PERU. UNA VIDA DIFICIL ISIDORO
Por Gustavo Espinoza M.
Recientemente escribí un libro, aun no publicado, que titulé “Una vida difícil”. Busqué, a través de sus páginas, presentar la trayectoria vital de Isidoro Gamarra Ramírez, el legendario obrero de la Construcción que llegó a los más altos cargos sindicales en un país atravesado por duras confrontaciones de clase, y por el que dio infatigables batallas en procura de elevados ideales.
Isidoro nació un 2 de enero de 1907, en lo que se denominaba entonces “las tierras cautivas” -la provincia de Tarapacá- arrebatadas por el vecino del sur luego de los cruentos años de la “Guerra del Pacifico”.
Fue ése -1907- un año signado por el drama. Once meses más tarde, en el mismo lugar, y en la Escuela Santa María de Iquique, fueron asesinados tres mil obreros entre peruanos, bolivianos y chilenos porque organizaron una huelga, y una marcha de sacrificio para demandar aumentos salariales para los trabajadores del Salitre.
Ese horrendo crimen pasó a la historia del movimiento obrero chileno, pero en nuestro país se sintió poco. En definitiva, no había calado aún entre los nuestros el sentimiento internacionalista, y -por lo demás- los anónimos peruanos caído allí, estaban ya distantes de la patria.
No ocurría eso con la familia de Isidoro, cuyos padres lo inscribieron como peruano, y lo enviaron a un colegio en el que aprendió las primeras letras sufriendo la humillación del vencido.
Probablemente por eso retornó a la patria en 1918¸cuando tenía 11 años, y comenzó aquí una vida nueva, modesta pero limpia. Ella lo llevó, a los 15 años, a trabajar como obrero de la construcción en esta Lima que se recuperaba laboriosamente y que poco después sería escenario de un proceso de modernización alentado por Leguia.
La “Patria Nueva” era para los trabajadores, la misma explotación de antes y se traducía en un incremento de los niveles de miseria y desocupación. Por eso crecieron las luchas sociales que en 1919 arrancaron la Jornada de 8 horas y se complementaron con otras operadas por el esfuerzo de anarco sindicalistas y socialistas. Ya en aquellos años el mensaje de José Carlos Mariátegui comenzaba a calar en multitudes.
En 1930, aun en vida el Amauta, Isidoro llegó a la casa de Washington Izquierda acompañado de algunos líderes sindicales anarquistas, pero no ingresó. Pesaron en él los prejuicios alentados por quienes no comprendía aún la trascendencia del mensaje de Mariátegui.
Pero su deceso –ocurrido en abril de ese año- y sus concurridos funerales, impactaron de tal modo en la conciencia de Isidoro, que pronto se volvió Socialista.
Gamarra estuvo así entre los que en los años 30 del siglo pasado, asumieron una línea de combate. Participó en huelgas y marchas, en movilizaciones y conflictos y se volvió un orador calificado, exponiendo en calles y plazas, la causa del obrero. Y en 1935 estuvo entre los que proclamaron su voluntad de “volver a Mariátegui” a partir de una lucha combativa.
Alentó así la celebración del 1 de Mayo como se hacía en otras latitudes, con un Paro y movilizaciones activas. El desenlace, fue funesto. Isidoro y sus compañeros dieron con sus huesos en la Intendencia de Lima, que era la cárcel de la época. Allí, con Jorge del Prado, Asunción Caballero y otros, Isidoro combinó planes para reactivar y fortalecer el movimiento obrero.
Eso, inició un periodo de lucha concreta por la unidad y la organización sindical. Su producto, se concretó el 1 de Mayo de 1944, cuando ante la tumba de Mariátegui fue creada la Confederación de Trabajadores del Perú, que buscó recoger las banderas de la antigua CGTP fundada en 1929. Pero esa primavera duro poco.
El advenimiento de la dictadura del 48, llevó nuevamente a Gamarra tras las rejas. Pero esta vez, a los golpes como apremio físico, se sumaron las torturas. Podría decirse que Gamarra fue el preso más torturado del Ochenio, pero también, el que tuvo el comportamiento más digno y altivo de la época.
A mediados de los años cincuenta, Isidoro salió de la cárcel, más fortalecido y consciente. Y dedicó su esfuerzo a la recomposición de la estructura sindical de los trabajadores de la Construcción duramente golpeada. Pero no se trataba sólo de recuperar unas siglas gloriosas, sino de dotarlas en un mensaje de clase.
Y eso fue posible en dos procesos: la recuperación de la Federación, y la construcción de una alternativa unitaria para los trabajadores: la CGTP. Lo primero ocurrió en 1959, y lo segundo, en dos momentos, en 1966 cuando se creó -bajo su presidencia- el Comité de Unidad Sindical -el CDUS-; y en 1968 cuando renació de sus cenizas la Central de Mariátegui, la CGTP.
Fue ese el periodo más difícil y complejo, de su vida. Pero el que le permitió entregar lo mejor de sí mismo. En su esencia, Isidoro fue un Constructor, un Maestro Fierrero, es decir, el que construía a partir del fierro, sobre bases muy sólidas. Por eso hizo de la CGTP una estructura inexpugnable.
A partir de allí la vida de Gamarra, fue una impronta de combate. Luego de años de infatigable labor, Isidoro se fue a las 7.30 de la noche del 30 de marzo de 1999. Virtualmente, cubrió el siglo.
Al irse, dejó un recuerdo imborrable, casi una leyenda; pero también un mensaje de clase que debiera ser recuperado por las nuevas generaciones de trabajadores.
Recordándolo, se podría evocar a un escritor norteamericano, Truman Capote, quien dijo de su personaje que partió: “se fue hacia los árboles, de vuelta a casa, dejando tras de sí el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado”. Y es así, la voz de Isidoro, llama siempre. (fin)