Por Gustavo Espinoza M.
Desde la Guerrilla del Che y el fugaz gobierno de Juan José Torres derribado en agosto de 1971, Bolivia asomó como una suerte de laboratorio del fascismo.
El miedo del Imperio y de la vieja “rosca” boliviana asustados ambos por la posibilidad de que el país altiplánico se convirtiera en fuego de una Revolución inconclusa -abril de 1952-; logró que se consolidara un relativo proceso de estabilización, por gestión de un tirano siniestro: Hugo Bánze.
Sucesivos gobiernos, unos “reformistas” y otros conservadores, derivaron en una variante neo liberal de Sánchez de Lozada. Ampliamente repudiada por el pueblo. Finalmente, un caudillo popular, Evo Morales, bajo la conducción del Movimiento al Socialismo, abrió cauce a un convulso proceso de transformaciones sociales, que aún no culmina.
Se puede tener opiniones de uno y otro signo respecto a lo ocurrido en Bolivia durante la gestión del MAS. Más allá de ellas, hay elementos comunes que se imponen por la fuerza de la vida: el progreso social y político logrado por el país durante casi 12 años; y la resistencia a esa evolución, desplegada sistemáticamente por la oligarquía tradicional y la Casa Blanca, empeñadas ambas en obstruir los cambios y reasentar privilegios perdidos.
Nunca estuvo fuera de los planes del Imperio recuperar el Poder por la fuerza para imponer un régimen adicto a Washington. Por eso, y luego de varias conspiraciones improductivas, pergeñó un Golpe de Estado, en noviembre del 2019, que dio al traste con el gobierno de Morales.
Para el efecto, fue indispensable contar con la complicidad de altos mandos castrenses que se prestaron -unos por adhesión y otros por interés- a sumarse a una acción violenta que tiñó de sangre el suelo altiplánico, y que fuera alentada por la CIA.
El régimen de Jeannine Añez, impuesto a la mala por la ultra derecha, no hizo sino agravar las cosas en medio de una aguda lucha de clases. Finalmente, y ante la incapacidad de consolidar una gestión gubernativa, la precaria “mandataria” se vio forzada a convocar elecciones adelantadas, las mismas que pusieron a cada quien en su lugar: al MAS en la Presidencia, y a Añez en prisión.
La derrota del golpismo fue posible ante todo por la unidad del pueblo boliviano. Juntos, obreros, campesinos, empleados, intelectuales y artistas; trabajadores en general, sumados a estudiantes y amas de casa; combatieron con firmeza para debilitar a la dictadura y tornar inoperativos sus planes de dominación. Pero allí, la lucha no fue fácil.
No faltaron matanzas, crímenes de guerra, violaciones de Derechos Humanos y abusos de diverso signo. Ellos buscaron mantener en sus manos, por uno u otro medio, los resortes del Poder para garantizar privilegios y prebendas.
Los comicios convocados luego de doce meses de martirio, arrojaron el resultado que era previsible; el MAS retornó al gobierno y Luis Arce Catacora, quien fuera antes ministro de economía de Evo, obtuvo el 56% de los votos y pasó a la conducción del Estado. Los militares golpistas fueron juzgados, pero la institución, no fue depurada. Quedaron en ella, remanentes que aún operan.
El trabajo del enemigo, no cesó entonces con la derrota de los golpistas. Simplemente cambio el juego. Consciente que la fuerza del pueblo radicaba en su unidad, buscó amagarla golpeando desde diferentes ángulos.
Como dijera Aníbal Ponce aludiendo a la pérdida de la conciencia de clase, alentó en unos la vanidad siempre despierta; y en otros, la ambición nunca dormida; pudo penetrar el alma de quienes tenían posibilidades reales de Poder. Apuntó así a Evo Morales y a Luis Arce, buscando la ruptura.
Es posible que ambos hayan cometido errores que facilitaron la división. Pero ambos, también aportaron valiosos recursos al movimiento. Deberán, entonces, sacar lecciones de la experiencia vivida y entender que, por encima de apetitos personales, está la causa de grandes masas populares.
Es posible que el fascismo haya percibido en la falta de unidad, el Talón de Aquiles del movimiento popular. Y se haya valido de ella, para golpear. Un juego de laboratorio, que pudo rendirle provecho.
Pero tanto en Bolivia, como en el exterior del país -y es bueno saberlo- la fuerza del fascismo habrá de persistir en la tarea de escindir al movimiento.
Hoy, recurre a una nueva estratagema: Exportar la idea que no hubo Golpe alguno, que todo fue una farsa alentada por Luis Arce para ganar prestigio”. En el fondo, lo que busca es persistir en enfrentar a uno contra otro y bloquear cualquier proceso de reconstrucción de la unidad.
La mano de Washington no es ajena a esta maniobra sediciosa. No es casual que ella haya ocurrido poco después del viaje de Arce a Moscú. y cuando la administración de La Paz, adopta reales medidas para cautelar la explotación del Litio, tan ambicionada por el Imperio y expresamente requerida por la generala del Comando Sur de los Estados Unidos, la señora Laura Richardson.
Y es que lo que está planteado, no es poc-o. Se trata del Proceso Emancipador Latinoamericano
Después de todo, Bolivia no es sólo un país. Es también un laboratorio de Fascismo. Allí, aún no se ha jugado las últimas cartas. (fin)