 y dar paso así a la única solución sensata y
legal: la conformación de un Estado palestino en la Cisjordania
ocupada, Gaza y la Jerusalén oriental, a la que los palestinos llaman
Al Qods y en donde aspiran a asentar su capital.
Cierto es que los gobiernos israelíes han recurrido a toda clase de
subterfugios para impedir ese desenlace y han alejado, con ello, la
perspectiva de paz y seguridad que su pueblo merece; y es claro, hoy
más que nunca, que sin la voluntad política de Europa y Estados Unidos
resulta imposible la aplicación de una salida justa a la trágica
situación de los palestinos.
fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/01/31/edito
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