Por José Octavio Toledo-Alcalde
06/05/24
La génesis de toda lógica colonial es genocida. La eliminación en todas sus formas de los pueblos por colonizar es la herramienta sin la cual el objetivo de posesión de cuerpos y territorios no podría llevarse a cabo y es esta lógica que proviene del siglo XVII en los Estados Unidos hasta la fecha. La presente reflexión se da en un contexto en el que un sector mayoritario de la población universitaria de los Estados Unidos levanta su voz contra la genocida presencia de Israel en tierras palestinas. Acontecen decenas de manifestaciones públicas como aquel representado en la fotografía de la Universidad Tufts en Medford, Massachusetts el pasado 26 de abril: “Gaza is facing genocide” (Gaza se enfrenta a un genocidio) o en las arengas ¡Viva la intifada! (levantamiento), “Free, free Palestine…free,free,free Palestine”. A vista de todo el mundo más de 60 universidades realizan actos de protestas contra la ocupación palestina y la guerra de Israel en Gaza.[2]
Según el diario Washington Post más de 900 profesores y estudiantes han sido arrestados entre las cuales resalta la candidata por el partido verde Jill Stein en Washington University de la ciudad de St Louis, Misuri y Caroline Fohlin docente y Noëlle McAfee, directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Emory en Atlanta. La artillería económica e ideológica contraria al levantamiento estudiantil se encuentra encabezada por una lógica de defensa pro-sionista encabezada por operadores como Marco Rubio. Cuadros de parlamentarios financiados por lobbies israelíes como lo señala el portal Open Secrets. Followin the Money in Politics[3] basado en informes de la Comisión Federal publicados el 20 de marzo de 2023. Vean quien encabeza la lista de beneficiados: Jose Biden (1) US$4.261.010, Robert Menéndez (2) US$2.500.005, Hillary Clinton (3) US$2.322.312, Marco Rubio (15) US$ $1,013,563, etc.
Toda esta información está esparcida en las redes, allí la podemos encontrar. Lo que no es de fácil acceso es la arqueología ideológica que subyace a la lógica represiva en torno al mundo académico en los Estados Unidos. Este modus operandi represivo es histórico y sobre ello reflexionamos, disculpen la extensión del texto, antes de ahogarnos en la maraña corporativa político-armada de la coyuntura. Como sabemos, al no ver las raíces históricas del genocidio seguiremos luchando contra la punta del iceberg ignorando o no visibilizando los infames orígenes del delirio patológico de los crímenes contra humanidad y todo tipo de violencia que nos expele en cara, con mayor crudeza, en los últimos tiempos.
Recordemos. Hace cien años José Carlos Mariátegui hizo la distinción entre la colonialidad del poder (Aníbal Quijano) del norte, a manos de migrantes británicos y la del sur por parte de huestes ibéricas: “La educación española, extraña radicalmente a los fines y necesidades del industrialismo y del capitalismo, no preparaba comerciantes ni técnicos sino abogados, literatos, teólogos, etc. Estos […] tenían que constituir la clientela de casta propietaria”.[4]
De forma indirecta Mariátegui menciona las bases del sistema educativo norteamericano colonial el cual impulsó áreas como agricultura, militar, industria. Para Mariátegui los países que lograron curarse de la tara de la feudalidad son aquellos que progresaron a diferencia de las colonias bajo el poderío español subsumidas en el oscurantismo y feudalismo: “El español no tenía las condiciones de colonización del anglosajón. Los EE.UU se presentan como la obra del pionner. España después de la epopeya de la conquista no nos mandó casi sino nobles, clérigos y villanos. Los conquistadores eran de una estirpe heroica; los colonizadores, no. Se sentía señores, no se sentían pioneers”.
Aquello que dejó en el tintero Mariátegui, perdiéndose en elogios a los conquistadores anglosajones, fue develar las bases sobre la cual se construyó aquel anglosajón progreso. Veamos, en los Estados Unidos la primera universidad corporativa fue Harvard, fundada en 1636 en el Estado de Massachusetts (Boston). Su nombre original fue New College o The College at New Towm, en 1639 cambió por Harvard en honor a John Harvard clérigo inglés, benefactor de la pionera institución educativa. Da la casualidad que es entre 1636 a 1638 cuando se libró la denominada Guerra Pequot en donde fueron asesinados entre 500 y 1000 personas de los cuales aproximadamente 300 fueron guerreros. Sobre las tierras de los Pequot fue construida las instalaciones de Harvard University.
Pero no solo fue la emblemática Harvard la que se levantó sobre cementerios clandestinos de poblaciones originarias. La mayoría de universidades, hoy levantadas en contra del genocidio palestino, tienen exactamente la misma historia. Son 52 universidades provenientes de tierras confiscadas a las poblaciones originarias en tierras estadounidenses. Por ejemplo, la Universidad Cornell (New York), cuenta con 977,909 acres (396,745.54 hectáreas), pagó $41,166 y sus ganancias ascienden a $5’739,657 habiendo ganado 139 más de lo invertido. La Universidad de California no pagó por 148,636 acres (60, 150.83 hectáreas) con ganancias de $730.860, monto retornado de lo invertido “incalculable”. La Universidad de Illinois de 477,710 acres (193, 322.29 hectáreas) pagó $15,270 ganando 42 veces más de lo invertido, $648,767. El Massachusetts Institute of Technology de 366,711 de acres (148,402.61 hectáreas) pagó $4,520 ganando 17 veces más de lo invertido, $77,975.
Poblaciones como ojibwe, miwok, yokuts, dakota, odawa, Chumash, Yokuts, Kitanemuk, Yakama, Kaw, Menominee, Apache, arapaho, cheyenne Cheyenne-Arapaho, Pomo, Ho-Chunk, Sac, Fox Nation, Klamath, Pies Negros, Crow, Salish, Kootenai, Nez Perce, Colville, Makah, Puget Sound Salish, Chemakuan, S’Klallam, Umatilla, Yakama, entre otras, recibieron menos de 3 centavos de dólar, otras ni un centavo, por acre expropiado.
Hagamos un alto. Entonces, empezamos el presente artículo mencionando la intervención de legisladores asalariados de fondos pro-israelí, lo cual es de conocimiento público. Tenemos claro que sin censura alguna y asimilado como practica naturalizada del quehacer político norteamericano es la existencia de lobbies, aquellos operadores financieros-económicos que intermedian entre el congreso norteamericano y las grandes corporaciones o gobiernos afines. Esta práctica viene de una ideológica colonialidad del poder en donde la naturaleza mercantil de las transacciones, entre ella la académica, formó parte del credo de principios de la nación abanderada como la guardiana de la democracia en el mundo.
Sigamos. El 2 de julio de 1862, en pleno gobierno de Abraham Lincoln (1861-865), se aprobó la Ley de Colegio Tierra-Concesión, conocida como Ley Morrill (MLGA). Fueron más de 162 tratados de incautaciones respaldados por la violencia etnocida; estamos hablando de 30.000 acres (12.140 hectáreas) de tierras entregadas a cada escaño en el Congreso. En total fueron casi 11 millones de acres de tierra indígena destinadas a la educación superior. Tierras expropiadas a 250 pueblos aproximadamente cesiones de tierras “respaldadas por la violencia” (violence-backed land cessions, término legal para referirse a la entrega de tierras usurpadas).
La cantidad de senadores por estado fue de dos esto quiere decir que cada Estado recibió un mínimo de 90.000 acres (36.420 hectáreas usados para la construcción de nuevos colegios y universidades). La enseñanza, impartida de acuerdo a ley, fueron: agricultura, ingeniería y táctica militar. Por lo visto, la Ley Morrill abrió el camino legal, por medio de tratados, de compra venta o confiscación por medio de la violencia a propietarios originarios, para la usurpación “legalizada” de tierras. Se pagó miserias, en muchos casos no se pagó por acre confiscado, y la multiplicación de los beneficios o por venta o por alquiler, por medio de las universidades y Estados, ha sido exorbitante.
Sumergiéndonos aún algo más de la punta del iceberg que vemos hoy. Según investigaciones de GRAIN, organización internacional aliada compañera de campesinas y campesinos y movimientos sociales, señaló que: “el fondo de dotación de Harvard ha gastado unos mil millones de dólares en la adquisición de más de 850 mil hectáreas de tierras agrícolas en todo el mundo, convirtiendo a la Universidad en uno de los mayores y más diversos inversionistas agrarios a nivel geográfico” [5]. Vale decir, alejándonos brevemente del tema del genocidio en Palestina, aquello que llamamos “lógica pedagógica del genocidio democrático” es la constante cíclica de una maquinaria colonizadora que no se ha detenido, como no tendría que hacerlo desde una visión circular, y no lineal, del tiempo, sino ha sido exacerbada hasta nuestros días.
Siguió GRAIN: “La subsidiaria de Harvard destruyó sitios de cementerios aborígenes y removió en forma ilegal la vegetación nativa en las tierras que adquirió en Nueva Gales del Sur. Existen antecedentes que indican que la compañía agrícola de Harvard no realizó un estudio sobre las culturas aborígenes antes de arar los campos, a pesar que eran evidentes muchos sitios importante […] En Sudáfrica, Harvard adquirió campos donde los ex trabajadores negros y sus familias tenían derechos de ocupación concedidos bajo la reforma agraria pos-apartheid […] una vez que Harvard tomó el control de esta finca, alrededor de 2011, los administradores tomaron medidas para impedir el derecho de estas familias al uso de estas tierras, incluyendo el pastoreo de sus vacas y el acceso a los cementerios familiares”. Desde la cosmovisión del tiempo de los pueblos originarios como de la cultura del Tawantinsuyu y su noción de Pacha[6], no tendría porque existir libertad, justicia y progreso para los pueblos neocolonizados si en el presente las semillas de opresión persisten. Tan lógico como que uno más uno es dos.
Aquello que vende titulares hoy proviene desde hace cientos de años. La relación entre colonialidad del poder, en todas sus manifestaciones, y la ilícita apropiación de cuerpos, territorios, cultura y conocimiento originario, es una constante propia del imaginario imperial colonial. La asociación hegemónica denunciada por estudiantes y profesores universitarios en los Estados Unidos no es solo es confrontada por corajudas activistas a favor de la paz en Palestina, sino por los millones de memorias indignadas que subyacen en territorios expropiados, saqueados y mercantilizados como son aquellas universidades en las cuales alguna vez compartimos aulas. Por lo visto, la emancipación de Palestina defendida por estudiantes y profesores en los Estados Unidos tiene relación con los demás gritos milenarios de emancipación que insurgen en el mundo. Ningún esfuerzo de liberación es aislado de los demás esfuerzos que se vienen gestando. Liberándose Palestina una parte de cada ser humano que clama libertad en el mundo, como los estudiantes, se libera.
En suma, queremos concluir con una mirada esperanzadora y emancipadora, sobre conocimientos, corporeidades y territorialidades, surgida desde el poder de esfuerzos sociales que revierten una nefasta lógica colonial de guía de mentalidades hacia la absolutización del poder en manos de pocos. Poder que hace eco de lo dicho por el sabio Lao-Tzu: “El poder de la luz no radica en su intensidad, sino en su capacidad para disipar la oscuridad”. Por ejemplo, y citando tan solo uno por razones de espacio, nos referimos a esfuerzos como los realizados por el Instituto de Agroecología Latinoamericano (IALA), proyecto emancipador como refiere La Vía Campesina[7]: “[concebido] como un nuevo modo de crear y compartir conocimientos científico-tecnológicos, humanísticos y saberes que conduzcan a: romper con la lógica de la racionalidad dominante en el contexto agrario y rural de nuestros países, se trata de forjar una visión inter y transdisciplinaria e intercultural basada en enfoques agroecológicos complejos”.
[1] Referencias tomadas del libro de mi autoría, aún sin publicar, Universidades Populares desde José Carlos Mariátegui y Julio Antonio Mella.
[2] https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20240430-la-dura-represi%C3%B3n-contra-estudiantes-en-ee-uu-evidencia-el-poder-pol%C3%ADtico-de-los-j%C3%B3venes
[3] https://www.opensecrets.org/industries/summary?cycle=All&ind=Q05&recipdetail=S
[4] Mariátegui, J.C. (1981). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. 44 ed. Lima: Editorial Minerva, pp.60-61.
[5] https://grain.org/es/article/6079-el-fiasco-de-harvard-mil-millones-de-dolares-en-tierras-agricolas
[6] Manga Quispe, Eusebio (2023). PACHA: Un concepto de espacio-tiempo andino, un constructo dinamizado por las permutas de los conceptos duales Urin y Janan. 4ª versión. https://www.academia.edu/36755256/PACHA_Un_concepto_de_espacio_tiempo_andino_un_con structo_dinamizado_por_las_permutas_de_los_conceptos_duales_urin_y_janan
[7] La Vía Campesina. (2018, 26 de marzo). ¿Por qué construir un Instituto de Agroecología Latinoamericano-IALA? https://viacampesina.org/es/por-que-construir-un-instituto-de-agroecologia-latinoamericano-iala/