Palestina enseña vida: Mensajes desde Belén en cuarentena
Por María Landi
Fuente: Policías palestinos hacen guardia en torno al hotel Ángel de Beit Jala, que se encuentra en cuarentena. 9/3/20, AFP.
En este presente distópico creado por la pandemia, a nadie le importa mucho lo que pase en Palestina.
Llevo días preguntándome sobre qué escribir en esta columna. En este presente distópico creado por la pandemia, a nadie le importa mucho lo que pase en Palestina.
No va a interesarles saber que, tras la tercera elección israelí en un año, los rivales Gantz y Netanyahu siguen en empate técnico sin poder formar gobierno (Gantz podría hacerlo con el apoyo de la Lista Conjunta formada por los partidos palestinos −que son la tercera fuerza−, pero el racismo de los políticos judíos les impide aceptar cualquier alianza con los árabes); y que sin importar el resultado ni quién consiga finalmente ser el próximo Primer Ministro, la inmena mayoría de la población palestina (casi la mitad de quienes viven entre el Mediterráneo y el Jordán) seguirá sin derecho a votar a quienes controlan su vida, y viviendo bajo el apartheid, la ocupación militar y colonial.
Ni que, tras los sucesivos regalos de Trump a Israel, la violencia impune de colonos y soldados sionistas se ha potenciado, dejando a la población palestina a merced de las turbas que continuamente atacan sus campos, confiscan sus instalaciones de agua, sus tractores o sus salones de clase, destruyen de a cientos sus olivos, roban sin pausa sus tierras y su agua, o queman o destruyen propiedades (aulas de clase, viviendas, vehículos, mezquitas, iglesias incluso)… Ni que en 2019 se batió el récord de demolición de viviendas palestinas en Jerusalén Este. Ni que todos los días hay adolescentes o jóvenes que despiertan de madrugada por los culatazos de soldados que irrumpen en sus hogares armados a guerra para llevarlos esposados y de ojos vendados con rumbo desconocido.
Tampoco les interesará leer que una topadora israelí aplastó y levantó colgando el cuerpo de un joven mártir en Gaza, o que seis francotiradores del “ejército más moral del mundo” dieron rienda suelta a su crueldad obscena jactándose de competir por la cantidad de rodillas palestinas que eran capaces de destrozar en un día (la cifra récord es de 42).
Por eso en esta coyuntura singular prefiero escribir sobre el tema del momento, pero para relatar algo de lo que nadie habla: en Palestina ocupada, la pequeña ciudad de Belén está desde el 6 de marzo en cuarentena debido a la aparición de 35 casos de coronavirus. La Autoridad Palestina declaró el estado de emergencia por 30 días en toda Cisjordania. Aunque los ministros de la AP dejan mucho que desear, la ministra de Salud May Kayali es una de las buenas. La Dra. Kayali actuó rápidamente y ordenó cerrar las instituciones educativas y la entrada de turistas. Igualmente eficiente fue la coordinación entre las autoridades distritales y municipales de Belén para implementar la cuarentena. Gracias al rápido accionar se pudo identificar el origen (una delegación griega que visitó Belén, alojándose en un hotel de la vecina Beit Jala) y se tomó medidas eficaces para evitar su propagación.
La cuarentena impuesta por las autoridades ha sido respetada por la población, que además se organizó de manera ejemplar para asistir a personas y grupos vulnerables a fin de que tuvieran sus necesidades básicas cubiertas. El científico y activista Mazin Qumsiyeh (Director y fundador del Instituto Palestino para la Biodiversidad y la Sustentabilidad) escribió en un mailing: “Puedo escribir un libro entero sobre cómo nuestra comunidad está a la altura del desafío; y no sólo el personal médico, sino también la policía, los dueños de tiendas y restaurantes, y muchos otros que trabajan en silencio. Mucha gente dona comida, medicinas, dinero, etc. para ayudar a quienes están en cuarentena o a las familias de las personas infectadas. Ante el descubrimiento del virus, activistas utilizaron el hashtag “Belén, mantente fuerte” en las redes sociales. Me complace decir que Belén es muy fuerte. Nuestra gente es inspiradora.”
Un ejemplo notable es la reacción organizada de los centros culturales y sociales en los campos de refugiados/as (hay tres en Belén). Para hablar del que conozco mejor de primera mano (hice una nueva estadía recientemente, entre noviembre y diciembre), en Aida el Comité Popular que reúne a las fuerzas vivas convocó reuniones de coordinación para definir protocolos de higiene y asistencia en el mujayyam. Los equipos juveniles y de salud de los centros Al-Rowwad, Lajee, Noor, Shabab y Amal Almustakbal organizaron visitas y campañas informativas para prevenir el contagio, además de coordinar la distribución de alimentos, agua, medicinas, artículos de higiene y protección, en general donados por la población local y de otras ciudades palestinas.
También en Aida la organización de mujeres Noor WEG (que gestiona un centro de atención a menores con discapacidad) publicó en su página de Facebook: “Belén ocupa el segundo lugar en el mundo después de China en su capacidad para limitar la propagación del virus, y esto es indicativo de que Palestina es capaz de ser un Estado con derecho propio (…) La gente está rezando, esperando, esperando… El tiempo es lento y el día ya no es tan colorido… Las calles son fantasmales y no están llenas de saludos y ruidos de niños hiperactivos, y vendedores gritando para ofrecer su mercancía… Los lugares de culto están cerrados, y a veces se reza en las calles o en casa. Para nosotros/as musulmanes, la oración en grupo es muy importante, por lo que es un gran vacío cuando la mezquita está cerrada… pero la gente entiende la gravedad de la enfermedad y la importancia de la cuarentena, y la necesidad de asumir la responsabilidad por su vida y la de los demás.”
La comunidad local no cesa de hacer llegar mensajes, gestos de solidaridad y sobre todo comida (deliciosos dulces y platos típicos palestinos) al hotel Ángel, de Beit Jala, donde personal y huéspedes se encuentran bajo estricta cuarentena. La proverbial hospitalidad palestina está en plena acción, y quienes la hemos experimentado sabemos que puede no tener límites. Phyllis McDuffie Creel, una de las integrantes de una delegación cristiana de Alabama que está en el hotel no cesa de asombrarse y agradecer en las redes sociales todo lo que están recibiendo de restaurantes, comerciantes y residentes; incluyendo un grupo de jóvenes del mujayyam Aida que se hizo presente a las puertas del hotel con jugos frescos y otros artículos para expresar que no sienten miedo ni rechazo. “Durante cientos de años, a pesar de todas las adversidades a las que nos hemos enfrentado, seguimos siendo un pueblo acogedor y hospitalario”, dijo Muhannad Abu Srour (24). “Si tienes algo, lo compartes con otros. No importa si son extranjeros o árabes. Todos y todas necesitan sentir nuestro apoyo, por eso lo hicimos.”
Por otro lado, uno de los empleados en cuarentena no pudo salir del hotel para acudir al funeral de su madre, fallecida en estos días; pero el cortejo fúnebre decidió pasar por la puerta del hotel para que el joven pudiera despedirse de ella desde la entrada.