Luis Manuel Arce Isaac
México (Prensa Latina) El caso del fundador de WikiLeaks Julián Assange,
acusado de espionaje y otras aberraciones judiciales para ocultar la
peor ofensiva de centros de poder contra la libertad de expresión,
vuelve a ocupar espacios estelares en el mundo.
Eso se debe a la proximidad de la injusticia que se trata de cometer
contra él para extraditarlo a Estados Unidos por la arbitraria decisión
de dos magistrados británicos, con muy altas probabilidades de un
deterioro físico mortal.
A ello se une la revelación de las gestiones en su defensa del
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ante su colega Donald
Trump, redirigidas de hecho a su sucesor Joe Biden para que le condonen
la pena y permitan su asilo en México.
En una carta a Trump en 2020 divulgada hace unos días por el propio
mandatario ante el peligro de extradición y la actitud negativa
contraria a Assange del primer ministro británico Boris Johnson -nacido
en Upper East Side, Nueva York-, López Obrador apeló entonces a un
humanismo del cual el destinatario nunca dio muestras.
Además, ofreció a México para recibirlo en calidad de asilado y ahora,
en estos días iniciales de 2022, reiteró su oferta de amparo, esta vez a
la administración Biden, pero tampoco recibió respuesta.
López Obrador fue claro al señalarle a Trump que, en su reclusión en
Londres, la salud del reo empeoró severamente y está en riesgo real de
morir en prisión, posibilidades que, lamentablemente, no variaron.
Assange enfrenta una posible condena de cárcel por muchos años en
Estados Unidos. En mi opinión, aunque haya actuado de manera equivocada,
es una persona movida por ideales y principios, y pienso que por ese
hecho debiera ser merecedor de compasión, escribió.
Fue como golpear con el badajo una campana neumática pues la Casa Blanca
hizo mutis por el foro con lo cual evidenció que su interés de castigar
al joven australiano es irreversible, tanto para republicanos como
demócratas, que incurren por igual en la misma mentira y en violación de
sus propias normas jurídicas y leyes.
LO QUE OCULTAN LOS CARGOS A ASSANGE
A Assange lo tratan de inculpar de delitos muy graves, aunque
indirectos, como espionaje o traición, de los cuales está muy lejos de
ser responsable, y ocultan tras esa falacia el verdadero motivo que es
seguir bloqueando, como han hecho hasta ahora, el derecho a la libre
información de la ciudadanía.
Con esa posición de culpabilidad, además, dan un espaldarazo a
criminales de guerra que actuaron en la aberrante guerra de Iraq para
apoderarse de su petróleo y hacerse de un enclave geoestratégico en esa
región del Oriente Medio.
Assange no espío ni traicionó a nadie, simplemente publicó en su sitio
en redes 77 mil documentos militares reveladores de hechos brutales en
ese país y, meses más tarde, 400 mil informes muy comprometedores que
pusieron al desnudo la naturaleza asesina y de conquista de aquella
guerra.
Gracias a ello, el mundo conoció los horrores de la invasión, incluso
con imágenes desgarradoras de torturas y asesinatos deliberados a
civiles por parte de los soldados estadounidenses, a través del sitio
web que él mismo fundó en 2006: WikiLeaks.
LO QUE DEVELÓ WIKILEAKS EN IRAQ
Más allá de las atrocidades que WikiLeaks develó gracias al trabajo
informativo de Assange y su equipo, lo que más dolió y pesa en contra
del australiano, fue la evidencia de la rapiña que sirvió de eje a la
invasión en favor de las grandes transnacionales del petróleo de Estados
Unidos.
Entre estas últimas, la más descollante en la destrucción y el saqueo de
Iraq fue la poderosa empresa Halliburton a la que estuvo muy ligado Dick
Cheney, vicepresidente del gobierno de George W. Bush, y exconsejero
delegado de esa transnacional, cargo que abandonó para poder ejercer al
lado de la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Fue acusado en aquella época de ser el artífice de lo ocurrido en ese
país árabe y de entregar a esa empresa los principales contratos para la
explotación del crudo robado y de otros jugosos convenios calculados en
unos 20 mil millones de dólares, para que la Halliburton se encargara de
la reconstrucción del país destruido por ellos mismos.
Cheney tuvo incluso la desvergüenza de recibir las millonarias
indemnizaciones que esa transnacional le pagó por dejar su cargo
ejecutivo, en pleno ejercicio de su empleo como vicepresidente de
Estados Unidos.
Halliburton obtuvo la mayoría de los contratos en Irak sin licitaciones
por la gestión de Cheney.
Revelar esas verdades está muy lejos de ser un acto de espionaje o de
traición a la patria, y de los demás cargos que le han fabricado.
Todas las denuncias formuladas en aquella época contra el vicemandatario
no prosperaron, y el mundo se enteró de muchas de esas arbitrariedades y
saqueo impune de las riquezas de un país entero por la acción
informativa e investigativa de ese sitio web y los miles de documentos
confirmatorios que develó.
El gobierno de Bush pidió que la justicia condenara a Assange y comenzó
una feroz cacería de brujas y una brutal campaña tergiversadora de los
hechos y de la actividad informativa e investigadora de WikiLeaks para
demonizarla, al igual que a su fundador.
LA VALIENTE ACTITUD DE WIKILEAKS
En respuesta a aquellos ataques iniciales -que se han mantenido en el
tiempo por cada uno de los presidentes que, desde entonces, han ocupado
la Casa Blanca hasta llegar a Joe Biden- el sitio y su creador
fortalecieron la plataforma de Internet para no solo exponer acciones
cuestionables de diferentes gobiernos, sino también de poderosos grupos
corporativos.
Con esa valiente actitud se lograban dos objetivos simultáneos:
consolidar un medio público de denuncias de corrupción y otros delitos,
y segundo, defender con una práctica legal y transparente, el derecho a
la información.
Assange denunció con esa labor, tan molesta para las transnacionales,
cómo lucraban con la riqueza ajena y se convertían en instrumentos de
succión del capital circulante en el mundo para concentrarlo en pocas
manos y ensanchar la brecha entre ricos y pobres.
A comienzos del año 2011, WikiLeaks develó, por ejemplo, cómo grandes
corporaciones estaban vendiendo a diferentes gobiernos sistemas para
vigilar y controlar la información de cada persona, sin importar quién
fuera, a través de sus celulares, correos electrónicos y redes sociales,
algo insoportable para los grandes intereses.
Esa actividad sí constituye un acto de espionaje a gran escala.
LA TRAMA PARA LA DETENCIÓN DE ASSANGE
La cacería de brujas contra él y su sitio se intensificó, y así surgió
la farsa de violaciones sexuales para encarcelarlo, que no funcionó,
pero sirvieron de pretexto para que en noviembre de 2010 Interpol
emitiera aquella tristemente famosa orden judicial para el arresto del
activista, seguida de la historia hartamente conocida.
Assange siempre tuvo la certeza de que el interés de Londres para
extraditarlo era parte de una conspiración más amplia de la Casa Blanca
y los grandes empresarios para enviarlo a Estados Unidos acusado de
violar la Ley de espionaje, una aberración legal que podía conducirlo
incluso a la silla eléctrica.
En junio de 2012, dos meses después de que el Reino Unido dictaminara
que debería ser extraditado a Suecia, Assange se refugió en la embajada
de Ecuador en Londres y le fue concedido asilo político por el entonces
presidente Rafael Correa.
Allí estuvo encerrado casi siete años por el contubernio del gobierno
británico con el de Washington, hasta la cobarde y miserable traición
del siguiente mandatario ecuatoriano, Lenin Moreno, en abril de 2019,
quien lo entregó a la policía, a sabiendas de las consecuencias.
Un mes después, el Reino Unido lo condenó a 50 semanas de prisión por
haber incumplido su fianza y lo hacinó en la cárcel Belmarsh de Londres.
Mientras, Suecia reabrió las investigaciones en su contra a las cuales
ya había renunciado y la Casa Blanca aceleró su campaña y presiones para
la extradición que todavía sigue en debate judicial en Gran Bretaña.
LA IMPORTANTE GESTIÓN DE LÓPEZ OBRADOR
Ante el inminente peligro de que esto último sucediera, y previendo las
graves consecuencias para Assange ya con su salud muy quebrantada, surge
la gestión del presidente López Obrador.
En esencia, está basada en dos criterios que considera importantes: el
sentido humanitario que debe prevalecer en la justicia de los hombres, y
la defensa de la libertad de expresión.
Como se conoce, ambos alegatos fueron desestimados por Trump y en estos
momentos los están siendo por Biden.
Prevalece, en cambio, la idea de la venganza, tanto institucional como
empresarial, y una falsa ética de cófrades, inocultable en lo personal
entre Boris Johnson y Donald Trump, reconocidos como grandes amigos.
Evidentemente, el primer ministro británico no ha querido afectar su
alianza con Estados Unidos y eso perjudica a Assange.
La defensa del fundador de WikiLeaks ha intentado desmontar la falacia
en los delitos por los que es requerido en Estados Unidos- 17 en total-,
que suman una condena de más 175 años de cárcel hasta pena capital entre
ellos conspiración para acceder a información confidencial y
clasificada, lo cual vinculan con espionaje.
Por supuesto, que el peligro de que algo malo le suceda a Assange se ha
multiplicado con la insólita decisión tomada el 10 de diciembre por el
tribunal británico de apelaciones encabezado por los magistrados Ian
Duncan Burnett y Timothy Holroyde.
Ambos resolvieron permitir su extradición a Estados Unidos, en contra de
la que adoptó en enero de 2021 su colega Vanessa Baraitser.
De ratificarse en el incierto proceso de apelación, la única garantía de
integridad física y mental con la que cuenta Assange es un muy frágil y
poco confiable compromiso de autoridades estadounidenses de garantías
sobre su seguridad y tratamiento médico y psiquiátrico.
En este contexto, la carta de López Obrador a Trump, y hecha pública con
la evidente intención de que Biden la asuma, adquiere una nueva
actualidad y una mayor dimensión política y humana, debido a las grandes
posibilidades de que se consume uno de los peores ataques a la libertad
de expresión que se haya hecho jamás.
rmh/lma