PERÚ. LA PLAZA DEL LIBERTADOR

 

Por Gustavo Espinoza M.

Nuestra Bandera / Domingo 29 de junio 2025

(www.nuestrabandera.pe)

Recientemente, y por iniciativa de un casi anónimo parlamentario iqueño integrante de una de las familias más poderosas del sur afectadas por la reforma agraria, el Congreso de la República aprobó una Ley cambiando el nombre a la Plaza Bolívar, la Plaza del Libertador.

De acuerdo con la voluntad del Legislador, el indicado lugar histórico situado ante el edificio del Poder Legislativo se llamará ahora “Plaza de la Constitución”. Como bien ironiza Luis Varese, debería precisarse a qué Constitución se refiere, ya que hemos tenido 13 en la historia del Perú Republicano, y la más reciente -la que dictara Alberto Fujimori en el 93- ha sido cambiada tantas veces que ya no se sabe cuál fue su versión original. 

Tal vez los asesores del congresista de marras, aludieron a la primera Carta Magna, la de 1822  em cuyo honor se designó así a  esa Plaza que entonces se denominaba de la Universidad, por estar allí San Marcos.  Pero esa decisión fue tan efímera como la Constitución de entonces. En 1825 la Plaza cambió de nombre. 

La decisión parlamentaria referida al cambio de hoy, fue aprobada casi entre gallos y media noche, sin lugar a un debate abierto, y sin que se consultara la opinión de nadie, menos aún de historiadores y académicos, conocedores de las raíces de nuestro Estado.

Y es más, se le ocultó, tras una votación que llamaría más la atención ciudadana, aquella que “amnistiaba” todos los crímenes consumados por miembros de la Fuerza Armada y de las Fuerzas Policiales en los denominados “años de la violencia”.

Esta disposición concitaría una mayor atención pública dado que involucraba casos ominosos, algunos de los cuales aún están pendientes en la administración de justicia. Cobijar tras la mampara de esa discusión el cambio de nombre de una Plaza, podía ser considerado un hecho menor. Y quizá por eso, pasó casi desapercibido para la gran mayoría de peruanos.

Pero es bueno señalar que este cambio de nombre es lo que en términos de Psicoanálisis se denomina un acto fallido, una acción inconsciente que, al decir de Freud,  busca ocultar algo  o encubrir  una intención que se procura esconder para que pase desapercibida. Y si, claro, si ese fue el propósito del congresista de marras, la cosa estuvo fríamente calculada.

Pero la verdad no puede ocultarse mucho tiempo, y ella se ha puesto en evidencia pronto. Es que encarnaba un brulote de dimensiones mayores y una verdadera afrenta a la peruanidad cuando no a la historia misma. Porque la Plaza Bolívar está enraizada en la historia del Perú.

En verdad, el origen de la Plaza se sitúa en el Siglo XVI, en los años de la Colonia. En ese entonces allí funcionaba la sede de una institución que trae muy gratos recuerdos a diversos congresistas de nuestro tiempo: el Tribunal del Santo Oficio, más conocido como La Inquisición, pero con la República se perfiló de otro modo.

En 1822 se le llamó, en efecto, Plaza de la Constitución, porque allí fusionó la Primera Asamblea Constituyente. que tuvo ciertamente una vida efímera. A poco andar se le denominó Plaza Bolívar,  que debiera conservar per sécula seculorum. 

Desde 1825 el nombre de esta histórica Plaza estuvo asociado al   del Libertador, aunque el Monumento que se alza en ella data solamente de 1859 cuando gobernaba el Perú don Ramón Castilla, uno de los más ilustres mandatarios del siglo XIX.

Como se recuerda, Bolívar llegó a nuestras tierras el 1 de septiembre de 1923 llamado con urgencia por el Congreso del Perú para que cumpliera las funciones de Libertador.  En esa circunstancia, el Perú vivía una etapa álgida de su historia. Luego de la entrevista de Guayaquil celebrada en julio de 1822, José de San Martin había optado por irse del país, que perdió la poca estabilidad que había logrado después de la declaratoria de la Independencia.

La Oligarquía hispanista, que se volvió Republicana de la noche a la mañana el 28 de julio de 1821, había retomado peligrosamente la iniciativa y buscaba ubicarse sin resuello a la cabeza del Estado naciente, alentando un reacercamiento con la Corona ibérica.  Esta ofensiva se manifestó de diversas maneras.

Hubo una creciente campaña de odio contra Bernardo de Monteagudo, el valeroso y radical argentino que vino con San Martin y volvió al Perú con Bolívar para consolidar la Independencia; y hubo también arteros ataques contra Bolívar al que acusaron de “dictador” por haber acumulado Poderes para enfrentar la Campaña final de la Independencia.

Parte de esa tendencia, seria finalmente la famosa letrilla atribuida José Joaquín Larriva: “Cuando de España, las trabas en Ayacucho rompimos, otra cosa más no hicimos que cambiar mocos por babas. Nuestras provincias esclavas quedaron de otra Nación. Mudamos de condición, pero sólo fue pasando del poder de Don Fernando al poder de Don Simón”.

Como se recuerda, en enero de 1824 los “realistas”. Que nunca se habían sentido derrotados, amagaron nuevamente el Poder Central en Lima, lo que obligó a Bolívar a trasladar su sede gubernativa al norte del país, asentándose en Trujillo. Desde allí organizó espacios y posiciones de corte soberano.

Después vendrían las gloriosas jornadas de Junín y Ayacucho. Sin ellas, no se habría asegurado la Independencia. Allí el genio de Bolívar y de Antonio José de Sucre sellaron definitivamente la suerte de América, pero no apagaron la campaña pro hispanista que la oligarquía criolla abrigó siempre, y que se expresó en una ofensiva ordinaria de denuestos contra El Libertador.

Por lo visto ella dura hasta hoy, y se manifiesta en la más mediocre mezquindad en el también más mediocre y mezquino congreso peruano que busca borrar el nombre de Bolívar de la plaza principal del Legislativo.

En Madrid también se recuerda con nostalgia estos episodios. Allí ha surgido ahora una entidad   fascista denominada “VOX” cuya máxima aspiración es “reconstruir la iberohispanidad”, una suerte de virreinato mental que busca imponerse con la complicidad de quienes añoran el mando de la Corona.

VOX acaba de celebrar su IV Encuentro en Asunción, la capital paraguaya, desde donde ha hecho votos porque avance el mundo ibérico en estas tierras de América, acabando ciertamente con el legado de Bolívar.

Querrán luego que la Avenida 9 de diciembre vuelva a llamarse “Paseo Colón” y que la Plaza San Martin troque su denominación para ser, de ahora en adelante, Plaza Fernando VII.

De ese modo, el alcalde de Lima podrá trasladarse cómodamente en su caleza por las rutas virreinales de la ciudad capital,

En cambio, para nosotros, los peruanos, la Plaza Bolívar seguirá llevando su nombre y haciendo honor a su condición de Plaza del Libertador. (fin)