CUBA. LA CONTINUIDAD HISTÓRICA DE LA REVOLUCION. SEIS PREMISAS BÁSICAS

Tomado de «Panorama mundia

Camilo Rodríguez Noriega* y Alina Domínguez Rosa**

 Al decir del actual Primer Secretario del PCC, el compañero Díaz Canel, el VIII Congreso verifica un hito en nuestra historia política que lo define como el “Congreso de la Continuidad”.

En congruencia con ello, los documentos aprobados en este cónclave aportan referentes importantes para avanzar en una construcción política amplia del concepto de continuidad histórica de la Revolución.

El trabajo con conceptos resulta indispensable para el ejercicio de pensar necesario a los procesos de dirección, a fin de enrumbar, con la mayor claridad política y disciplina ideológica posibles, los destinos deseados y necesarios de la nación y de cada una de sus partes. Resulta estratégico que los documentos del Partido sirvan de fuente a ese fin.

La cuestión de la continuidad política de la Revolución, en el espíritu de la comprensión fidelista de esta, se muestra colocada, jerárquicamente, en el orden del día y connota a todo el pueblo cubano, no solo a sus dirigentes.

Nunca como ahora esa continuidad ha sido tan intensa e integralmente acechada. Se impone trabajarla con la mayor intencionalidad y organicidad, a lo que tributa la mejor organización mental de sus requerimientos, que guíe integraciones pertinentes para “pensar como país” el quehacer práctico necesario.

La siguiente sistematización de ideas de los documentos aprobados en el VIII Congreso del PCC denota, al menos, algunas premisas esenciales de la continuidad histórica: (1)

1.- La ratificación, desde la actualidad, de la fuerza simbólica que para las generaciones presentes poseen hechos trascendentes de la historia, en pos de defender y desarrollar una representación sintética de las rutas necesarias a la continuidad. Premisa que presupone el diálogo fecundo entre las alegorías ideológicas y culturales políticas que, viniendo de aquella fuerza simbólica, forman parte de nuestras identificaciones y la posibilidad y necesidad de estimarlos en el cultivo y desarrollo del universo simbólico nacional que emerge de las condiciones vigentes. Cuestión posible a partir del engranaje de los significados racionales y las inspiraciones éticas y estéticas de la tradición patriótica con la producción y apropiación, desde la vida cotidiana de la nación, de los sentidos y las sensibilidades revolucionarias del presente. Conexión que debe transcurrir con una asimilación y manifestación creativa de principios y valores irrenunciables, que coherente con la contemporaneidad, pesen en la asimilación del simbolismo de “etiquetas” como “Somos Cuba” y “Cuba Viva”.

 2.- El cultivo de la memoria histórica colectiva, consustancial al proceso anterior, en tanto premisa de resistencia y creación anclada en la égida de la unidad nacional. Efecto posible mediante la profundización racional y sensible en los sentidos de la estructuración y defensa de los principios y valores que nos han acompañado históricamente y de los comportamientos afines que han potenciado la autoestima colectiva nacional. Memoria que cimente pautas de análisis y resolución de nuestros problemas, apegadas a la comprensión objetiva del origen y desarrollo de la nación; retada a superar la secular condición de país dependiente y subdesarrollado. Empeño obstaculizado por el alcance múltiple de la transgresión histórica norteamericana con Cuba, a consecuencia de habernos dado, como pueblo, el derecho a construir una sociedad fundada en la independencia, la soberanía, el antiimperialismo, la justicia social, la solidaridad humana y la democracia socialista, como brújulas y soportes fundamentales de nuestras decisiones. La memoria histórica colectiva aporta a la consideración pertinente de las conservaciones y las tensiones latentes que han de ser meticulosamente abordadas en aras de las transformaciones que contribuyan al bienestar actual y futuro de la nación y del pueblo. Por su conducto, tributa a la consolidación de la construcción racional y simbólica de la conexión histórica entre Patria, Revolución y Socialismo. Posición que presupone la articulación de la justa valoración de la herencia recibida y de la obra de la Revolución con la crítica propositiva ante sus insuficiencias y debilidades, asentada en la defensa del deber y del derecho popular a la realización práctica de la Visión de la Nación.

3.- La justa valoración del mérito histórico individual, grupal y colectivo. Asunto que pondera, como premisa para la continuidad, el reconocimiento exhaustivo -sin espacio para el culto degradante- de los grandes patriotas que han conducido la Revolución hasta el presente; considerando, de modo particular, en los últimos más de 60 años, los liderazgos del Comandante en Jefe y del General de Ejército, con el concurso de cuya sabidurías, iniciativas, empeños y sacrificios se han gestado las cuestiones estratégicas que nos han permitido ser, resistir y empeñarnos en desarrollarnos, aún en medio de disímiles y complejas dificultades. Presupone también el agradecimiento a la contribución consecuente y valiosa del resto de la generación histórica, cuyos méritos y autoridad moral ganada ha de ser preservada por el liderazgo colectivo del Partido y cultivada por los potenciales líderes que acuna la dirección política presente. Pondera asimismo, el extraordinario merecimiento histórico del pueblo cubano y sus diversos sectores sociales, cuyo quehacer colectivo ha generado un acumulado vivo de heroísmo que las nuevas generaciones deben aprender a estimar y fortalecer. En ese orden, subraya la importancia de interpretarnos como protagonistas históricos, partiendo de comprender la trascendencia de las aptitudes y actitudes del pasado hacia el presente y de este hacia el futuro, de lo que se desprende la indispensable labranza del sentido de responsabilidad con los destinos de la nación de las actuales generaciones que conforman el pueblo cubano.

4.- La consideración integral del momento histórico-concreto en los procesos de adopción y valoración de las decisiones políticas. Rasgo que sopesa el fomento de la capacidad para captar la singular historicidad del presente, solo factible desde el mayor conocimiento integral del complejo contexto nacional e internacional y de sus interrelaciones, como plataforma para enrumbar los aseguramientos necesarios. A esos fines, las decisiones políticas deben asegurar la unidad dialéctica entre conservación y cambio revolucionarios. Asunto que exige la conformación de una plataforma de partida para el análisis, que integre, cuando menos: a) la caracterización integral de la situación existente y su debida comprensión e interpretación política, b) la precisión y consideración de los alcances efectivos de la obra revolucionaria; de sus potencialidades y límites, c) el registro y aprovechamiento del caudal de experiencias acumuladas, incluida la ponderación pertinente de nuestra capacidad colectiva de resistencia, d) las posibilidades de su desarrollo creativo, utilizando métodos científicos en diálogo con los valores de la Revolución y las comprensiones que ella ha gestado sobre la prestancia, el prestigio, la dicha, la decencia, los derechos, la eficiencia, la calidad, la cultura del detalle, la belleza, la virtud, la honra, la dignidad y la verdad en todo lo que nos proponemos y hacemos y e) la existencia y/o desarrollo de los actores pertinentes.

5.- Las compenetraciones inter-generacionales que denoten la legitima pertenencia histórica de todos a la nación y al pueblo cubanos, en tanto condición fundamental de la unidad imprescindible para la continuidad. La descomunal obra que debe salvarse y, al mismo tiempo, desarrollarse, requiere el reconocimiento oportuno y sentido, por las jóvenes generaciones, a quienes lo han dado todo por el destino colectivo. A esos efectos, insta a fortalecer los espacios de diálogo y debate para el aprendizaje mutuo, en aras de lograr una participación activa de los jóvenes en los procesos económicos, sociales, políticos y espirituales, procurando una formación ética acorde a los valores que articulan Patria, Revolución y Socialismo, para lo que se impone comprender -y contribuir a encauzar- sus aspiraciones en el orden colectivo y personal, así como su síntesis en lo laboral. Ello exige de las generaciones más maduras desarrollar, con elevado sentido del deber y del momento histórico, la voluntad y capacidad para trasmitir sus experiencias, con digna humildad, procurando estimular el compromiso con los principios y valores sustanciales, cerrando filas en la defensa y desarrollo de la patria. Al unísono, conmina a aprovechar las virtudes que en los jóvenes existen para participar de la gestión -en pensamiento y acción- de las cruciales transformaciones en marcha, procurando favorecer la formación y consumación de las filiaciones patrióticas en hechos efectivos, que aporten vitalidad al compromiso, desde la coherencia entre las declaraciones y las actitudes. Es la potenciación de esas prácticas la que crea la posibilidad de que las generaciones actuales compartamos realizaciones concretas. Y es ese un escenario indispensable para que broten las identificaciones políticas inter-generacionales, en cuyo bregar emerjan nuevos liderazgos auténticos.

 6.- El ejemplo del Partido, comportándose como lo más revolucionario dentro de la Revolución y la fuerza que la revoluciona, en virtud de una inquietud permanente por el perfeccionamiento y contra el anquilosamiento. Se afirma así una condición política fundamental para cuidar, creativamente, la continuidad, solo factible de vehicular mediante su capacidad de prever y de abordar con claridad y transparencia las batallas por elevar, con el esfuerzo colectivo, la calidad de vida del pueblo y la solidez de la nación, a partir de gestionar, de modo inteligente y virtuoso, la consolidación de sus bases sociales mediante su unidad, organización y preparación política, ideológica, ética y cultural de todo el pueblo, en tanto sujeto fundamental. Factores todos que tributan a la autoridad moral necesaria a su liderazgo nacional y, por esa vía, al fortalecimiento práctico de la razón esencial de su existencia: Pueblo y Unidad. Lo decisivo radica en la calidad de la integración práctica de estas ideas en el empeño de  que “En el trabajo político-ideológico no es suficiente hacer más de lo mismo…”

(2). *Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Titular. Director del Centro de Estudios sobre Dirección Política, de la Universidad del Partido Comunista de Cuba “Ñico López”

 **Máster en Estudios Sociales. Profesora Auxiliar de Historia de la Universidad del Partido Comunista de Cuba “Ñico López

NOTAS:

 (1) Las ideas expuestas contienen la interpretación que realizan los autores del contenido de los documentos del VIII Congreso del Partido sobre el tema. Por razones de espacio, no se referencia el correlato de las ideas en los referidos documentos.

(2) Castro Raúl. Informe Central al VIII Congreso del PCC. En: www.cubadebate.cu, 17 de abril de 2021, p.18