CONTINUAR LA OBRA

Manuel J. Valdivia Rodríguez  

Ante el deceso de personalidades que han producido obras de relieve, como acaba de suceder con la partida del Padre Gustavo Gutiérrez, es natural y comprensible que muchos manifiesten el dolor que les produce el vacío que queda.

Hay quienes declaran con orgullo su cercanía: Fueron sus alumnos, sus compañeros de trabajo o, simplemente, amigos que disfrutaron de su sabiduría en agradables tertulias plenas de contenido. Es explicable que se produzca de inmediato esta expresión de afecto y admiración.

Atenuado el dolor, conviene dar un paso favorable. Quienes tuvieron el privilegio de su cercanía a la persona de genio deben asumir una tarea a que están obligados por el aprecio que le tenían.

Se requiere de trabajos tendientes a mantener vivo el pensamiento de las personas admiradas. Quedan sus libros, sus artículos, sus conferencias, es cierto, pero si no hay una labor de expansión, de profundización, de extrapolación a otros contextos, las obras que han dejado quedará ornando un lugar en los estantes hasta que solo quede el vago recuerdo de sus títulos.

El pensamiento de esos creadores debe nutrir la atmosfera intelectual del país por obra amorosa de quienes debieran ser sus continuadores o los guardianes de sus textos. Los recursos son varios: artículos, conferencias, reseñas; intervención en conversatorios, seminarios, coloquios, todo eso es posible.

Más aún ahora que la web tiene caminos disponibles: las redes o Youtube, por ejemplo. Nuestra abominable TV no lo hará; pero puede haber iniciativas de particulares o de instituciones para que aquello que se haga no quede en un cenáculo.

Esa sería una manera de contribuir a la forja de un pensamiento nacional y, si se quiere, latinoamericano. Poderosa semilla hay; puede haber terreno fértil. Falta la obra de los cultores.