Paulo Cannabrava Filho*
Resumen Ejecutivo, del 14 de enero, boletín de la organización Lyndon LaRouche, vinculado al Instituto Schiller, think tank con sede en Alemania, recoge artículo de Evan Ellis, publicado el día anterior por el Centro de Estudios Estratégico del Ejército Peruano en que se deduce que habrá una guerra de Estados Unidos contra China, probablemente el 2027.
Son especialistas, tanto uno como el otro, y el argumento es consistente. Fundase en el conflicto global por Taiwán y en los pasos que Estados Unidos viene dando para poder sostener esa guerra. Una guerra protagonizada por la OTAN global y que involucra estratégicamente América Latina, más específicamente el Brasil.
Para esa guerra el Comando Indo-Pacífico de Estados Unidos precisa mapear con mucha antelación las piezas con que cuenta China y las que necesitan contar para el confronto. Para los estrategas todo lo que China realiza tiene doble contenido, civil y militar. Así, la expansión de la Nueva Ruta de la Seda, construyendo infraestructura, es un proyecto militar, tal como la construcción de la más grande flota naval del mundo, en tiempo récord.
Ellis entiende ser imperativo para los mandatarios latinoamericanos y planificadores estratégicos militares entiendan que la región puede convertirse en escenario de ese conflicto.
Más de una doctrina de Estados Unidos – reiterada por Biden una y otra vez – considera China como enemigo estratégico. La orden es detener por todos los medios y/o retardar el máximo posible el desarrollo chino. Eso en el campo político y económico significa imponer obstáculos al suministro de materias primas que China requiere, a la vez que garantizar ese suministro para Estados Unidos y su Otan global.
Biden, en febrero de 2022, enfatiza que “imagina un Indo-Pacífico abierto, conectado, próspero, resiliente y seguro – y estamos listos a trabajar con cada uno de ustedes”. En enero ya había logrado un acuerdo de seguridad – pacto de defensa – firmado entre Japón y Australia con la clara intención de contratacar las iniciativas de China.
Chile, Perú, Colombia ya cuentan con múltiples bases militares para garantizar suministro para la Otan (Colombia ya integra la Otan) y bloquear eventuales suministros a China. Brasil y Colombia integran el Comando Sur de Estados Unidos. Brasil ¿hasta cuándo? Esa es una cuestión crucial para Estados Unidos; mantener el estatus colonial de Brasil, estratégicamente fundamental para la aventura de una guerra de la Otan global contra China.
Brasil es el Atlántico Sur. Recordemos que Roosevelt estuvo dispuesto a invadir y ocupar Brasil como condición para entrar a la Segunda Guerra Mundial. Logró las bases aéreas y navales suficientes para garantizar la victoria. No por menos ha bautizado de Trampolín de la Victoria. No fue solo la cuestión de las bases, ha sido también una cuestión de suministro de materias primas. Más del 70 por ciento de las materias primas estratégicas provienen de proveedores externos.
La guerra híbrida que se está librando contra el pueblo brasilero desde la década de 1980 se libra en el marco de esa estrategia global. Alcanzó su ápice con la Operación de Inteligencia realizada por las Fuerzas Armadas que culminó con la captura del poder en 2018, sin dar un tiro, “legitimada” por el voto.
Planificada por décadas la captura del poder, han pasado los últimos cuatro años planificando y ejecutando operaciones de guerra psicológica y otras tácticas de guerra híbrida, guerra cultural, guerra cibernética, para quedarse, declaradamente, en el poder por lo menos 30 años.
Algo no resultó, o no previeron ciertos cambios en el escenario mundial y local, perdieron las elecciones, en realidad una operación militar para seguir en el poder. No se conforman. Ese inconformismo está en cada frase, en cada gesto de los que integraban el gobierno, un gobierno de militares.
Ahora, desde enero de 2023, asume un gobierno civil con disposición de poner de vuelta Brasil entre los Brics. Brics ampliados e Iniciativa de la Franja y Ruta, con sus bancos de desarrollo y un sistema de cambio que ya dispensa el dólar como moneda de referencia es un tiro de misericordia en la unipolaridad impuesta por la hegemonía de Estados Unidos.
Los actos vandálicos y de terror, ocurridos en diciembre como en enero, practicados por bandas de civiles, ya se comprueba que han tenido por tras los comandos militares. No hay como negarlo. Los militares en el poder han pasado los cuatro años en campaña y terminado el mandato siguen en campaña. Eso significa que tratarán de seguir a imponernos sus narrativas y volver un infierno la vida del gobierno civil.
Van jugar para derribar, para dificultar al máximo que los civiles tengan éxito en su proyecto de democratización y desarrollo. Desarrollo y democracia solamente serán posibles con soberanía, con liberación nacional. Es en contra de eso que ellos jugarán.
¿Ellos quiénes? El comando supremo está en Estados Unidos: son los señores de todas las guerras, el complejo militar-industrial, los falcones de una nueva derecha, en los señores que con tanto dinero se juzgan dueños del mundo. Para ellos: el imperio del caos para seguir dominando.
No es seguramente por mera coincidencia que en este enero se encuentran en Florida Jair Bolsonaro, su hijo Carlos Bolsonaro, general Hamilton Mourão, ex vicepresidente, obispo neopentecostal Silas Malafaia, Allan dos Santos, Deltan Delagnol y Sérgio Moro, procurador y juez de la Operación Lava Jato, han actuado como agentes del Departamento de Justicia de los EE.UU. ¿El comando se reúne para coordinar los próximos pasos?
Selecta presencia en el Sur ha asustado la bancada del Partido Demócrata en el Congreso. Cuarenta diputados le enviaron carta a Biden solicitando que el FBI – la Policía Federal de ellos – investigue se los actos de vandalismo ocurridos el 8 de enero fueron elaborados o estimulados desde territorio estadunidense. Piden también que se verifique con que visa el expresidente Bolsonaro permanece en el país, puesto que debe haber ingresado con visa diplomática que tiene que ser anulada.
El golpe está em andamiento. Esa es la cuestión.
Parar el golpe presupone previa identificación de sus orígenes, de aquellos que lo planifican y financian secretamente. ¿A quién sirve el golpe?
¿Quiénes son los conspiradores y articuladores locales? Si no fueren presos, indiciados, juzgados y condenados seguirán conspirando.
Tomemos un solo ejemplo, bastante emblemático. El general Antônio Hamilton Martins Mourão era comandante militar del Sur, en los idos de setiembre de 2015, criticó el gobierno de Dilma y predicó el golpe. El Ministerio de Defensa lo ha exonerado y acto seguido fue transferido para la Secretaría de Economía y Finanzas, un cargo burocrático. Siguió en la activa y conspirando. Pasó para la reserva y fue candidato a vice de Bolsonaro que vencería la elección ilegítima de 2018. Pasó cuatro años em campaña, fue coordinadora del Consejo Nacional de la Amazonía, cómplice de la devastación en Amazonía, y más; se eligió senador y sigue conspirando.
Si no ponen en la cárcel a los conspiradores, seguirán conspirando, desestabilizando la tan frágil democracia. Si no cortan las líneas de financiación, seguirán conspirando. Sin cortar los vínculos con el comando sur de Estados Unidos, seguirán conspirando, seguiremos colonia de quinta categoría. Soberanía y Liberación Nacional comienzan con liberarse de la tutela de Estados Unidos.
*Paulo Cannabrava Filho, periodista, editor de Diálogos do Sul y escritor.
Es autor de una veintena de libros em varios idiomas, destacando las siguientes producciones:
A Nova Roma – Como os Estados Unidos se transformam numa Washington Imperial através da exploração da fé religiosa – Appris Editora. Resistência e Anistia – A História contada por seus protagonistas – Alameda Editorial – Governabilidade Impossível – Reflexões sobre a partidocracia brasileira – Alameda Editora. No Olho do Furacão, América Latina nos anos 1960-70 – Cortez Editora