LA FEDERACION SINDICAL MUNDIAL EN LA HISTORIA
Por Gustavo Espinoza M. (*)
“De todo esto debe surgir la realidad viva del internacionalismo proletario, de la profunda comunidad de intereses de todos los trabajadores del mundo y de la posibilidad concreta de realizar la unidad sindical internacional entre organizaciones sindicales que en el plano nacional pueden ser muy diferentes”
Louis Saillant
En la historia de los pueblos, la lucha de los trabajadores ha jugado siempre un rol protagónico. La confrontación de clases, su dinámica y su propia fuerza, han sido siempre el telón de fondo del desarrollo humano. La experiencia de la lucha de los pueblos contra la opresión y la violencia, ha dejado una huella indeleble en todos los confines del planeta.
La historia de la Federación Sindical Mundial, su origen y sus luchas, se entronca con este proceso de desarrollo en el que la fuerza de millones de hombres y mujeres de todos los países, ha acicateado la rueda de la historia. Veamos
ANTECEDENTES Y ORIGEN DE LA FSM
Cuando el 3 de octubre de 1945 quedó fundada en París la Federación Sindical Mundial aún no se había apagado definitivamente el acompasado sonido de cañones y metralla que había atormentado al mundo desde el aciago septiembre de 1939 cuando los ejércitos hitlerianos invadieron Polonia y dieron inicio a la Segunda Gran Guerra. No obstante, ya había sido abatida la bestia Parda, y los pueblos –actores de esa epopeya- celebraban jubilosos en grandes avenidas la victoria de la paz y de la solidaridad.
Algunos días antes, el 25 de septiembre3 de ese año inició sus trabajos en la capital de Francia la Conferencia Sindical Mundial, que habría de dar nacimiento a la Central Internacional Clasista de los Trabajadores.
A la cabeza de las luchas populares contra el nazi-fascismo, la clase obrera había librado enormes batallas prácticamente en toda Europa. Unidos socialistas, comunistas, radicales, y muchos trabajadores de otras tiendas políticas, o sin ellas; habían marcado la historia a sangre y fuego. Y se aprestaban a construir un mundo nuevo, en paz y con justicia.
Es común señalar –como lo hacen los expertos- que la derrota del fascismo en 1945, fue una victoria histórica de todas las fuerzas de la democracia y el progreso, encabezadas por la Unión Soviética. Pero, sobre todo, fue un triunfo del proletariado de la época; de la Clase Obrera Internacional que, en todos los confines del planeta, supo alzarse en defensa de la dignidad y de la vida de los pueblos.
Es conocido que, luego de la conflagración mundial desatada en el periodo, el sistema de dominación capitalista, quedó severamente debilitado. A la destrucción material de ciudades, el arrasamiento de tierras de cultivo convertidas en campos de batalla, a los problemas económicos derivados de la guerra: se sumó el proceso de descolonización, que marcó época. Millones de hombres y mujeres de Asia, África y América Latina abrieron ruta hacia su independencia y crearon las bases para su desarrollo ulterior. También en esa batalla, fue decisivo el papel de los trabajadores.
El inicio de ese proceso de descolonización generó un conjunto de problemas económicos y sociales en las grandes metrópolis europeas. Las potencias coloniales se alimentaban de los productos de los países atados a su férula. La ruptura de esa cadena de dominación generó desabastecimiento, desempleo y luego migraciones que hoy toman dimensiones considerables. En su momento, estos fenómenos no se percibieron en su real dimensión. Afloraron más tarde, cuando el mundo colonial buscó abrirse paso en un escenario más amplio disputando incluso con las Metrópolis productos y mercados.
Desde su origen, la nueva organización sindical -la FSM- se diferenció sustancialmente de las organizaciones laborales prexistentes. En lugar de promover la “colaboración de clases” alentó la lucha por asegurar la capacidad de acción de los trabajadores, empeñados en construir una sociedad socialista, como ya estaba ocurriendo en ese entonces –y desde 1917- en la Unión Soviética. En ese espíritu, la FSM diseñó la figura del socialismo en el futuro escenario de los pueblos, y obró en concordancia con ese propósito
Como se señala en el tomo sexto de la Historia del Movimiento Obrero publicado por la Editorial Progreso, en 1981, “La fundación de la Federación Sindical Mundial (la FSM) fue una gran victoria del internacionalismo proletario y un éxito de los partidarios de la unidad en el movimiento obrero internacional. La FSM se fundó por iniciativa de la corriente revolucionaria en el movimiento obrero, en el Primer Congreso Mundial de los Sindicatos convocado a fines de septiembre de 1945 en París. En su trabajo participaron delegados de los sindicatos de 56 países que representaban a 67 millones de trabajadores” (1)
No obstante, es preciso reconocer que la FSM no salió como Palas Atenea de la cabeza de Júpiter tronante, embellecida y compuesta. Ella misma, fue producto de un largo acercamiento, procesado por las organizaciones sindicales de los trabajadores de los países más importantes de Europa empeñados en la lucha internacional contra el fascismo. Los Sindicatos Soviéticos y el TUC Británico, jugaron en esta tarea un rol protagónico.
Rubén Íscaro, el destacado sindicalista argentino, recuerda que fue en 1941 cuando sobre la vieja Londres llovían las bombas germanas, que se reunió en Edimburgo el congreso de los sindicatos ingleses que resolviera establecer contacto con el Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos “con miras a una cooperación en la lucha contra la guerra” (2). Los vínculos entre el británico Walter Citrine y el ruso Nikolai Shvernik constituyeron el inicio de un entendimiento que se proyectaría en el tiempo, y que tendría un rol decisivo en ese octubre del 45.
Ese intercambio, adicionalmente, señaló el colapso de la vieja organización laboral de la pre guerra –la Federación Sindical Internacional de Amsterdam- cuyos líderes resultaron incapaces de ponerse a tono con los tiempos y encabezar las luchas de los trabajadores contra la guerra y el fascismo.
El surgimiento de un Comité Sindical Anglo Soviético, en 1942, afirmó el derrotero iniciado en un contexto marcado por la generalización de la guerra y la apertura del frente militar alemán contra la URSS. Años después, en febrero del 45 se reunió en Londres la Conferencia Sindical Internacional. Este proceso, sin embargo, se vio afectado por contradicciones de diverso tipo pero en cuya base subyacían diferencias ideológicas y políticas referidas al papel y a las tareas de la clase obrera.
LA NUEVA CORRELACION DE FUERZAS EN EUROPA
Ya en ese entonces estaba definido el escenario internacional europeo. La derrota del fascismo era apenas el preludio de una vigorosa victoria de la Unión Soviética. La URSS no solamente derrotó militarmente a las hordas hitlerianas; sino que, al mismo tiempo, liberó gran parte de Europa del Este y aún de la zona central del viejo continente.
En diversos países surgieron gobiernos de orientación progresista que derivaron luego en verdaderas democracias populares. Esas victorias se afirmaron en la heroica resistencia desplegada sobre su suelo por los trabajadores y los pueblos empeñados en derrotar el dominio hitleriano. En tales luchas, los sindicatos virtualmente clandestinos y sus vanguardias políticas, pasaron a jugar un rol predominante.
En Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania. Albania, Yugoslavia y la parte Oriental de Alemania, fue posible sentar las bases para la creación de un orden social más justo y más humano, de corte socialista. Pero no ocurrió esto en los países escandinavos. Tampoco en Holanda o Bélgica Y menos aún en Francia e Italia. La parte más occidental de Europa -España y Portugal- quedó aún en manos de regímenes de corte fascista que serían abatidos muchos años después.
En el corazón de Europa, verdaderos Frentes Populares en Francia e Italia abrieron paso a gobiernos de coalición antifascista con la participación de distintas fuerzas políticas en las más altas esferas del Poder. Prestigiados por su heroica lucha, los partidos comunistas -con una muy fuerte raigambre obrera- alcanzaron un rol protagónico que asustó a las burguesías nacionales de ambos países, que recurrió al apoyo de los Estados Unidos para cautelar los intereses del Gran Capital.
En este contexto, fue la Francia recién liberada y el París de la Comuna de 1871 la que dio la bienvenida a los representantes de esta inmensa pléyade de luchadores sociales procedentes de todos los confines del planeta. Allí, la voz de Louis Saillant saludó a los forjadores de la unidad sindical de los trabajadores de un mundo renacido de sus cenizas.
El Congreso constitutivo de la FSM sentó las bases para el surgimiento de una poderosa estructura sindical internacional; pero, además, definió lineamientos y principios, y recogió el aporte y las experiencias de los trabajadores que venían de distintos escenarios del proceso social.
En Paris, en efecto, estaban los delegados de los sindicatos soviéticos, muchos de ellos defensores de la Patria Socialista en los campos de batalla; pero también representantes de los obreros de países europeos sometidos durante varias décadas al oprobio nazi. Era la situación, sobre todo, de los obreros de Alemania, Italia, España, Portugal, Rumania, Bulgaria, Polonia y otros, en los que por muchos años imperaron regímenes en extremo reaccionarios y represivos. En esos países, desde los años veinte y treinta del pasado siglo, no podía hablarse de sindicalismo, ni tampoco existían estructuras sindicales independientes y de clase. La resistencia obrera¸ esforzada y heroica, era ilegal y secreta, y costó muchas vidas a cada uno de esos pueblos.
En representación del emergente movimiento sindical latinoamericano, se dieron cita en la capital de Francia representes de los trabajadores de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, Guatemala y Panamá. Vicente Lombardo Toledano, emblemática figura del movimiento obrero continental, estuvo en esa circunstancia en representación de la CTAL, la Confederación de Trabajadores de América Latina, que había surgido poco antes desde México.
No obstante, también arribaron a la antigua Lutecia, los representantes de los sindicatos de los Estados Unidos que estaban dirigidos por viejas camarillas adictas al mandato de los monopolios imperialistas. Ellos llegaron a Francia sobre todo para conocer lo que estaba naciendo y estudiar la manera de enfrentar el fenómeno, a fin de debilitar el movimiento internacional de los trabajadores y esterilizar sus luchas.
LA AGRESIÓN DE CLASE DE LOS CAPITALISTAS
Los grandes capitalistas y sus representantes políticos no podían ser ajenos a estos acontecimientos que abrían un nuevo rostro al mundo de la época. Comenzaron antes, desde que la Federación Norteamericana del Trabajo (la AFL) y el Congreso de Organizaciones Industriales (la CIO) acusaron a los sindicatos ingleses de “haber pactado con los rojos” ; pero lograron una dinámica mayor en la tarea de debilitar el esfuerzo unitario de los trabajadores, luego del ascenso de Harry Truman al gobierno de los Estados Unidos y el inicio de lo que se llamaría luego “la guerra fría” es decir, el pretexto para iniciar una ofensiva económica, política y social contra el Poder Soviético y la fuerza unitaria de los trabajadores.
Fue el Plan Marshall, la herramienta maestra usada para socavar la conciencia de clase de los trabajadores europeos y abrir un proceso de confrontación que finalmente, llevaría a la ruptura de la Unidad Sindical ya en 1949. En su momento, las fuerzas más vinculadas al gobierno de los Estados Unidos y sus mecanismos operativos plantearon la idea que el Plan Marshall era apenas una ayuda a los pueblos europeos afectados por la guerra.
Aunque la naciente FSM optó por no condenar inicialmente el Plan Marshall, dejando casi en libertad a los sindicatos de cada país para que optaran las resoluciones más apropiadas en su coyuntura, esa decisión no fue suficiente. En 1947, y bajo la influencia de Irving Brown –reconocido agente de los servicios secretos de los Estados Unidos- se promovió la formación de una nueva Central Sindical Internacional. Para este efecto, el gobierno yanqui dispuso de 1.500.000 dólares solamente para escindir a la CTAL y minar así las bases de la FSM (3)
Fue así que en el escenario de ese modo creado, en 1949 quedó constituida la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres -la CIOSL-, que pasó a ser considerada la estructura sindical más ligada al Gran Capital.
La división, sin embargo, no quedó tan sólo como un corte violento en la más alta cumbre del Poder Sindical. En cada país se constató un intenso trabajo divisionista que dio al traste con la unidad de las centrales obreras de diversos países. Así en Francia, la CGT quedó desgajada. Lo qe ocurrió también con la Confederación Italiana del Trabajo -la CGIL- En América Latina, para romper a la CTAL surgió la denominada Organización Regional Interamericana del Trabajo, -la ORIT- de funesta recordación en nuestro continente.
LOS DUROS AÑOS DE LUCHA DE LA FSM
Prácticamente desde entonces la Federación Sindical Mundial se vio atacada por dos flancos. Por un lado, la acosaron los capitalistas a través de sus instrumentos de acción. Por otro, la asediaron los sectores reformistas que, coludidos con el “sindicalismo amarillo” ofertaron sus fuerzas en beneficio de sus patronos debilitando la capacidad de acción del Sindicalismo clasista.
La Federación Sindical Mundial mantuvo su actividad desde su sede en Paris hasta 1953, fecha en la que se vio forzada a cambiar su sede. Entre 1953 y 1956 funcionó en Viena, la capital de Austria; pero en 1956 trasladó su atención a Praga, donde funcionó un largo periodo, entre 1956 y el 2005. A partir del 2006, trabajó en Atenas.
En todos estos años, el trabajo de la FSM fue complejo, y estuvo lleno de retos. La batalla principal, en el escenario mundial, fue la lucha por la paz y contra la guerra; por la unidad, la solidaridad y hermandad entre los pueblos; por la justicia social y contra la política succionadora de los monopolios; por el fortalecimiento de los sindicatos y el respeto a las conquistas de los trabajadores y la preservación de sus derechos; por la eliminación de la explotación capitalista, el fin de los monopolios, y el reconocimiento de la soberanía de los Estados; contra el colonialismo y sus expresiones de dominio sobre pueblos y naciones; y por la integración de las poblaciones originarias y respeto a sus culturas.
La batalla contra la desocupación y el desempleo, el combate por salarios dignos y condiciones de trabajo decorosas y compatibles, la defensa de los derechos de la mujer y el niño, la defensa de los derechos humanos y la preservación de las libertades públicas y sindicales, contra la represión y la tortura, el enfrentamiento y la condena a los regímenes asesinos en diversos continente, y la solidaridad plena con los trabajadores, los campesinos y los estudiantes allí donde esta fuera indispensable, eran en cierto modo, los grandes temas que movieron a la FSM en todos estos años.
Sus dirigentes en todo este proceso, fueron Louis Saillant, Pierre Gensous, Sándor Gaspar, Enrique Pastorino, Ibrahim Zakaria y Alexander Zharikov. Ellos atendieron con responsable diligencia los temas planteados a los sindicatos en el plano internacional. Visitaron países, participaron en eventos, promovieron acciones, recibieron delegaciones, estuvieron en congresos sindicales, se pronunciaron abiertamente sobre todos los problemas.
Quienes tuvimos la ocasión de visitar la sede de la FSM en este periodo en cumplimiento de las responsabilidades sindicales que portábamos, recordamos sobre todo al francés Pierre Gensous, al húngaro Sándor Gaspar, y al sudanés Zakaria. Con ellos tuvimos la ocasión de compartir ideas entre 1969 y los años 80. Conocimos de sus preocupaciones, escuchamos sus ideas, recibimos sus consejos y opiniones y les expresamos siempre con franqueza, y de manera directa, nuestras observaciones recogidas de la lucha de los trabajadores en nuestros países.
Los dirigentes sindicales de América Latina tenemos aún en la memoria nuestros encuentros con los compañeros que atendían la región: los españoles Aparicio y Aliaga; los chilenos Juan Campos y Mario Navarro; estuvieron atentos a nuestras apreciaciones y requerimientos, y orientaron con sabiduría y criterio, el accionar de nuestras organizaciones.
La FSM jugó en Europa un papel destacado, pero proyectó su accionar en otros escenarios del planeta. Su condena al Golpe fascista del general Suharto, que derrocara al Presidente Sukarno y desplegara una brutal ofensiva contra el pueblo Indonesio; la campaña de solidaridad con el pueblo Vietnamita en los años de guerra contra la agresión yanqui; la solidaridad con Cuba, bandera permanente de los pueblos; y la denuncia sistemática contra los planes guerreristas del Imperio, siempre fueron notables.
Los Congresos de la FSM fueron verdadera escuela para los dirigentes sindicales de todos los países. En Budapest (1969), Varna (1974) Praga (1978) La Habana (1981) fueron una inagotable fuente de propuestas e ideas que llenarn de mensajes a los trabajadores de todos los países, orientaron las luchas, diseñaron estrategias y apuntaron propuestas para avanzar en los planes más amplios.
En las Conferencias Anuales de la Organización Internacional del Trabajo, la FSM siempre estuvo presente- El compañero D’Angeli orientó las tareas, aconsejó las posiciones, coordinó las acciones con calidad y empeño.
La caída de la URSS y el desmoronamiento de los regímenes de Europa del este, constituyó un severo golpe al movimiento sindical internacional, y también a la FSM. La pérdida mayor, por cierto, es la desaparición del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos, pero también el debilitamiento de vigorosas centrales sindicales en Francia e Italia y la pérdida de posiciones de clase en las estructuras sindicales de otros países.
En unos casos la confusión jugó un papel preponderante en el debilitamiento de las estructuras sindicales en distintos países. Pero en otros, fue el trabajo del enemigo el que golpeó severamente la conciencia proletaria.
LA FSM EN AMERICA LATINA
Desde los años de la CTAL, la FSM estuvo en nuestro continente. Pero brilló con luz propia en la décadas 60 y 70, cuando el influjo de la Revolución Cubana hizo carne en la región.
Gracias a la influencia de Cuba la región dejó de ser un simple granero de las grandes empresas norteamericanas y se convirtió en un verdadero campo de batalla en el que los pueblos desarrollaron numerosas acciones.
Precisamente la solidaridad con Cuba estuvo presente en el concierto continental. Pero también se abrió paso a la solidaridad con las luchas del pueblo brasileño. Eso permitió que en aquellos años se realizara un Congreso Sindical Latinoamericano en Brasil. Allí en la tarea de acumular fuerzas para forjar una Central Sindical Latino Americana, se dio paso a la formación de una oficina de coordinación y de solidaridad, que se denominó el Congreso Permanente de Unidad Sindical de los Trabajadores de América Latina -CPUSTAL- que funcionó en Chile hasta 1973, con el apoyo de los compañeros chilenos y la participación activa de dirigentes sindicales de Venezuela y Uruguay. Martin J. Ramírez, de Venezuela; y Roberto Prieto, de Uruguay; unido al chileno Héctor Santibáñez, jugaron un rol fundamental en la tarea.
Por las circunstancias vividas en el continente no resultó fácil asegurar la adhesión a la FSM de algunas centrales sindicales. La poderosa Central Única de Trabajadores de Chile –la CUT- no logró afiliarse a la FSM. Tampoco lo hizo el PIT-CNT se Uruguay. La COB de Bolivia mantuvo su neutralidad en materia de afiliación internacional. Solo la CTC de Cuba y la CGTP del Perú aseguraron su afiliación directa, lo que nos permitió, a partir de 1969 tener un puesto en el Consejo General de la FSM que fuera honrosamente cubierto por nuestro compañero Isidoro Gamarra Ramírez, Presidente de la Central Sindical peruana en ese entonces.
La CGTP del Perú. Desde su reconstitución en junio de 1968, estuvo ligada a la FSM. Se afilió a ella y coordinó tareas y eventos de significativa importancia. Por eso, valorando el papel de la FSM, en las Tesis del IV Congreso Nacional de la CGTP, celebrado en marzo de 1976, se afirma que: “Hoy, la Federación Sindical Mundial se define como una organización y de masas, y, por consiguiente, democrática. Su carácter anti capitalista y anti imperialista, hace que se coloque resueltamente al lado de los trabajadores y sus deseos de un mayor bienestar, de paz, de libertad, de democracia y de independencia nacional” (4)
No obstante, a la luz del ejemplo y el mensaje de la FSM, fue posible trabajar empeñósamente por llevar a los trabajadores el contenido general de las posiciones de la FSM en el plan mundial.
El esforzado trabajo de Lázaro Peña, en Cuba; Cruz Villegas y Hemmy Croes, en Venezuela; Pastor Pérez y Roso Osorio, en Colombia; Luis Figueroa, en Chile; Simón Reyes, en Bolivia; Luis Iguiní, en Uruguay y muchos otros compañeros en todos los países de la región, afirmó esa voluntad.
La lucha contra el fascismo, tuvo importancia especial en nuestro continente. Permitió hacer frente a la dictadura militar brasileña de Casthello Branco, que en 1964 quebró la débil democracia en ese país, derribando al gobierno de Joao Goulart; y los golpes de Junio del 73 y de septiembre del mismo año, en Uruguay y Chile, respetivamente; así como el ascenso de la cruel dictadura de Videla en Argentina desde 1976; generaron un escenario peligroso para los trabajadores y los pueblos y obligaron a los sindicatos de la región a librar luchas en las condiciones más adversas.
No ha sido fácil, sin embargo, la lucha. Con la crisis del socialismo en el escenario mundial, tomaron fuerza ciertas posiciones de corte social democrático que negaron las banderas de lucha de la FSM. Bajo el argumento de la “renovación” y la “modernización” de los sindicatos, hoy hay quienes, con el apoyo material y financiero de ONGs vinculadas a USAID, a la Social Democracia o a la Democracia Cristiana Internacional; predican teorías contrarias al sindicalismo de clase y promueven en distintos eventos un rumbo distinto al que alienta la FSM. Obsesivamente buscan alejarla de las organizaciones sindicales de la región, y aun desafiliarse de ella
Como parte de ese “mensaje” sostienen que la lucha de clases, ya no existe; que el sindicalismo moderno, no es de confrontación, sino de concertación; que no es la hora de la amenaza, sino del diálogo; que no hay que enarbolar un sindicalismo de protesta, sino de propuesta.
El hecho que en el plano internacional haya desaparecido tanto la CIOLS como la Confederación Mundial del Trabajo, de orientación Social Cristiana, y que ambas se hayan unido en una sola estructura internacional, no debe tomarse como un “paso adelante” en la concertación sindical, sino apenas como una manera de enfrentar siempre a las posiciones de clase de la FSM.
A todo esto, hay que hacerle siempre frente.
ANTE NUEVAS TAREAS
El nuevo siglo encontró un nuevo contexto en nuestro continente. Prácticamente desde inicio del siglo XXI, asomó la luz, una vez más en nuestro continente. En Venezuela surgió el proceso emancipador bolivariano que hoy se perfila como el más importante proceso social sudamericano. Pero en Brasil y Argentina, fuerzas progresistas amagaron el Poder Imperial. En Nicaragua, desde el 2007 retomó el gobierno el Frente Sandinista, que construye una nueva sociedad. Y hoy, se despliegan duras luchas en Ecuador, Colombia, Bolivia y Chile.
Las tareas de la FSM están planteadas. Los nuevos cuadros sindicales tienen el deber de sumar fuerzas; de unir a sectores más amplios; de ganar para la causa de los trabajadores, a los sectores medios de la población; de actualizar los programas de lucha de los trabajadores, pero manteniendo enhiestas las banderas de clase que nos legaron las viejas generaciones.
Objetivamente, en la mayoría de los países de la región, el movimiento sindical está intacto y presto a la batalla. (fin)
(*) Secretario General de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) (1969-1976)
Notas:
- El Movimiento Obrero Internacional. Tomo 6. Editorial Progreso. Moscú 1987
- Ruben Iscaro. Historia del Movimiento Sindical. Tomo 1. Editorial Ciencias del Hombre. Buenos Aires. Argentina. 1973
- Id.
- Tesis IV Congreso CGTP. Ediciones CGTP, Lima. Marzo 1976