NICARAGUA. LA LARGA NOCHE DEL 16, HACE 41 AÑOS


por Luis Varese

Por el walkie talkie, llegaban las órdenes, eran como las 2100 horas. Llovía muchísimo, la disposición era de avanzar a como dé lugar. No veíamos nada delante, solo a lo lejos a unos 5 kilómetros calculo, luces de jeeps y camiones que maniobraban durante varios minutos. Para llegar a ellos debíamos pasar una hondonada y un cañaveral, de esas cañas delgaditas que se curvan, vuelven a enterrarse y salir eso lo habíamos visto al llegar al atardecer. La columna había sido reorganizada el día anterior. Salvo una escuadra de bravos combatientes nicas, todos éramos internacionalistas. Hombres y mujeres hasta sumar 92. Mi segundo era un joven argentino al que decíamos Che, inevitablemente.

Marvin, triangulando a través de Fernando, Alejandro Guevara, mi jefe directo, ordenaba avanzar. Argumenté que no teníamos la información, que la Guardia estaría emboscada en el cañaveral, que era imposible avanzar sin hacer ruido que si pudiéramos esperar hasta la madrugada al menos. Marvin ordenó Si Juan tiene miedo que lo remplace su segundo…..y eso lo escuché directamente, no hubo necesidad de triangulación. Solamente contesté, Patria Libre o Morir y comenzamos a caminar. Uno de los compañeros nicas de mayor edad dijo que el mando de la columna no podía ir al frente, que nos quedaríamos sin comando, que ellos irían. Caminamos más rápido y el ejemplo, como es en todas las guerras populares, fortaleció la velocidad y el coraje de la marcha.

Nuevamente las luces que se mueven y nos vamos adentrando en el cañaveral tratando de abrir los espacios entre combatiente y combatiente, esos 5 kilómetros (calculo ahora) se hicieron larguísimos, en unas 4 horas.

La columna estaba dividida en tres partes, el grueso iba atrás con las médicos chilenas y la carga con la recua de mulas y pertrechos. Adelante tres escuadras altamente fogueadas y combativas. Una al mando de Che, otra al mando de Pedro y otra al mando de Juan. Separadas lo más posible, para reducir el número de bajas. Al medio iba el gruseso de los combatientes para ir reemplazando a los que cayeran. Al amanecer, encontramos varios nidos para ametralladoras, esperándonos para la emboscada. Afortunadamente estaban vacíos. La Guardia había huido.

Llevábamos caminando en total casi 24 horas seguidas desde que nos reagrupamos y reconstituimos la Columna que bautizamos María Castil Blanco.

Por la mañana ecuchamos un estruendo de disparos hacia la retaguardia. Un compañero especuló, se han metido los yanquis por Costa Rica. No, eran los nuestros que celebraban la huida de Somoza. El 17 de Julio, el día de la alegría fue bautizado después. Y 11 años más tarde nació en Nicaragua, Martín el Nica, mi hijo y de Maruja.

Recibimos la orden de reagruparnos en Sapoá, lejísimos para nosotros (ahora que veo el mapa, ni era tan lejos).

Yo había recibido la esquirla de una roca que me partió el puente de los lentes por la mitad y se me incrustó en la frente con otros pedacitos de piedra. Fue el mismo día que a Michel lo hirieron en el talón mientras que reptaba colina arriba (para que vean lo rasante que iban los tiros) y a Tejón le volaron la punta de la nariz, cuando asomó detrás de la misma roca que me protegió e hirió apenas. El armazón de mis lentes los había reorganizado con esa cinta plateada que se llama gaffer tape de tal manera que quedaban unos 8 centímetros circulares de lente para poder mirar. Mi compadre Raúl me limpió la frente con un pañuelo húmedo pensando que era lodo, eran las costras de las heriditas. Una médico me curó.

Un año después, el 19 de julio de 1980, en la recepción que le dieron a Fidel, me encontré con Marvin. Recién hablamos, desde aquellas órdenes. El objetivo había sido cortarle la huida a la Guardia antes de que se embarcara en lo que se llamaba Puerto Somoza (si mal no recuerdo). Hicimos el esfuerzo pero no cumplimos, le dije. Sí, hubiera sido muy importante haberlo logrado, reprochó. Hubiéramos tenido muchísimas bajas, digo. Sí, responde, entre un 60 a 75 por ciento de bajas. Ese cañaveral era muy jodido. Ajá, dije yo, la verdad que un poco resentido. Marvin, José Espinoza, era uno de los muy duros.

De esa conversación fue testigo Carlos Urrutia, en ese entonces director de la Revista Marka. Cuando Tomás se lo presentó a Fidel, éste le dijo a Carlos… y en que número de cierre va tu revista, porque eso es lo que hay preguntarte…cada vez que pregunto está cerrada por la dictadura. Hubo risas y mucho cariño, como el que se da entre la gente que se quiere por encima de conocerse…esta es otra historia la de esa tarde en Managua.