Estamos en modo progresista 2.0
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Por Emilio Delfín* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
Hola!, atención!, mírenme!, cualquiera de esas frases de alerta podríamos utilizar para llamar la atención sobre la euforia, ante el ciertamente magnífico hecho de que el 80% de los países nuestro americanos, estén gobernados por un variopinto y heterogéneo grupo de gobiernos progresistas.
El alerta viene al caso porque existen razonadas preocupaciones sobre el futuro inmediato de estos proyectos, más allá de la eventual popularidad, expectativas e incluso radicalidad de sus líderes.
Desde luego, acompañamos la natural satisfacción por las victorias electorales de agrupaciones políticas de centro izquierda, en especial en países como México y Colombia, donde no se había tenido esa experiencia, que podemos denominar victorias tardías (1).
También es cierto que el debate necesario y útil sobre el porvenir, obstáculos y defectos propios de esta esta coyuntura y del progresismo apenas toma cuerpo, porque este universo se termina de configurar en la práctica en el segundo semestre del 2022.
Sin embargo, podemos comenzar por inventariar, los desafíos que tenemos, para no perder tiempo y a la vez para buscar claridad de que hay que hacer para que sea definitorio, contundente y especialmente sostenible.
Problemas externos y también internos (los más complejos)
A diferencia de la primera oleada (1998-2014), las realidades en la región y en los países donde gobierna el progresismo son muy diferentes en estos momentos.
Un apretado inventario de fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas nos devela los problemas del progresismo en estos tiempos y la mala noticia es que predomina en general las limitaciones intrínsecas, sobre todo de índole ideológico, pero también las contingencias exógenas asociadas a un mundo particularmente hostil a los países del tercer mundo, en materia económica y comercial.
Como nunca, el mundo transita hacia algo distinto, de incierto destino y en esas aguas turbulentas debe navegar esta Nuestra América, que ha visto postergar tantas veces su segunda y última independencia.
Por caso nos referimos a un sistema mundo aturdido por la pandemia y por múltiples conflictos, incluido el más mediático, en la estepa ucraniana. Es un mundo pos pandémico de inflación que se antoja crónica, desarticulación de los flujos tradicionales del comercio mundial, incluida nuestras exportaciones, los llamados comodites, en resumen un clima económico comercial donde predomina la incertidumbre (2).
Incluso, algunos autores hablan del fin del ciclo neoliberal que daría paso a variantes de neo keinesianismo, de neo proteccionismo, donde prevalece el desorden universal, de nuevos reacomodos y la virtual desaparición del mundo unipolar (3).
La extinción de la derecha “MAC”
Como vimos, en la primera oleada las oligarquías locales requirieron de un tiempo para reponerse del desastre al que las arrastró la aplicación de la agenda neoliberal, naturalmente desprovistas de sensibilidad social, a lo que se sumó que el Imperio, en su condición de sumo guardián del sistema, estaba embarcado en guerras por el petróleo en Medio Oriente.
En pocas palabras, en esa etapa la derecha tradicional predominante fue sorprendida, dispersada y superada ideológicamente por extraordinarios líderes progresistas y notables avances de índole socioeconómica. En muchos casos debieron reorganizarse partidariamente y fabricar líderes provenientes en su mayoría del propio poder económico.
Ante la realidad de una nueva oleada progresista, observamos en Nuestra América (y no solo acá) lo que denominamos la extinción de la derecha “MAC”, esto es: con modales y con una estética Moderada/Afable/Convencional.
Resulta evidente el ascenso vertiginoso de un extremismo en política, que parece predominar progresivamente en la derecha regional. Catalogada con el descafeinado término de populista, esta presenta determinados rasgos (4) que eran aislados, eventualmente controlados, cuando avanzó la llamada contraofensiva de la derecha y el imperio, durante la primera oleada progresista.
Ya sabemos, esa contraofensiva descarriló el funcionamiento “normal” del sistema político, algo por cierto inherente al sistema, como en su momento señaló Federico Engels hace más de 100 años (5).
Ahora, quizás como no se había visto antes, el potencial de descarrilamiento viene con particular énfasis desde el lado de la subjetividad de la sociedad, la entronización de anti valores, la manipulación más burda de las emociones y la galopante banalización de la política, de todo lo cual sale un protofascismo, que se expresa en un grotesco trumpismo latinoamericano.
Cuando se habla de una suerte de proyección de tipo trumpista, se refiere obviamente a las “hazañas” del exmandatario norteamericano que devenido en especie de nuevo mesías, protagonizó un fallido golpe de estado en su país, colofón si se quiere de una construcción política en apariencia anti sistema, pero diseñada para salvarlo de su actual momento de profundización decadente.
El trumpismo latinoamericano, como cualquier otra copia de las formas de hacer política en EE.UU importadas al sur del Rio Bravo, contiene sus peores componentes y los añadidos propios del ocaso de las derechas “MAC” en la Región.
Comencemos por la ideología ultra conservadora que defienden, contaminada de religiosidad fanatizada. Sus líderes, con poses políticamente incorrectas, se encargan de polarizar a la sociedad que paradójicamente pretenden gobernar, sacando partido de la frustración de crecientes masas de electores agobiados por la crisis sistémica del capitalismo subdesarrollado.
El fenómeno arrastra en especial a vastos segmentos de capas medias, muy afectadas por la lógica concentrada del capital, que acumula exclusión y desigualdad; estos sectores sociales reciben durante la pandemia una especie de tiro de gracia.
Una vez que esta ultraderecha está en el gobierno, el asunto se vuelve más interesante y contradictorio. Diseñadas para confrontar y polarizar y en especial, para beneficiar a la oligarquía más elitista, de inmediato entran en conflicto con las amplias mayorías.
Por un tiempo logran culpar a fenómenos externos a sus propias insuficiencias, como es el caso del llamado “estado profundo” en EEUU. Esto les otorga credibilidad, teorías conspirativas mediantes (6), incluso apoyo incondicional de importantes segmentos pero les impide hacer un gobierno de consenso, sostenible. Tal los casos del propio Trump y de su émulo Bolsonaro (7).
En resumen es una derecha de inclinación fascista, sin escrúpulos, diestra en el arte de engañar y ganar elecciones pero incompetentes para estabilizar, para dominar, para gobernar a un país.
Es decir, son atractivas en su arrogancia cuando están en la oposición, ya en el gobierno acumulan problemas y desatinos, complicando las opciones de reelección y continuidad.
El progresismo en su propio laberinto
Sobre las limitaciones ideológicas de nuestro progresismo puede escribirse un decálogo, estrechamente vinculado a la composición multipartidaria y doctrinaria de las fuerzas y liderazgos predominante en los gobiernos de este corte.
Análisis referidos al ocaso de las experiencias progresistas de la anterior oleada, coinciden en que una imprecisa definición de cómo avanzar/radicalizar estos procesos están en la base de ese ocaso.
En otras palabras, desde la raíz misma de las fuerzas políticas que protagonizan estos gobiernos, nos encontramos con una predominante expectativa/creencia (puede decirse que confusión) que desde los espacios estructurales del sistema político democrático burgués, se puede avanzar en las nobles intenciones de superar la colosal deuda social de sus pueblos, que estos justamente esperan de sus autoridades de izquierda.
El asunto se vuelve más complicado en la medida que es inviable hasta ahora, para las fuerzas políticas progresistas y de izquierda acceder al control del gobierno u otros espacios de poder por fuera del sistema, como norma vía elecciones.
Tenemos por tanto un obstáculo de índole estructural. Cuando la izquierda puede y logra acceder al control de espacios decisorios, de inmediato comienzan los problemas cuando sus adversarios, la oligarquía/Imperio y su enorme mecanismo de dominación (económica, mediática, militar) considera que se ha excedido.
El ejercicio del gobierno no solo es perturbado sino que la confrontación política adquiere la lógica de una especie de guerra de baja intensidad, donde la oligarquía cuenta con todos o casi todos los recursos para eventualmente descolocar/derrotar al gobierno progresista.
Los golpes parlamentarios, la judicialización de la política y eventualmente las “sublevaciones populares”, ocasión en que se apropian de formas y lenguajes de lucha de la propia izquierda, están y estarán a la orden del día, con la salvedad que los actores políticos de la “nueva derecha” están despojados de cualquier escrúpulo o sentido del límite.
En este punto, la forma de actuar es particularmente polémica. Sin embargo la salida no puede ser en ningún caso ceder, hacer concesiones, a veces a reclamos absurdos e inmorales, tal el curso seguido por el ex presidente Castillo en Perú o la manera en que se manejó la propuesta de una nueva constitución en Chile.
A diferencia de lo anterior, aquellas experiencias que se radicalizan, que asumen un programa político de largo alcance de sesgo antimperialista, parecen tener más oportunidades de soportar los ataques y sobrevivir.
En efecto, la evidencia comienza a mostrar que en sus formas más extremas, una política de cambio de régimen ha fracasado rotundamente, aunque es obligado recordar que como norma, a un alto costo material y humano debido a la intromisión/agresión de EE.UU (8).
En pocas palabras: Los proyectos progresistas están limitados y auto limitados por el propio modelo político, pueden ser objeto de ataques desestabilizadores usualmente efectivos, salvo en aquellas excepciones que justamente cuestionan algunos o todos los fundamentos del liberalismo burgués.
Adicionalmente, estamos ante una derecha incompetente para gobernar y en el medio, una sociedad traumatizada, sin salida de largo plazo, que contempla como se turnan en la administración del gobierno y otras instituciones de poder, proyectos políticos pretendidamente alternativos que poco cambian para no cambiar nada.
Qué hacer?
Si respondemos acertadamente a la pregunta asumiendo que si existe la lucha de clases y como esta se expresa en cada país nuestro americano, tal vez demos respuesta a esta incógnita.
Asumiendo como valido lo anterior, es decir, la dialéctica de la lucha de clases como realidad palpitante, omnipresente, entonces el camino inexorablemente adquiere un tinte anti oligárquico en serio, no caben conciliaciones y en general, un sentido antimperialista y emancipador que plantee un modelo socio económico y político diferente al actual.
Toca a las izquierdas regionales resolver este asunto, partiendo por cierto de una premisa ineludible: Unidad+unidad+unidad al infinito.
Notas
(1) En estas naciones la izquierda no tuvo el alcance o la oportunidad de participar en la llamada primera oleada progresista que irrumpió en 1998 (Chávez-Venezuela) y perduró al menos hasta el 2014.
(2) Joseph Stiglitz. La guerra, la pandemia y la emergencia climática están causando crisis económicas en todo el mundo + aumento tasas interés de la reserva Federal conlleva aumento costo de la deuda externa para el Sur Global.. En Democracy Now 7.3.2023.
(3) Al decir del mandatario chino Xi Jinping: “Están ocurriendo cambios ahora que no han sucedido en 100 años”.
(4) Para una mejor comprensión, recomendamos revisar lo que pensadores de derecha (norteamericanos) dicen sobre estos rasgos. “Como mueren las democracias”. Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel. Editorial Planeta. Para distinguir a un político “populista” tomar en cuenta: 1-Si rechaza las reglas democráticas, de palabra o de hecho. 2-Niega la legitimidad de sus oponentes.3-Tolera o alienta la violencia 4-Voluntad de restringir las libertades civiles de sus oponentes.5-Politicos anti sistema, defensores del pueblo contra poderes ocultos (conspiradores).
(5) Dice Engels: … “La ironía de la historia universal lo pone todo patas arriba. Nosotros, los «revolucionarios», los «elementos subversivos», prosperamos mucho más con los medios legales que con los ilegales y la subversión. Los partidos del orden, como ellos se llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos” Engel, Federico. Introducción. Las Luchas sociales en Francia. Marxistas Internet Archive, enero 2001. Biblioteca virtual “Espartaco”.
(6) La decadencia de la llamada clase media latinoamericana está demostrada ampliamente en diversos trabajos; el fenómeno por cierto se aprecia también en el capitalismo desarrollado. Lo relevante es que estos segmentos sociales son la base política de las expresiones “trumpistas”, tanto en EEUU como en AL y C.
(7) Ramonet, Ignacio. “La era del conspiracionismo”, Editorial Ciencias Sociales 2022.
(8) Una explicación más profunda sobre el fracaso de los métodos de cambio de régimen, bajo la modalidad de guerra no convencional merecen un análisis aparte. En este caso, se menciona algo que puede constatarse ante la permanencia y recuperación política de los gobiernos agredidos.
(*) Analista cubano.