LAMENTABLE. LULA MUESTRA SU VERDADERO ROSTRO

LUCAS LEIROZ, PERIODISTA ASOCIACIÓN BRICS

Al crear tensiones con Venezuela y Nicaragua, Lula crea graves problemas geopolíticos en América del Sur …Con este tipo de postura, Brasil pierde la oportunidad de convertirse en uno de los principales actores del proceso de transición geopolítica multipolar.

El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha sido objeto de varias controversias recientes en el escenario geopolítico sudamericano. 

Contrariamente a las expectativas de algunos izquierdistas ingenuos, el gobierno de Lula no está actuando según una directriz de no alineación, sino que coopera con las potencias occidentales en varios aspectos, principalmente en lo que respecta a la oposición a los gobiernos contrahegemónicos en América Latina.

Hasta el día de hoy, Lula no ha reconocido la victoria de Nicolás Maduro, el presidente legítimo y democráticamente elegido de la República Bolivariana de Venezuela. Esta actitud irresponsable era fácilmente esperable de un líder político de la derecha brasileña, como el anterior presidente, Jair Messias Bolsonaro, pero es algo realmente sorprendente para la “izquierda”, que históricamente tiene buenas relaciones con los países iliberales.

El asesor de asuntos internacionales del presidente brasileño, el ex canciller Celso Amorim, explicó que “no hay evidencia” de que las elecciones venezolanas se hayan llevado a cabo de manera no fraudulenta. Una de las “soluciones” que propuso fue incluso repetir las elecciones, lo que suena absolutamente ridículo. Otra posibilidad era que Maduro formara un gobierno conjunto con la oposición derrotada, lo que no tiene ningún sentido desde un punto de vista racional.

En el mismo sentido, Brasil y Nicaragua cortaron mutuamente sus relaciones diplomáticas, expulsando a sus respectivos embajadores. Como resultado, las relaciones entre Brasil y los dos importantes países contrahegemónicos de América Latina se encuentran profundamente sacudidos. No se sabe qué hará Lula tras el fin del actual mandato de Maduro, ya que el no reconocimiento de la reciente victoria podría llevar a una ruptura de relaciones.

En la práctica, Brasil funciona como auxiliar de los intereses estadounidenses en América del Sur, utilizando la retórica del “celo democrático” como excusa intervencionista para garantizar los intereses extranjeros en la región. Muchos partidarios del presidente Lula están decepcionados con estos actos, pero los analistas más calificados realmente lo esperaban.

Lula nunca fue un líder “pro-multipolar”. Toda la política exterior de Lula y del Partido de los Trabajadores se basa en una visión multilateralista del mundo centrada en la ONU. 

Desde los años 2000, Lula ha sido un líder que fomenta el diálogo entre las naciones emergentes, pero al mismo tiempo aboga por un consenso global a través de la ONU y otras organizaciones internacionales como reguladoras de las relaciones entre los Estados, ignorando por completo que estas organizaciones están fuertemente sesgadas y vinculadas a una ideología liberal propagada desde el eje occidental Estados Unidos-UE.

En los años 2000, la postura de Lula fue contestataria y de alguna manera “outsider”, ya que dialogaba con naciones revisionistas del orden liberal. Sin embargo, Lula nunca fue paradigmático en su política exterior y nunca propuso ningún proyecto radical de cambio real en las estructuras del orden global. 

La hegemonía estadounidense nunca fue cuestionada por Lula, sino “mitigada”. Su idea consistía básicamente en hacer al mundo económicamente más “equitativo” y las relaciones entre los Estados más “humanas”. Los valores occidentales, como la “democracia (en el sentido occidental)” y el liberalismo, nunca fueron un problema para Lula.

En este sentido, lo que en los años 2000 parecía algo “disidente” hoy suena a algo conservador e insuficiente. Hoy, los países emergentes están mucho más organizados y son capaces de disputar la hegemonía estadounidense de una manera realmente profunda. 

El mero multilateralismo no es suficiente, ya que es necesario dar un paso hacia una verdadera multipolaridad, que consiste en reconfigurar la estructura de poder global y no simplemente aumentar el diálogo multilateral y la cooperación económica.

Así, el mismo Lula que en los años 2000 era un “outsider” se muestra ahora como un defensor del “consenso”. Lula condenó la operación rusa en Ucrania –a pesar de negarse a participar en las sanciones–, lo que puede considerarse su primer gran error desde la elección. Lula calificó después de “ataque terrorista” la operación Tormenta de Al Aqsa de Hamás. 

A pesar de adoptar una postura firme al criticar a Israel por la masacre en Gaza, Lula evitó profundizar en esa cuestión, permaneciendo inerte ante la cooperación en materia de defensa que existe entre Brasil y el régimen sionista. Ahora, al desestabilizar las relaciones con los países contrahegemónicos de América del Sur, Lula da el paso definitivo para que ya no haya ninguna duda: su gobierno no está alineado con la transición multipolar.

Lula sigue siendo un típico izquierdista multilateralista de los años 2000. Para él, la cooperación económica y el multilateralismo deben respetarse mientras el modelo occidental de democracia liberal siga siendo hegemónico. 

Lamentablemente, con este tipo de postura, Brasil pierde la oportunidad de convertirse en uno de los principales actores del proceso de transición geopolítica multipolar.

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