Revolución de 1930: un proyecto
de nación que aún inspira
Paulo Cannabrava Filho*
La Revolución de 1930, iniciada un 3 de octubre, fue un hito transformador en la historia de Brasil. Marcó el fin de la vieja República de las oligarquías del café con leche y el inicio de un nuevo ciclo político, orientado a construir un proyecto nacional de desarrollo.
Getúlio Vargas asumió el poder con el apoyo de sectores urbanos, militares y populares que ya no aceptaban la dominación de los grandes terratenientes y la exclusión de la mayoría del pueblo. Fue un movimiento esencialmente antioligárquico, que buscaba modernizar el Estado e integrar el país.
Uno de los legados más profundos de aquel período fue la inversión en educación. El gobierno sembró el país de escuelas, especialmente las llamadas Escuelas Normales, que formaban maestros y maestras. Fue el inicio de un proceso de profesionalización del magisterio y de valorización de la educación como base del desarrollo.
Al mismo tiempo, Brasil dejaba de ser un país meramente agrario para iniciar un verdadero proceso de industrialización. La creación de empresas estatales, el fortalecimiento de la infraestructura y la consolidación de una legislación laboral moderna abrieron el camino hacia un Estado que planificaba el futuro.
La Revolución de 1930 nos dejó una lección actual y urgente: Brasil solo avanza cuando tiene un proyecto nacional. Cuando hay planificación, cuando el Estado vuelve a servir al pueblo, cuando las fuerzas productivas se unen en torno al interés colectivo.
Hoy, ante la fragmentación política y la sumisión a los intereses externos, es necesario retomar ese espíritu de reconstrucción nacional. El país necesita una gran frente de salvación nacional, capaz de unir a trabajadores, empresarios productivos, intelectuales, militares y a todos los que creen que Brasil puede ser soberano y justo.
Como en 1930, el desafío es superar el atraso y romper con las nuevas oligarquías —el mercado financiero y el agronegocio de exportación, que concentran la renta, devastan el territorio e impiden el desarrollo autónomo. Es hora de colocar nuevamente al Estado al servicio del pueblo, del trabajo y de la producción, para reconstruir un proyecto de país que devuelva a los brasileños la esperanza y el protagonismo sobre su propio destino.
*Paulo Cannabrava Filho, periodista editor de la revista virtual Diálogos do Sul Global