Por Arthur González.
Los yanquis llevan años sancionando a países que no aceptan subordinarse a sus órdenes, calificándolos de violadores de todos los derechos humanos, haciéndole creer al mundo la necesidad de sumarse a su política sancionadora, con el propósito de obligar a los insubordinados a someterse.
Son muchos los ejemplos de esa política imperial y precisamente es Estados Unidos quien más violaciones de los derechos humanos comete, pero no permite opositores, personas que piensen diferente, ni que alguien tenga la osadía de atreverse a divulgar informaciones sobre las violaciones que a diario se realizan en ese país.
Una prueba irrefutable de su actuación prepotente y de irrespeto a los derechos humanos, fue lo sucedido el 1º de mayo de 1886 en Chicago, cuando un numeroso grupo de trabajadores iniciaron una huelga para pedir la aplicación de una jornada laboral de 8 horas, púes los dueños de las industrias y fábricas exigían trabajar agotadoras jornadas de hasta 16 horas diarias.
La acción fue respaldada por miles de trabajadores de esa ciudad, con protestas callejeras que dieron lugar a un incidente en la conocida Haymarket Square de Chicago, el 4 de mayo de ese año, cuando explotó una bomba que alguien lanzó a la policía mientras reprimía violentamente a los manifestantes.
La policía detuvo a varios obreros, porque evidentemente la agencia de seguridad Pinkerton, la misma que dio seguimiento a José Martí, los estaba trabajando secretamente por considerarlos anarquistas y anarco-comunistas. El dirigente sindical Rudolph Schnaubelt, fue acusado de ser el autor del hecho, sin una sola prueba.
Los yanquis calificaban de anarquistas a quienes se oponían a cumplir con disposiciones que atentaban contra los derechos de los trabajadores, satanizándolos de ser supuestos enemigos de la sociedad, práctica que no han dejado de emplear, incluso reflejado en las regulaciones actuales aprobadas recientemente en la Florida, para incluir como materia de estudio en las escuelas, el odio al comunismo, cuando es el sistema capitalista el responsable de las penurias que sufren millones de personas en América Latina, África, Asia e incluso en los propios Estados Unidos.
La mayoría de aquellos obreros estaban afiliados a la Orden de los Caballeros del Trabajo y como luchaba por la reivindicación de los trabajadores, la acuñaban también de anarquista con el fin de atemorizar a otros que quisieran ingresar.
En el cuarto congreso la Federación Americana del Trabajo (AFL), celebrado el 17 de octubre de 1884, se había acordado que desde el 1ro de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas y si la patronal no lo aceptaba se irían a la huelga.
Esa actitud de la clase obrera no era aceptada por los oligarcas yanquis, porque Estados Unidos no admite opositores en su país, aunque ellos sí promueven, preparan y financian disidentes en otras naciones, especialmente en aquellas que mantienen una posición soberana e independiente.
De los detenidos por las protestas de Haymarket Square, fueron enjuiciados 31 pero solo ocho condenados.
Desde el inicio, el juicio celebrado el 21 de junio de 1886, fue considerado una farsa política con total irrespeto a las normas procesales y pruebas carentes de valor.
Las autoridades y probablemente los oficiales de la agencia de seguridad Pinkerton, presionaron y reclutaron a algunos periodistas para desarrollar una fuerte campaña de prensa, con el objetivo de crear una matriz de opinión capaz de sembrar el rechazo de la población contra los obreros, quienes sólo reclamaban el derecho a no ser tratados como animales.
De inmediato, aquella prensa a su servicio empezó a publicar artículos donde culpaba a todos los acusados y exhortaba a que el tribunal los sancionara a la horca. Algunos de sus artículos decían:
«A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa, que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación».
En el juicio no se pudo probar nada en su contra, pero los ocho fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad estadounidense y del orden establecido. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca, evidencia irrebatible que no perdonan a quienes se manifiesten en contra de su régimen.
Años más tarde el juicio fue calificado de ilegítimo y deliberadamente malintencionado, motivado solo por razones políticas y no por razones jurídicas. La verdad es que fueron juzgados por su orientación política libertaria y su condición de obreros rebeldes, no por el incidente.
John P. Altgeld, gobernador de Illinois, declaró:
«Los hombres ejecutados fueron víctimas de un complot de los empresarios, los tribunales y la policía. Las condenas y las ejecuciones fueron el resultado de la histeria, jurados empaquetados y un juez parcial. La acusación fiscal nunca descubrió quién había tirado la bomba que mató al policía y la evidencia no mostró ninguna conexión entre los acusados y el hombre que la lanzó».
«Fue culpa del gobierno de la ciudad de Chicago, permitir que la agencia de seguridad Pinkerton, utilizara sistemáticamente armas de fuego para reprimir las huelgas».
Nada ha cambiado en Estados Unidos, la CIA y el FBI emplean el mismo método utilizado por su antecesora del siglo XIX. Reclutan a periodistas y editores para desfigurar la verdad, entre ellos los llamados Influencer o Youtubers con el empleo de las nuevas tecnologías de la información, cuando planifican acusar a quienes no se venden.
Aquel crimen dio lugar a la conmemoración del 1ro de mayo por el movimiento obrero, en recordación a los Mártires de Chicago y se considera como el Día internacional de los trabajadores, excepto en los Estados Unidos y Canadá, para que los ciudadanos no recuerden aquel horrendo crimen, cometido solamente por reclamar la jornada laboral de 8 horas.
Ese es el régimen que pretende asfixiar y matar de hambre a pueblos enteros que no aceptan arrodillarse, financia las masacres de Israel contra los palestinos, apoya las violaciones de todas las normas legales de sus aliados, y después tiene la desvergüenza de confeccionar listas de supuestos violadores a los derechos humanos.
Por eso José Martí afirmó:
«Nada falso es duradero ni útil».
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