Por Alfredo Pita
Los quince jinetes del Apocalipsis se han reunido en Londres. En la
foto, solo Pedro Sánchez, de España, y el canadiense Justin Trudeau, parecen no tomarse muy en serio la cita en torno a Ucrania y a Zelensky, al que sus amigos arropan después de su gresca con Trump y Vance. }
Los otros parecen ceñudos y convencidos de que la guerra proseguirá, una guerra a la que no irán ninguno de ellos, ni sus hijos. Dicen que le van a enviar a Trump una propuesta de alto el fuego para que se la alcance a Putin.
Podemos suponer que será una propuesta redactada de tal forma que los rusos no aceptarán, con lo que quedará limpio el camino para seguir llenándolo de cadáveres, puesto que la moledora de carne no se detendrá.
Estoy desde el comienzo contra esta guerra, en sus orígenes y en su desarrollo. Considero criminal enviar al matadero a un millón de hombres y de jóvenes, por solo el anhelo de los demócratas estadounidenses, y del complejo militar-industrial-lobista al que sirven, de ver a Rusia destruida y desmembrada; de ver reeditado su logro de 1999, que fue bombardear y destruir, vía la OTAN, a Yugoslavia.
Hay gente simple que considera que por sentir y pensar esto soy un incondicional del presidente ruso.
Hay tonterías que ni se responden, siempre ha sido esta mi política. Como es evidente, Trump va a continuar con su empeño de remodelar al mundo, a su parte del mundo, o lo que considere como tal, y esto lo hará a su estilo, a caballazo limpio.
Intentar potenciar a su país y redefinir su zona de influencia es una clamorosa aceptación de que el unilateralismo ha muerto y de que el trilateralismo es inevitable.
Curiosamente, los apocalíticos de la Europa socialdemócrata, que son más que nada neoliberales, quieren continuar la guerra, cueste lo que cueste.
Es de preguntarles cómo van a hacer, sin Trump, ahora justamente que sus economías zozobran, que sus industrias se caen en pedazos y cuando sus sociedades vuelven a saber lo que es la miseria. Todo esto gracias a la guerra, a su guerra.
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