La facción criminal se fortalece donde el Estado está ausente y se transforma en un
poder paralelo con presencia nacional
Paulo Cannabrava Filho*
El Comando Vermelho, una de las facciones criminales más antiguas de Brasil, ha
demostrado una impresionante capacidad de expansión, organización y dominio
territorial. Surgido a fines de los años 1970 en la prisión de Ilha Grande, en Río de
Janeiro, el grupo nació de la convivencia entre presos comunes y presos políticos que
habían combatido la dictadura militar. En ese contexto, los delincuentes comunes
aprendieron de los militantes tácticas de organización, disciplina y guerrilla urbana, que
se convertirían en fundamentos de la actuación del CV.
Más que un grupo de narcotraficantes, el CV se estructuró como una organización con
un proyecto de poder. Consolidó su dominio en las favelas y periferias de Río de
Janeiro, donde impone su propio orden, suplantando al Estado. Estudios indican que es
el único grupo armado que ha ampliado su territorio en los últimos años en la región
metropolitana de Río. Esta expansión fue favorecida por el debilitamiento de las
milicias y la ausencia de políticas estatales efectivas.
La fuerza del CV, sin embargo, no se limita a la capital fluminense. La facción se ha
extendido por diversas regiones del país, incluyendo la Amazonía Legal. Aprovechando
las rutas del narcotráfico con escasa fiscalización y la débil presencia estatal, el grupo
ya domina territorios en Amazonas, Acre y Pará. En muchas de estas zonas, impone su
control mediante métodos violentos y extiende su actividad más allá del tráfico de
drogas.
El Comando Vermelho también está presente en el litoral norte de São Paulo y en el
Valle del Paraíba, en regiones de Mato Grosso y en otros interiores del país. En São
Paulo, ocupando el vacío dejado por el PCC, el CV actúa en la región norte del estado,
en ciudades como Santa Bárbara, Rio Claro y Araras, donde incluso se descubrió una
fábrica clandestina de fusiles con capacidad para producir más de dos mil armas por
año.
Su modelo de actuación va más allá del crimen tradicional: grilaje de tierras, loteos
ilegales, cobro por servicios como internet, gas, televisión, además del control cotidiano
de comunidades enteras.
Estudios recientes lo posicionan como el segundo mayor grupo criminal en influencia y
expansión en Brasil, solo detrás del PCC. Además, hay indicios de alianzas con grupos
extranjeros, especialmente en rutas internacionales del narcotráfico.
El CV no es un simple grupo de narcotraficantes. Es un proyecto de poder armado,
territorial y económico que avanza donde el Estado retrocede. Donde falta el Estado,
entra el Comando. Su presencia deja al desnudo el fracaso de las políticas de seguridad
basadas únicamente en la represión y el exterminio. Mientras no haya una presencia
efectiva del Estado con educación, salud, justicia social y desarrollo, el espacio seguirá
siendo ocupado por la lógica del crimen organizado.
En Bahía y Ceará, recientemente, se realizaron detenciones de dirigentes del Comando
Vermelho sin que se efectuara un solo disparo, lo que contrasta de forma escandalosa
con la incompetencia y/o incoherencia de Río de Janeiro, donde una megaoperación
dejó más de un centenar de muertos para capturar a algunos cuadros de la facción.
Denunciar el poder del CV es, al mismo tiempo, denunciar la ausencia de la República
en vastas porciones del territorio nacional. Es exigir un proyecto de Brasil donde no
haya lugar para estados paralelos armados ni para territorios abandonados.
*Paulo Cannabrava Filho, periodista editor de la revista virtual Diálogos do Sul Global





