1961 – 2023
Ricardo Gadea Acosta
LOS BOMBARDEOS POR SORPRESA
El 15 de abril del 61 me encontraba casualmente en la casa de Hilda, en el reparto Miramar, apenas a un kilómetro del aeropuerto militar de Ciudad Libertad. Nos despertamos con las primeras luces del alba, con el atronador ruido de las bombas y el traquetear de las baterías antiaéreas.
Aullaban las sirenas de alarma y corrían por la Quinta Avenida a toda máquina ambulancias, vehículos policiales, coches de bomberos. En el cielo despejado de la mañana se observaban a lo lejos los aviones plateados sobrevolando en círculos el área de Ciudad Libertad.
Radio Rebelde informaba que en esos instantes se producían ataques en otros dos puntos de la isla: el aeródromo Antonio Maceo de Santiago de Cuba y la base aérea de San Antonio de los Baños, a unos 80 kilómetros de La Habana.
Los sorpresivos ataques aéreos los protagonizaban varias escuadrillas de bombarderos B-26, de la época de la II Guerra Mundial, de procedencia desconocida. La información radial afirmaba que los aviones atacantes lucían los colores y la bandera de Cuba.
El propósito de esta operación aérea de gran envergadura no podía ser otro que eliminar por sorpresa la fuerza aérea cubana en tierra y adueñarse del aire. El pueblo cubano percibió en ese instante que comenzaba la invasión, aunque nadie sabía exactamente por dónde. Cuba posee más de 2 mil kilómetros de costas. Estados Unidos presentó inmediatamente la operación como una rebelión de un grupo de desertores de la aviación cubana.
La población entró en ebullición y se movilizó en todas partes como en una reacción en cadena. Se suspendieron de inmediato las clases y las actividades laborales. No funcionaron más las guaguas de transporte público. Los vehículos fueron movilizados para llevar a los combatientes hacia sus lejanos emplazamientos. La gente se trasladaba en todo tipo de vehículos públicos y particulares que de forma solidaria brindaban su apoyo.
Las avenidas principales se llenaron de bulliciosas marchas. Se concentró una inmensa marea humana en las plazas de todo el país y los comités de milicias y las organizaciones populares entraron en febril actividad. El color predominante de la ropa de la gente pasó a ser verde oliva.
La defensa no era solo misión del Ejército Rebelde. La Milicia Nacional Revolucionaria contaba con un millón de combatientes organizados. Los milicianos tenían batallones de hombres y mujeres, armas, bases de entrenamientos, zonas de concentración, áreas de vigilancia, presencia organizada en toda la isla.
El pueblo cubano organizó febrilmente la defensa. Nadie sabía por dónde llegaría el zarpazo yanqui. En cualquier momento comenzaría el desembarco de las tropas invasoras.
ESPECTADOR O COMBATIENTE
Tuve que decidir de inmediato qué hacer personalmente ante el inminente ataque. La revolución cubana enfrentaba el peligro de desaparecer devorada por la máquina de guerra yanqui. No era posible mantenerse al margen.
Por la tarde nos reunimos un grupo de compañeros latinoamericanos exiliados, estudiantes y técnicos identificados con la revolución. Nos encontramos en uno de los jardines de la Universidad de La Habana, transformada en un gigantesco centro de milicias.
Compartimos nuestras inquietudes y llegamos a la conclusión de que era absurdo resignarnos a ser espectadores en una batalla en que se decidía nuestro propio destino.
Por mi paso por el “Leoncio Prado”, al menos sabía usar las armas. Entre los compañeros de otros países había también militares. Me acuerdo vivamente de Marco Antonio, un capitán guatemalteco exiliado por su participación en una sublevación nacionalista en la Base Militar de Puerto Barrios, unos meses antes. El más animoso y conocedor del tema.
Asumimos la decisión de presentarnos a las autoridades cubanas para pedir que nos enviaran al frente como voluntarios.
La respuesta fue inmediata. Los responsables cubanos no nos mandaron al frente como pedíamos. Nos dieron fusiles y nos encomendaron una tarea mucho más modesta: la vigilancia de determinadas instalaciones de seguridad en la ciudad de La Habana. No faltaban combatientes. Si la situación se complicaba contarían con nosotros.
LA DEFINICIÓN SOCIALISTA
Al día siguiente, en el acto de homenaje a los caídos en los bombardeos, frente al Cementerio Colón, Fidel Castro definió de una vez por todas el carácter socialista de la revolución. Cuba se apoyaba en la Unión Soviética y en el campo socialista para enfrentar la agresión norteamericana.
Éste fue un avance fundamental de la Revolución Cubana, como respuesta ante la inminente intervención.
— Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!
–¡Pa’lante y pa’lante, y al que no le guste, que tome purgante …! -–festejaba con alegría contagiosa la multitud enfervorizada.
Es verdad que la Revolución Cubana desde su inicio se definió antibatistiana, nacionalista, democrática y antioligárquica. Su pensamiento guía fue el de José Martí, gran intelectual anticolonialista, americanista, humanista y ferviente partidario de los pobres y desposeídos.
Oficialmente la Revolución Cubana fue en sus primeros dos años verde oliva como las palmas. En este período tuvo que responder golpe por golpe las agresiones de la oligarquía criolla y sus socios imperialistas. Los líderes revolucionarios condujeron con mano firme la profundización del proceso. Inevitablemente, la revolución afectaba los intereses imperialistas, la oligarquía azucarera y comercial cubana no eran más que intermediarias de las empresas gringas.
Si bien la revolución no se había definido socialista hasta entonces, algunas medidas adoptadas desde el gobierno revolucionario sí tenían una clara definición. Sobre todo, en octubre del 60, la nacionalización de 381 grandes empresas de los grupos capitalistas más poderosos, tanto cubanos como norteamericanos.
Con tales antecedentes, la abierta definición política se produce en el momento de la invasión. Todo el pueblo cubano compartió el carácter socialista de la revolución. Para avanzar y sobrevivir, el proceso tenía que derrotar la agresión imperialista en marcha. La URSS y el campo socialista eran los únicos aliados capaces de frenar a Estados Unidos. Así se salvó Cuba.
A lo largo de la historia los gringos han intervenido en su patio trasero cuando veces han querido. Hacen campañas, condenan y satanizan, manejan todos los organismos y resortes de poder, incluso protagonizan invasiones y aventuras militares, o financian cuartelazos o conspiraciones, para eliminar los gobiernos que no convienen a sus intereses.
La historia ha registrado el intervencionismo norteamericano en Latinoamérica desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. El ejemplo más reciente es el acoso y agresión sistemática declarada por los gobiernos norteamericanos contra Venezuela y su gobierno bolivariano.
Cuba tenía que enfrentar y ganar la batalla contra la intervención yanqui para seguir adelante con su propia revolución. No había manera de evitar ese enfrentamiento. Frente a la intervención norteamericana sólo cabía el Patria o Muerte, ¡Venceremos!, en caso contrario no habría futuro alguno.
–Toda revolución verdadera — afirmaba el Che — tiene que ser socialista o no será.
EL DESEMBARCO DE BAHÍA DE COCHINOS
Cuando llegaron las primeras informaciones de la invasión, quedó en evidencia que se trataba de un plan complejo y de enorme envergadura.
Estados Unidos, como lo había hecho antes en Guatemala, había conformado un poderoso contingente de mercenarios armados, financiados y entrenados por el Pentágono. Operaban desde bases en Guatemala, Nicaragua, Panamá y Puerto Rico. Un ejército de mil quinientos exilados cubanos bien pertrechados, con 15 barcos y 30 aviones. Una fuerza militar más potente que cualquier ejército centroamericano.
El gobierno yanqui organizó esta fuerza mercenaria, denominada Brigada 2506, y preparó un futuro gobierno provisional con los líderes de los grupos contrarrevolucionarios. Necesitaban mantener un territorio liberado, al menos 72 horas, para trasladar ese gobierno provisional a Cuba. Su propósito era el reconocimiento formal y el apoyo militar directo.
El lugar elegido para la invasión fue Bahía de Cochinos, a poco más de 200 Km. de La Habana. Esta bahía posee amplias playas (Playa Girón y Playa Larga), aisladas del resto del territorio cubano por la Ciénaga de Zapata, el mayor pantano de Centroamérica, atravesado solo por estrechos terraplenes.
Cualquier fuerza que acudiera a combatir a los invasores tenía que entrar forzosamente por las angostas vías de acceso que atraviesan la Ciénaga. La Brigada 2506 contaba con tanques para controlar las entradas e impedir la penetración de las tropas de la revolución.
Lo más notable de este episodio histórico fue el espíritu de combate del pequeño contingente de milicianos de las playas de Bahía de Cochinos y el rol decisivo de la aviación cubana.
A las dos de la madrugada del día 17, las milicias detectaron las operaciones de desembarco y se enfrentaron decididamente a los invasores con simples fusiles.
Según el plan atacante, al amanecer todos sus destacamentos y armas debían estar instalados en territorio seguro. Al enfrentar una resistencia imprevista no lograron desembarcar suficientemente rápido, el nuevo día los sorprendió con barcos en la playa y a medio descargar.
Los bombardeos previos no lograron destruir todos los aviones en tierra. Con las primeras luces del amanecer los escasos aviones cubanos encontraron los barcos de los invasores, los atacaron y hundieron a dos. Derribaron siete aviones de los invasores. La aviación revolucionaria se adueñó de los aires, al revés de lo que había calculado la contra.
Los estrategas de la invasión tampoco previeron la capacidad de lucha de las milicias locales y fueron víctimas de su propia campaña de mentiras contra la revolución cubana al creer que la población los iba a recibir como libertadores.
En apenas 56 horas la invasión fue aniquilada por las fuerzas revolucionarias, convirtiéndose en la primera gran derrota del imperialismo en América. Todos los mercenarios fueron tomados prisioneros o muertos. Las armas de los invasores fueron capturadas.
El aislamiento de las playas de Bahía de Cochinos dejó a los mercenarios sin vías de repliegue hacia zonas montañosas como El Escambray, en donde la CIA y el Pentágono intentaban promover un frente guerrillero interno.
Un año después, los 1,200 mercenarios sobrevivientes fueron canjeados por frascos de compotas para bebés y medicamentos por un valor de 53 millones de dólares.
Tales episodios extraordinarios marcaron la época y definieron el rumbo de la Revolución Cubana. Es la historia de la primera revolución socialista en América Latina, que puso de manifiesto los extremos a los que tienen que llegar los pueblos para romper la hegemonía yanqui.
De esta forma la Revolución Cubana sobrevivió a la agresión imperialista. Su ejemplo ha valido para que América Latina y el Caribe en su conjunto sean hoy, sesenta y dos años después, más independientes y posean mayor capacidad para defender sus recursos y para conquistar su lugar en el mundo y en la historia.
Esta realidad promisora se ha nutrido de la gesta precursora de Cuba.
Lima/ 17/ 04/ 2023
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