RAÚL ROA EN MI MEMORIA

RAÚL ROA GARCÍA EN MI MEMORIA

Por Pedro Martínez Pírez

MONCADA

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Por el aislamiento consciente que nos impone la pandemia de COVID-19 no podremos este sábado celebrar en el Parquecito de la Dignidad de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas, en La Habana, el 113 cumpleaños del Canciller Raúl Roa García.

El homenaje a nuestro Canciller de la Dignidad lo efectuaríamos, como en años anteriores, con la presencia de varios de los asociados de la ACNU, individuales y colectivos, en una ceremonia que encabezaría Fermín Quiñones, Presidente de la Asociación, y con la indispensable presencia de Raúl Roa Kourí, quien como su padre brilló en la diplomacia cubana.

El Parque de la Dignidad, inaugurado el 28 de enero de 1999, durante el mandato en la dirección de la ACNU del embajador Eduardo Delgado, tiene cinco bustos de Cancilleres de la Dignidad de Nuestra América, elaborados por el escultor cubano Andrés González González.

Allí están, además del de Roa, los bustos de los Cancilleres Guillermo Toriello Garrido, de Guatemala, Raúl Porras Barrenechea, de Perú, el venezolano Ignacio Luis Arcaya, y el mexicano Manuel Tello Baurraud.

Durante el homenaje al Canciller cubano habíamos pensado recordar que en este 2020 se cumplen 75 años de la fundación de la Organización de Naciones Unidas, y que el guatemalteco Toriello, quien se opuso al veto, figura entre los fundadores.

Toriello, quien vivió en Cuba desde 1981 hasta su fallecimiento en La Habana el 24 de febrero de 1997, mostraba con orgullo el libro de Raúl Roa titulado “Retorno a la alborada”, con una hermosa dedicatoria “al primer Canciller de la Dignidad de Nuestra América”.

En lo personal guardo muchos recuerdos de Raúl Roa, quien fue un destacadísimo historiador, profesor, político y diplomático cubano.

Lo conocí en 1960 gracias a mi profesor de Derecho Civil y ex Rector de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Mariano Rodríguez Solveira, quien le pidió al Canciller Roa que yo lo acompañara al Ecuador, donde ese año había sido designado Embajador.

En Ecuador estuve hasta el mes de enero de 1962 y en abril de 1961, cuando la agresión imperialista por Playa Girón, ya Rodríguez Solveira había regresado a Cuba y era yo el Encargado de Negocios de Cuba en Quito.

Recuerdo haber enviado un mensaje a la Cancillería cubana pidiendo regresar a la patria agredida. Y guardo como un trofeo la respuesta del doctor Roa: “Permanezca allí. Esa es su trinchera. Roa”.

Yo tenía apenas 24 años de edad, pero había recibido un curso intensivo en la Cancillería cubana, y uno de mis profesores había sido precisamente el doctor Raúl Roa García.

La agresión imperialista por Playa Girón se inserta en mi memoria recordando la voz del Comandante Fidel Castro en su discurso del 16 de abril de 1961, que escuché por la Onda Experimental Cubana que se identificaría dos semanas después como Radio Habana Cuba, y también con el encuentro en el Palacio de Carondelet, sede oficial del gobierno de Ecuador, con el Presidente José María Velasco Ibarra. 

Fueron los días en que también visitaron la Embajada de Cuba en Quito destacadas personalidades ecuatorianas, entre ellas el notable artista de la plástica Oswaldo Guayasamín, quien pidió viajar a Cuba y pintar al Comandante Fidel Castro. Lo cual se concretó en mayo de 1961, y se repitió en otras 3 ocasiones posteriores. Guayasamín, considerado por Fidel como el hombre más noble y humano que había conocido, fue el único pintor para el cual posó en cuatro ocasiones el Líder histórico de la Revolución Cubana.

El encuentro con Velasco Ibarra es para mí inolvidable. Él estaba en su cuarto mandato como Presidente de Ecuador, de los cuales solamente había podido terminar el tercero, de 1952 a 1956. En todos los demás, incluido el quinto, iniciado en 1968, había sido derrocado, lo cual constituye un verdadero récord en América y tal vez en el mundo.

En la entrevista me reiteró que Ecuador estaba junto a Cuba por respeto al Derecho Internacional. Dijo que resultaba inadmisible la invasión por Playa Girón y criticó el papel desempeñado por el gobierno de los Estados Unidos calificándolo de grave violación del principio de autodeterminación de los pueblos.

No niego que me impresionaron las palabras de Velasco Ibarra, pero la sorpresa mayor ocurrió en los momentos de la despedida:  “Dígale a su gobierno que el Ecuador estará siempre junto a Cuba en defensa de los principios del Derecho Internacional, y a usted le digo que si en Ecuador tuviéramos veinte jóvenes como usted, en el Ecuador haríamos la Revolución”.

Quedé totalmente sorprendido por aquellas palabras del Presidente Velasco Ibarra, a quien en el primer momento de nuestro encuentro le había transmitido con mucha pasión que los cubanos todos, dentro o fuera de la Patria, daríamos la vida por la Revolución.

No sé por qué Velasco Ibarra me resultó parecido a nuestro Raúl Roa, y no sólo físicamente.

Y de él tomé una frase de su campaña electoral de 1943, que se hizo famosa en Ecuador: “Dadme un balcón y yo iré a la presidencia de la República”.

Y se la dije un día al Canciller Raúl Roa, porque nuestro Canciller acostumbraba a salir a fumar en un balconcito que desde su despacho daba al patio interior del Ministerio de Relaciones Exteriores, y quienes almorzábamos en el comedor del Minrex, situado en la Calle Calzada esquina a H, en la barriada de El Vedado, a pocos metros de la Cancillería, solíamos caminar frente a ese balconcito para dirigirnos al edificio donde estaban las direcciones políticas del Ministerio.

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Se me ocurrió, por puro cariño y respeto hacia Roa, decirle a viva voz: “Doctor Roa, usted me recuerda a José María Velasco Ibarra, quien decía “Dadme un balcón e iré a la presidencia de la República”.

Pero a Roa no le gustó para nada lo que en broma le había dicho, y me espetó: “Así que tú también estás en la conjura de que yo quiero quitarle la presidencia a Dorticós?”.

Supongo que después se dio cuenta de que mi comentario era una manera jocosa de saludarlo en el balconcito donde tantas veces lo encontré a mi paso hacia las oficinas de la Dirección de Europa Occidental, donde me ubicaron en dos ocasiones: al terminar mi misión en Ecuador, en enero de 1962, y al finalizar mi labor en Chile, en marzo de 1964.

En 1962 fue el Canciller Roa quien me pidió que cumpliera una nueva misión, esta vez en Chile, donde enfrenté momentos difíciles como la llamada Crisis de Octubre, en 1962, el ciclón Flora, en octubre de 1963, y el asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de ese mismo año.

Al término de mi misión diplomática en Chile, en marzo de 1964, me recibió el Canciller Roa en su despacho, me felicitó por el gesto de haber donado mi automóvil al Consulado de Cuba en Valparaíso, lo cual ahorró dos mil quinientos dólares a nuestro país, y le pidió a uno de sus asistentes, Rogelio Montenegro, que me facilitara un auto de la Cancillería para que lo utilizara durante los dos meses que me correspondían de las vacaciones.

Yo había comprado en Chile un auto Volkswagen con la intención de traerlo a Cuba cuando terminara mi misión diplomática en la nación austral, pero ante el grave impacto del Ciclón Flora, que provocó más de mil muertos en la región oriental cubana, decidí donarlo a la Revolución y convoqué al personal de la Embajada a que contribuyera con los damnificados.

Creo que ese gesto, que tuve que documentar en forma oficial ante la Cancillería chilena, en Santiago, hizo que el gobierno del presidente Jorge Alessandri instruyera a su Ministro Plenipotenciario en La Habana, Emilio Jorge Edwards, para que me entregara la Orden al Mérito en el Grado de Comendador.

Recuerdo que me acompañó a recibir esa condecoración el Vice Ministro de Relaciones Exteriores Arnol Rodríguez Camps, en la residencia del Jefe de Misión de Chile, en la casona situada en la Avenida de los Presidentes y Calle Línea, hoy restaurada y ocupada por la Biblioteca de la Casa de las Américas.

A finales de 1964 me nombraron para una tercera misión diplomática en Suecia, pero le pedí al Canciller Raúl Roa terminar estudios universitarios que había interrumpido en 1960 y poder matricular en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana, cuyo director era un gran amigo y colaborador de Roa, el profesor Fernando Álvarez Tabío.

Roa accedió y pude años después graduarme como Licenciado en Ciencias Políticas. Durante mis estudios dieron por terminados mis servicios en el Minrex y pasé al periodismo, mi verdadera vocación. Participé en la fundación de la Revista OCLAE en 1966, laboré en el periódico Juventud Rebelde, en la Agencia Prensa Latina y desde 1973 pasé a Radio Habana Cuba, colaborando siempre con la televisión cubana.

Con el canciller Raúl Roa volvimos a encontrarnos cuando, luego de su salida del Ministerio de Relaciones Exteriores, se desempeñó como Vice Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Recuerdo que en esa etapa, en el Palacio de Convenciones de La Habana, volví a bromear con él, cuando lo vi probándose una guayabera y le dije que conservaba su forma atlética de los años mozos. Me contestó: “No jodas Martínez Pírez, los años no pasan en vano”.

Roa nació en La Habana el 18 de abril de 1907 y falleció también en la capital cubana el 6 de julio de 1982. En su setenta cumpleaños, en 1977, lo entrevistó el gran amigo y colega de Radio Habana Cuba Orlando Castellanos, y sobre el tema de su cumpleaños, le dijo con su peculiar lenguaje:

“En cuanto a tu indiscreta pregunta sobre mi cumpleaños, ahí va la respuesta. Cumplo los setenta abriles sin darme por enterado. El calendario va por un lado y yo voy por el otro. Retórica de un viejo que quiere seguir siendo joven?, no, de un joven que no ha llegado a viejo, y por ende, se pasa por la piedra la edad que cumple. Esa es mi respuesta a los que se imaginen que voy a estar por fuerza, cañengo, renqueante, desmemoriado, paseando por el malecón como un bobo en un sillón de ruedas… la raíz de esa juventud que todavía cabalgo es clara y obvia: la Revolución Cubana, fuente inagotable de proteínas, vitaminas y hormonas para el espíritu. Por eso puedo decir que el 18 de abril, vísperas de la histórica victoria de Playa Girón, entro en la segunda juventud. Eso significa que el ropón morado y el capirucho con una estrella roja que me mandé a hacer para encasquetármelo el día en que sintiera el primer síntoma de vejez, permanecerá guardado por un siglo, un siglo más por lo menos… Patria o Muerte y hasta la Juventud siempre!

Que más puede decirse de este cubano brillante, talentoso y simpático Raúl Roa García, quien cumple 113 años de edad este 18 de abril, y cuyo importante legado sigue vivo entre nosotros?

La Habana, 18 de abril de 2020

El presente artículo fue publicado por el diario ¡Por esto!…