FIDEL. AUN QUEDAN SUS RAÍCES EN LA TIERRA

FIDEL, AUN QUEDAN SUS RAICES EN LA TIERRA

Por Gustavo Espinoza M.

El que no esté con Cuba, con su revolución, con Fidel Castro está del otro lado, de la ignominia y de la traición. Si la Revolución Cubana se extinguiera seríamos borrados de la pizarra del mundo.

Pablo Neruda

Fidel Castro Ruz es la más destacada figura de América Latina y el Caribe en nuestro tiempo. Y por eso, vive –y vivirá- en la conciencia de todos los que enarbolan un grito de guerra contra la opresión y la injusticia.

Desde aquellos días de 1952 cuando irrumpió en los pasillos del Poder Judicial cubano para interponer una denuncia contra Fulgencio Batista por el Golpe de Estado del 10 de marzo; hasta su más reciente y grande victoria, la libertad de los 5 Héroes Cubanos Prisioneros del Imperio y arrancados de las cárceles esa memorable mañana del 17 de diciembre del 2014; el itinerario de Fidel fue una concatenación sucesiva de luchas y victorias que suscitan creciente admiración en el mundo entero.

Las batallas de Fidel conocieron los más diversos escenarios y modalidades.  Fue Santiago de Cuba y la heroica jornada del 26 de julio del 53, el Juicio del Moncada y “La historia me absolverá”; la dantesca prisión de Isla de Pinos; el desembarco del Granma en el 56; la lucha guerrillera en la Sierra Maestra; la victoria de enero de 1959; el ascenso al Poder; Playa Girón y al carácter Socialista de la Revolución; la crisis de los Misiles en el 62; las tareas por la construcción de una nueva sociedad en una isla cercada;  la mano tendida al proceso revolucionario latinoamericano; la solidaridad con pueblos y gobiernos progresistas  en Asia, África y América Latina; su identificación con el Che; su voz en el concierto de los Países No Alineados; su apoyo a las experiencias de Juan Velasco y Salvador Allende, en Perú y Chile, su enjuiciamiento de la crisis del Socialismo; su perseverancia absoluta luego de la caída de la URSS; y la batalla final por la recuperación de los suyos, aherrojados en las mazmorras del Imperio; fue una seria sucesiva que formó parte de una extensa historia: la del Proceso Revolucionario Latinoamericano, que aún no concluye.

Al cumplirse, en los próximos días, el 94 aniversario de su nacimiento, cada uno de estos episodios será evocado prolijamente; y de todos, brotará una misma lección: la lucha está planteada en todos los terrenos porque los enemigos de los pueblos aún tienen Poder en diversos confines del planeta.

La lucha de Fidel se libró en los más diversos planos. En el terreno de las armas en los duros años de la guerra, entre 1956 y 1959 pero también después, incluso en la liberación de África, y en la decisiva batalla de Cuito Canavale que consagrara la Independencia de Angola.

En esas lucha brilló no sólo el Estratega lúcido y arriesgado, sino también el Comandante audaz y valeroso que se jugó entero por la causa de los pueblo. Y en esas luchas creció también en la conciencia de millones, la voluntad de enfrentar el dominio del Imperio y abrir cauce al desarrollo emancipador de países que hoy suman verdadera mayoría en el concierto mundial de las naciones.

Pero la batalla se libró también en las tareas cumplidas por la construcción de una nueva sociedad, más humana y más justa. Encarar los problemas de su pueblo y desarrollar políticas capaces, destinadas a entregar salud, educación, vivienda, empleo y alimentación a millones de cubanos; fue un verdadero paradigma para todos los que pensaron en forjar un modelo de construcción social en el que se dieran la mano la dignidad y el compromiso ciudadano.

La batalla Solidaria estuvo fue el cenit de esa política. Una solidaridad social que comprometió a todos los cubanos unos con otros a salir adelante juntos, sin desmedro de sus potencialidades individuales pero viendo siempre en el accionar colectivo de las masas la herramienta transformadora de la sociedad.

Esa voluntad solidaria se extendió luego por las más diversas latitudes del planeta, en muchos momentos, y en múltiples modalidades. Y se proyectó -desde inicios del siglo XXI- en el accionar de las Brigadas Médicas Cubanas que hoy operan en el mundo llevando salud y vida a millones.

La defensa de los principios estuvo en el centro de las preocupaciones de Fidel de una manera constante y clara. Fue intransigente en la materia y puso toda la fuerza de su voluntad en la defensa de lo que bien podrían ser considerados los ideales supremos de la vida humana: la fortaleza en la lucha y la generosidad en la victoria; indicadores -ambos- de una personalidad bien integrada.

Esa política de principios lo llevo siempre a tomar partido por las causas más justas: la solidaridad con Vietnam; el apoyo a las luchas liberadoras en el Continente Negro;  el combate a la penetración imperialista en América Latina; la identificación con la bandera de la Paz; y el empeño constante por marcar a fuego el accionar guerrerista del gobierno norteamericano. En todo eso, fue imbatible. 

Y la batalla de Ideas fue una herramienta decisiva en su mensaje hacia pueblos y gobiernos. No hubo evento internacional, citas de Mandatarios, conferencias en Universidades y en Centros Académicos, en discursos a las multitudes, entrevistas a los medios de comunicación y las personalidades de la cultura, el arte y la política; en las que no pusiera empeño en subrayar la decisiva importancia del mensaje. Sus palabras emergen hoy con la fuerza de siempre y se valoran de un modo creciente en los más diversos auditorios.

Como se recuerda, en su vida tumultuosa, fue objeto de numerosos atentados.  El enemigo lo acosó siempre y buscó destruirlo a cualquier precio. De todos los intentos salió victorioso, y empeñado siempre en perseverar en su identificación con las fuerzas más avanzadas del planeta.

Su deceso, hace apena cuatro años, conmocionó a millones de personas en todos los países. Y es que parafraseando a Alberto Hidalgo, podría decirse de Fidel con toda propiedad:  

“La profesión que ejerció fue el entregarse.

Proporcionaba una amistad de higuera, daba alimento

y sombra.

Y por eso después de atacarlo la muerte se dio cuenta

de que había abatido no solamente a un hombre. sino

a un  árbol.”

Aún quedan sus raíces en la tierra”

(fin)