POR QUÉ EL CONFLICTO EN UCRANIA SDE AGRAVA?


Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal jefe de Prensa Latina en México

México (Prensa Latina) ¿Por qué la situación en torno a Ucrania se
agrava? Pues porque la OTAN se niega a ceder en su intención de cercar a
Rusia por todas partes en su avance hacia el este.

Pero también rechaza considerar la advertencia de Moscú que no lo puede
permitir porque ello implica poner en alto riesgo su seguridad nacional.

Otra razón: porque el gobierno de Ucrania rechaza una tregua, se rearma
aceleradamente, y muestra poco o ningún interés en cumplir los acuerdos
de Minsk que aún podrían servir de base a una paz relativa, incluso con
la variante de que Donetsk y Lugansk hayan sido reconocidas como
repúblicas independientes por Moscú después de ocho años de guerra y la
masacre de miles de personas de origen ruso. Una más, y bien importante:
porque Biden no logró todavía sus objetivos de política interna con
Ucrania como mascarón de proa, ni una aceptación total de Europa de
clausurar el gasoducto Nord Stream 2 para beneficiar a los productores
estadounidenses de gas natural a partir del fracking, entre ellos su
hijo Hunter y sus socios de Burisma Holdings (el mayor productor
ucraniano de gas), Chevron, ExxonMobil o Shell.

Estas razones, a las que se agrega la decisión de la Sociedad para las
Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (Swift en
inglés) de desconectar ciertos bancos rusos del sistema de pagos- algo
que nunca ocurrió ni en los peores momentos de la guerra fría- lo cual
explica también por qué Putin acaba de ordenar poner en alerta sus
fuerzas de disuasión, es decir, sus baterías nucleares.

Biden quiere torcerle el brazo a Putin pero sin llegar a una guerra
entre ambos a sabiendas de que su adversario tampoco lo desea y acepta
como suficiente que se detenga el avance de la OTAN hacia el este, se
respete el estatus y terminen las masacres de rusos en el Donbass por
parte del destacamento neonazi Azov de Pravy Sektor y Svoboda, autores
del derrocamiento del presidente Viktor Yanukovich y la imposición de
Petró Poroshenko, sustituido en 2019 por el comediante Volodymyr
Zelensky.

Siguiendo el guion inicial de Washington, Zelensky rechazó la oferta de
Putin de negociar, lo cual hubiera detenido la operación especial,
alegando sin explicarlo, que las condiciones rusas no les satisfacen y
fue un intento de obligarlos a rendirse.

Como réplica, planteó algo inaceptable para Putin: los términos de un
posible tratado de paz son los de Kiev, no los de Moscú.

A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Esos “términos” de Kiev son los que permitieron la guerra de ocho años y
las apetencias de la OTAN de completar el cerco militar a Rusia que ya
tiene desde el inicio de su expansión al este en 1999 con la admisión de
Polonia, la República Checa y Hungría.

Después se sumaron los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania
como miembros de pleno derecho, además de Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía
y Bulgaria en 2004, y siempre con la mira de incorporar a Ucrania y
Georgia. 

A esa lista se le añade en 2009 a Croacia y Albania, Montenegro en 2017,
y Macedonia del Norte en 2020.

Biden sigue, por lo tanto, una estrategia de sistema, no de gobierno,
aunque busque una utilidad personal.

Según Rusia, se trata de una política nacional de la cúpula republicana
y demócrata aplicada sucesivamente por las administraciones de Bill
Clinton, George W. Bush, Barack Obama, e incluso Donald Trump a pesar de
su proclamada independencia del establishment.

Es la coherencia y continuidad de esa estrategia de la cúpula de Estados
Unidos -que podría definirse como demorepublicana, o republidemócrata-
lo que hace creer a Putin que la expansión de la OTAN hacia las
fronteras rusas es una política nacional que amenaza la sobrevivencia e
integridad del país y sus intereses vitales de seguridad.

Ucrania, el cierre del gasoducto, las demás medidas económicas y las
presiones militares de la OTAN, indican que el establishment de Estados
Unidos no da por perdida su apuesta de norteamericanización del mundo
mediante una globalización cuyos objetivos no fueron cumplidos hasta
ahora y que el fracaso del neoliberalismo como su sistema operativo la
estancó todavía más.

De allí que, como expresa en un ensayo James Kurth, catedrático de
Ciencias Políticas e investigación en Swarthmore College, en la mente de
los dirigentes de la política exterior de Estados Unidos, la expansión
de la OTAN no es realmente la de una alianza militar, sino algo más, la
de una política nacional contraria al multilateralismo.

Su verdadero propósito, asegura, ha sido consolidar a Europa en una
parte coherente e integral de la visión y versión estadounidenses del
orden global que no ha podido lograr y hacer de ella una especie de
fortaleza propia en la lucha por esa globalización, lo cual obliga a
quitar del camino a Rusia o neutralizar todos sus esfuerzos en
contrario.

El problema está en que, como la OTAN sigue siendo una alianza bélica,
su expansión tuvo, y tendrá, graves consecuencias militares y
estratégicas y es lo que está ocurriendo en Ucrania.

Por eso Noam Chomsky acaba de declarar que fue Estados Unidos quien
impulsó el avance de la OTAN al este y provocó una reacción lógica de
Rusia que ya no se podía aplazar más.

También por ello China plantea que en alguna negociación para detener o
impedir el agravamiento de la situación en Ucrania, lo primero que
corresponde es tomar en cuenta en serio las legítimas demandas de
seguridad de Rusia y abordarse adecuadamente.

La seguridad regional no puede garantizarse mediante el fortalecimiento
o incluso la expansión de grupos militares, afirmó el canciller chino,
Wang Yi a sus pares de Londres, Unión Europea y Francia.

El ministro hizo un llamamiento a que todas las partes ejerzan la
moderación necesaria para evitar que la situación en Ucrania empeore o
incluso se salga de control. Es muy importante tomarlo muy en cuenta,
porque viene de un político del país al que más temen los estrategas de
la globalización que propugna Estados Unidos.

Sin embargo, todos ellos han reaccionado con la aplicación de más
sanciones a Rusia que ya está repercutiendo de forma negativa en la
economía mundial y traerá graves consecuencias pues los daños serán
generalizados.

En las condiciones de una alta concentración de capitales y una
inflación global imparable, se puede desatar una crisis comercial y
financiera muy perjudicial.

Lo más sensato para todos es sentarse a negociar, pero no solamente los
acuerdos de Minsk para desescalar el conflicto en Ucrania, sino la
creación de una estructura de seguridad en Europa que garantice la de
Rusia, frene la expansión de la OTAN y certifique una neutralidad de
Kiev a fin de impedir que siga siendo utilizada como cabeza de turco en
la política de defensa de una hegemonía mundial perdida por la Casa
Blanca.

En esta situación, conceptos muy respetados que enarbolan algunos
gobiernos en la ONU para argumentar su condena a Rusia, como la no
injerencia en los asuntos internos de otros países, la autodeterminación
de los pueblos, repudio a las invasiones militares, y otros más, se
relativizan por la envergadura y connotación de las causas del conflicto
y los objetivos para explicar que, en realidad, la acción de Rusia es
una operación militar muy especial.

Para entenderlo así, baste pensar en la hipótesis de que la OTAN llegara
a instalar decenas de rampas de misiles en la larga frontera de Ucrania
con Rusia y cerrara el cerco nuclear a ese país, entre las primeras
economías del mundo.

Ni el sursuncorda de la paz podría detener la guerra atómica mundial. De
eso podemos estar seguros todos, y es lo que explica por qué la
operación militar especial contra Ucrania es una necesidad para la paz
mundial

rmh/lma