El Sur Global busca autonomía frente a las presiones de las potencias
EE encuentro en Santa Marta reúne a líderes de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, con la presencia de Lula y la apuesta de Petro por una nueva diplomacia regional
Paulo Cannabrava Filho*
Santa Marta, Colombia — La ciudad costera que se autodenomina “el corazón del mundo” se convirtió en escenario de una disputa política global. Los días 9 y 10 de noviembre, Colombia, bajo la presidencia pro tempore de Gustavo Petro, acoge la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) con la Unión Europea (UE).
El encuentro pretende renovar la cooperación birregional, pero sobre todo revela el esfuerzo de América Latina por afirmar su autonomía política en un escenario internacional cada vez más polarizado.
El evento marca el regreso del bloque a un papel protagónico en la diplomacia internacional, tras años de crisis internas y presiones geopolíticas. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva representa a Brasil, reafirmando su política exterior de integración regional y cooperación Sur–Sur.
Lula y el protagonismo de Brasil
La participación del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en la cumbre refleja el compromiso histórico de Brasil con la integración latinoamericana y con la construcción de un orden mundial multipolar. Lula ha insistido en que el desarrollo de la región depende de la autonomía tecnológica, la soberanía energética y el fortalecimiento de las instituciones regionales.
En su discurso de apertura, el presidente destacó que “no habrá transición ecológica justa mientras los países del Sur sigan exportando materia prima e importando pobreza”. Defendió también que América Latina debe negociar en bloque con Europa y con las potencias asiáticas, valorando sus recursos y ampliando la cooperación entre los países del Sur Global.
Lula reiteró el apoyo de Brasil a los esfuerzos de paz en Colombia y elogió el liderazgo de Gustavo Petro, que convirtió a Santa Marta en escenario de una diplomacia alternativa. En reuniones bilaterales, el gobierno brasileño reforzó su propuesta de cooperación energética, centrada en la producción de hidrógeno verde, energías renovables y biocombustibles, y reafirmó el interés en ampliar la producción regional de vacunas y medicamentos para fortalecer la soberanía sanitaria latinoamericana.
Pero el tono más firme de su intervención fue la denuncia sobre el retorno de la amenaza militar a Nuestra América. Lula advirtió que fuerzas extranjeras vuelven a instalarse en la región bajo el pretexto de combatir el narcotráfico o la inestabilidad, pero con objetivos estratégicos de control territorial y de los recursos naturales. “No podemos permitir que el militarismo vuelva a ser instrumento de dominación”, afirmó el mandatario brasileño, llamando a los países vecinos a la vigilancia y la solidaridad ante las nuevas formas de injerencia.
El Itamaraty confía en que, con el protagonismo de Brasil, la Declaración de Santa Marta se convierta en un marco político para reafirmar la soberanía latinoamericana y el compromiso europeo con inversiones sostenibles, sin condicionalidades políticas.
Agenda verde, digital y social
Entre los principales ejes de la cumbre figuran la transición energética y ambiental, la digitalización y la cooperación en salud. La Unión Europea busca presentarse como socia tecnológica y ecológica, mientras los países latinoamericanos insisten en que cualquier transición debe incluir justicia social y soberanía sobre los recursos naturales.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) organiza eventos paralelos para promover la autonomía productiva en vacunas y la armonización regulatoria regional, temas cruciales desde la pandemia.
Otro punto clave es la discusión sobre una agenda fiscal común en América Latina y el Caribe, centrada en la justicia tributaria y el financiamiento del desarrollo social. La propuesta cuenta con el apoyo de centros de investigación como Dejusticia, que defienden el fortalecimiento de los ingresos públicos como condición esencial para la soberanía económica.
Presencias, ausencias y presiones externas
A pesar del peso simbólico del encuentro, solo una docena de jefes de Estado confirmó su participación. Importantes líderes europeos —entre ellos Ursula von der Leyen— decidieron no asistir, reflejando el malestar de Europa en medio de la nueva ofensiva diplomática estadounidense en la región.
Según la prensa europea, la ausencia de altos dirigentes de la UE busca evitar fricciones con el gobierno de Trump, que intenta retomar el control geopolítico del continente americano.
Aun así, diplomáticos reconocen que la presión estadounidense sigue siendo uno de los factores que más limitan la capacidad de América Latina para ejercer plenamente su autonomía.
Petro apuesta por el liderazgo regional
Para el anfitrión Gustavo Petro, la cumbre representa una apuesta diplomática de alto riesgo. El presidente colombiano intenta proyectarse como articulador de un nuevo orden regional —ecológico, pacifista e independiente— en contraste con las viejas élites latinoamericanas, acostumbradas al alineamiento automático con las potencias.
En declaraciones recientes, Petro afirmó que “América Latina necesita hablar con voz propia” y que “se acabó el tiempo de los tutores”. Su postura refleja los vientos del Sur Global, donde espacios como el Brics+ y la OCScomienzan a disputar la influencia que antes monopolizaban las potencias tradicionales.
La Celac expresa su apoyo a Venezuela
Uno de los momentos más significativos de la cumbre fue el respaldo explícito de la Celac a Venezuela, blanco de sanciones y de una campaña de desestabilización impulsada por Washington.
Los países miembros reafirmaron el derecho soberano del pueblo venezolano a decidir su propio destino, y condenaron las sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos. Esta posición reposiciona al bloque como voz colectiva de resistencia frente a los intentos de tutela externa y refuerza la importancia de una América Latina unida ante la presión estadounidense.
Entre promesas y resultados
Los críticos recuerdan que muchas cumbres de este tipo terminan en declaraciones genéricas, sin compromisos concretos. El desafío, ahora, es transformar el discurso de integración en resultados tangibles —ya sea en infraestructura, salud o gobernanza fiscal.
La Celac vuelve a ser puesta a prueba: debe demostrar que puede actuar como un bloque político cohesionado, capaz de negociar con Europa en condiciones de igualdad, y no como un conjunto disperso de economías dependientes.
Lo que está en juego
La IV Cumbre de la Celac es más que un evento diplomático. Es una prueba de madurez política para América Latina y el Caribe.
Si logra avanzar en una agenda propia —de justicia social, autonomía económica y transición verde— el bloque puede consolidarse como una voz relevante en el nuevo orden mundial multipolar.
Pero si cede ante las presiones externas, corre el riesgo de convertirse en una nueva foto de buenas intenciones, sin consecuencias reales.
*Paulo Cannabrava Filho, periodista editor de la revista virtual Diálogos do Sul Globals





