DONALD TRUMP: UN PRESIDENTE ENLOQUECIDO, PERO NO LOCO



Por Luis Manuel Arce

Como dijimos hace cuatro años cuando ganó la
liza por la Casa Blanca a la demócrata Hillary
Clinton, Donald Trump es un presidente
enloquecido, pero no loco, ganado por el
egocentrismo, la vanidad y la soberbia
discriminatoria y racista. 

Lo ocurrido el 6 de enero en el Congreso por
hordas incitadas a la rebelión para liquidar el
estado de derecho en un país que se vende como el mayor defensor de la democracia, es el colofón de
una escalada de un supremacismo irracional que
mantuvo en jaque la paz mundial durante sus
atroces cuatro años de gobierno. 

Ahora, sin tanques, acorazado con un montón de
mentiras chatarra que usó durante todo su
gobierno y llegó a su climax con el presunto robo
de una victoria electoral en la que persiste sin
lograr probarla, Trump degrada al país más
armado del mundo a una república bananera de
las creadas en América Latina a fuerza de
cañoneras.   

Sin embargo, no logró movilizar a las fuerzas
sociales a las que aspiraba para mantenerse en la
Casa Blanca burlándose de la institucionalidad delpaís, y la derrota fue tan desastrosa como la del 3
de noviembre en las urnas.   

Fue, sin lugar a dudas, un hecho grave penalizado
por las leyes de Estados Unidos que, de haber
coherencia constitucional, debe ser juzgado en los más altos tribunales del país y severamente
sancionado una vez termine su mandato el
próximo 20 de enero y quede fuera del amparo de
inmunidad presidencial.   

Sus burradas fueron tales que, advertido de la casi
segura derrota frente a Joe Biden, hizo público
desde mucho antes de los comicios el guion que
aplicaría durante y después de la votación, el cual
contemplaba intento de fraude, rechazo a los
resultados, impugnación a los conteos de votos,
desconocimiento del triunfo de Biden y finalmentegolpe para impedir su ascensión al cargo.

Lo triste es que todo lo fue cumpliendo al pie de la
letra hasta los hechos del miércoles 6 de enero conel ataque y ocupación de la sede del congreso de
sus partidarios, a quienes instó a marchar hacia el
capitolio con esa meta desde los jardines de la
Casa Blanca, algo insólito, degradante y
penalmente sancionable. 

Hay que admitir, sin embargo, que su descrédito ya era tal, que llegó a ese momento con sus fuerzas
diezmadas y casi en solitario pues sus socios del
establishment lo habían dejado prácticamente solo con algunos rescoldos en el Senado y la Cámara deRepresentantes.

Pero el gran capital ya no quería saber más de él
pues lo perjudicaba.   

El equipo más cercano de Trump era como un
campamento revuelto, con las lonas de los
tabernáculos rodando y los relinchos de los
caballos mezclándose con el ulular de un viento detempestad contra el cual luchaba inútilmente
mientras cesaba o despedía de su círculo cero a
aquellos que intentaban hacerlo razonar, pero los
cerebros enfermos son incapaces de discernir.  

Algunos de su entorno con cerebros más
privilegiados resistieron a pie firme tratando de
que las rodillas no los traicionaran como su
secretario de Estado Mike Pompeo quien alentaba
la esperanza de que su jefe en desgracia podría
salir del pantano donde ya estaba hundido hasta el cuello.    

A Trump le fue imposible desde la misma noche
del 3 de noviembre de reprimir su fiero afán de
sensaciones demoledoras, de impresiones fuertes,
de rabia contenida, de pensamiento degradado, ymucho menos de controlar sus reacciones
esquizofrénicas que pueden confundirlo con algún
tipo de demencia que no padece, aunque sienta eldeseo de explotar como una granada de
fragmentación.  

Su círculo cero de poder quedó desbalanceado, ni
él ni sus integrantes asimilaban que ya todo habíaacabado, y su confusión fue tal que ni siquiera
relacionaba lo ocurrido con una profunda crisis del espíritu que su egocentrismo y la vanidad habían
creado.  

Nadie se percataba, o no querían percatarse, de
que el gobierno de Trump dio a luz un sistema de
antihéroes, probablemente el más cabal que haya tenido Estados Unidos en toda su historia, si es queantes tuvo alguno, y ese era un eje central de esa
crisis del espíritu que tanto daño está haciendo a
esa sociedad, polarizada y debilitada.   

Un sistema antihéroe que en apenas cuatro años
creó su propia brújula moral, construyó valores
emocionales artificiales y opuestos a aquellos
reconocidos por la sociedad, en la cual vivieron
como tuercas locas sin importarles ni el orden ni el caos que afectó incluso sus relaciones
internacionales.  

Estados Unidos bajo Trump fue percibido como el
enemigo público número uno porque rompió
abierta e irresponsablemente todos los
mecanismos de equilibrio y cerró las puertas a
cualquier negociación que no priorizara sus
intereses y ambiciones chovinistas.

La paz mundial estuvo en mucho peligro con él,
como dijo Chomsky.   

Su gobierno no funcionaba como tal, sino
simplemente como lo que en cada momento
pensaba según sus reglas y ambiciones, con una
espontaneidad que su estrecho círculo aplaudía y
otros criticaban, y que a menudo justificaba
aduciendo que eran hombres de acción,pero casi
siempre para mal.  

Sin embargo, los antihéroes tienen un grave
problema, y es que a lo largo de sus vidas no logran entender que carecen de esencia, que son como un saco vacío, estrujado, sin forma ni contenido,
porque no son héroes, ni pensadores, no tienen
existencia histórica, y en el flujo y reflujo de ese
agotador trabajo de ser visibles, hacen
barbaridades sin aparente cargo de conciencia,
como este desastroso llamado a sus seguidores amarchar sobre el Capitolio.   

Como buen antihéroe, Trump podía romper sus
propias reglas éticas cuando le venía en ganas y
abalanzarse a una vida vulgar, genérica, mediocre
o masificada, llena de mentiras y falsedades, comoacaba de hacer al homologar a Estados Unidos con las repúblicas bananeras de la lejana época de la
United Fruit Company de la que ni los adultos
mayores ya recuerdan.  

Si Trump fuera un hombre más serio, renunciaba mañana mismo a la presidencia de Estados Unidos para evitarle más escarnio a su país . (FIN)