Carta a mis amigos y amigas del Perú y el espacio global
Queridos amigos y amigas del Perú y otros países
Les dirijo estas líneas para agradecer desde lo más profundo de mi corazón los miles de mensajes de solidaridad que ustedes están enviando, sus múltiples manifestaciones de solidaridad y adhesión.
Deseo precisar algunos puntos porque lo que se ha dicho contra mí no debe quedar confuso o sin responder.
Desde luego, no soy ni un asesino sediento de sangre ni un asesino en serie. Nunca lo fui ni lo seré.
Nunca conocí al señor hermano del arzobispo de Lima a quien dicen que maté allá por los años sesenta.
Al parecer, los acontecimientos en que lamentablemente murió esa persona sucedieron en Satipo, una localidad donde yo no estuve.
En torno a los sucesos de 1965 en Ayacucho, Chungui y Chapi, fui objeto de una exhaustiva investigación de cinco años, desde febrero de 1966 hasta diciembre de 1970 por un Consejo de Guerra bajo el Código de Justicia Militar que establecía la pena de muerte.
La conclusión del coronel fiscal auditor fue que yo solo era culpable de sedición y no de otros delitos.
El dictamen consta en mi expediente.
En diciembre de 1970 fui amnistiado con otros presos políticos luego de un amplísimo análisis en todos los altos mandos de las fuerzas armadas y policiales, que se puede ver en las actas del Consejo de ministros del gobierno de entonces
El decreto que me liberó está firmado, entre otros, por el almirante Vargas Caballero, comandante general de la Marina.
Todo ese período de hace sesenta años ha sido narrado y analizado por mí en dos libros, uno publicado en 1969 y otro en 2018.
No soy enemigo ni de los militares ni de los marinos. Soy enemigo de quienes cometen atentados contra los derechos humanos y manchan el uniforme que la nación les entrega.
Estoy dedicado a la investigación social, a la producción y difusión de ideas. Seguiré haciéndolo.
Sigo creyendo que el pueblo peruano es víctima de un sistema injusto que debe ser cambiado sustancialmente mediante su propia acción.
Seguiré tratando, mediante la acción intelectual, a que ese indispensable cambio suceda lo antes posible.
Lima 30 de agosto de 2021
Héctor Béjar