Por Gustavo Espinoza M.
Hace algunos años, el Episcopado Peruano, preocupado por la disminución de las vocaciones sacerdotales y la ausencia creciente de fieles en los oficios eclesiásticos, decidió hacer una campaña a favor de la Fe Católica y encontró apropiado publicitar la imagen de Jesucristo, al que buscó presentar como el sumun de los valores humanos. Luego de una intensa campaña en tal sentido, resolvió hacer una encuesta. Preguntó a personas en la calle, si conocían a Jesús. Una de las respuestas, proporcionada por una muchacha, resultó indicativa: Sí, -dijo- Yo sé quién es Jesús. Un hombre bueno, solidario, empeñado en luchar por los demás. Mas o menos, como “El Che”.
Después de más de 50 años de los dramáticos hechos ocurridos en Valle Grande, Bolivia. Octubre de 1967, la figura del “Che” y sus compañeros, ha crecido en la conciencia de los pueblos, pero particularmente ha ganado adhesiones en las nuevas generaciones.
Lo que en un inicio fue una sorpresa -su presencia en ese rincón del continente-, se convirtió en desazón al conocerse el desenlace de su lucha. Pero hoy, asoma en las más diversas latitudes, como una leyenda.
Y es que el imaginario popular lo elevó a un nivel más alto. Lo convirtió en mito, el que aludiera Mariátegui, cuando hablaba de aquello que alienta la vida de los hombres: una fortaleza inexpugnable, una llama inextinguible, un desafío para todos, un reto que va más allá de nuestro tiempo.
Por el legado del Che, es que podemos hoy mirar con optimismo el rumbo y el destino de la historia, aunque veamos con pesimismo la realidad que nos agobia.
Es complejo el esfuerzo. Lenin lo comparaba con el fatigante y doloroso ascenso a una montaña. Las dificultades pueden detenernos, hacernos retroceder, desplazarnos por senderos distintos a los originalmente previstos, desandar lo andado, tomar atajos, buscar nuevos recodos, descansar, y emprender nuevamente el camino. Pero la idea, es la misma siempre: Llegar a la cumbre de la montaña.
En la imagen de la muchacha, en la cumbre anida la felicidad humana. Para unos, la religión. Para otros, la fe en el hombre. Hombres como “El Che”, Lucio Galván Restituto Cabrera -nuestros valerosos compatriotas- y todos los que cayeron en Valle Grande; y en todas partes del planeta, ayer, hoy y siempre, por la vida, y por el hombre. Por todos ellos, ¡Venceremos!
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