DINA BOLUARTE, HEREDERA DEL «CRIMEN INOCENTE»

DINA BOLUARTE: HEREDERA DEL “CRIMEN INOCENTE”

Por M.Sc. José Octavio Toledo-Alcalde

22/04/24

Este artículo explora la complejidad inherente en la autoafirmación de inocencia por parte de funcionarios públicos implicados en actos delictivos. Como ejemplo introductorio destaca el emblemático grito de Alberto Fujimori: “Soy inocente”. El dictador peruano refleja la contradicción patológica en la autoimagen de los criminales, sugiriendo una desconexión con la realidad externa, característica de personalidades disfuncionales. El presente texto aborda las incoherencias observadas en algunas figuras públicas dentro y fuera de Perú, quienes emplean el discurso para manipular la percepción pública presentándose como inocentes a pesar de la evidencia de sus actos criminales como es el caso de la actual mandataria del Perú, Dina Boluarte.

En el mismo sentido, otros destacados pensadores de la psicología y el psicoanálisis han abordado la complejidad del acto de negación y construcción de la realidad individual. Carl Jung postuló que aquello que no se enfrenta en la vida personal puede manifestarse como destino, mientras que Melanie Klein describió la negación como un mecanismo esencial de defensa contra la ansiedad y la angustia. Por su parte, Jacques Lacan argumentó que la verdad misma tiene una estructura de ficción, sugiriendo así que la percepción de la realidad está intrínsecamente influenciada por factores subjetivos. En la misma línea, Wilhelm Reich consideró que la enfermedad del individuo refleja una lucha interna entre el impulso de vida y el impulso de muerte. Estas perspectivas ofrecen un amplio marco referencial para comprender cómo la negación y la autoafirmación de la inocencia se convierten en estrategias utilizadas por individuos y grupos para protegerse de conflictos emocionales y mantener una narcisista imagen positiva de sí mismos.

Se presentan ejemplos de personalidades patológicas al mando de naciones que se auto definieron como inocentes a pesar de los demostrados crímenes contra la humanidad que caracterizaron sus regímenes. En Nicaragua, Anastasio Somoza fue responsable de crímenes como corrupción, nepotismo, asesinatos extrajudiciales, torturas a trabajadores, campesinos, activistas sociales, líderes políticos y control y censura de medios de información opuestos a su régimen. “Tacho” abundaba en discursos de autojustificación por sus crímenes, en medio de lo cual amaba decir impunemente: «Para mis amigos, todo. Para mis enemigos, la ley».

La Cuba de Fulgencio Batista, fue una fábrica de crímenes ante la cual los jóvenes de Sierra Maestra dieron el mortal golpe. Batista registró en su expediente casos como represión política, corrupción, nepotismo y colaboración con el crimen organizado, siendo la piedra angular del capitalismo, al cual defendió, la opresión, desigualdad y violencia estructural. Batista solía decir: “No he sido un dictador. He estado al frente de una dictadura, pero no he sido un dictador. He cumplido con mi deber como he creído que debía cumplirlo”.

Como parte del mismo concierto disfuncional y adornando el Olimpo de “inocentes bebés de pecho”, responsables de cruentos crímenes contra la humanidad y corrupción, tenemos a Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó la República Dominicana durante más de tres décadas. Trujillo fue responsable de abuso de poder, persecución, tortura y asesinatos sistemáticos contra líderes políticos, étnicos y religiosos, desapariciones, secuestros y control totalitario del Estado. Trujillo se autodefinía como “benefactor”, el protector de la República Dominicana.

En Chile de 1973, fue el ingreso a Latinoamérica de un sanguinario “Plan Cóndor” que aún sigue en vuelo hasta nuestros días. El execrable Pinochet fue responsable de cruentos crímenes contra la humanidad como los perpetrados aquel nefasto 11 de septiembre del 73 en el estadio en donde miles, entre 3mil o superior a 5mil personas, fueron torturadas, secuestradas y asesinadas entre ellos el Salvador Allende, Víctor Jara, Palo Neruda, Orlando Letelier, Carlos Prants, José Tohá, Gladys Marín, María Angélica Andreoli, Berta Vergara, Nalvia Rosa Mena, Marta Ugarte, etc.

Aberraciones como “la caravana de la muerte” (1973), “operación Colombo” (1975), “el caso degollados” (1985), “el caso quemados” (1986) o aquellos sucedidos en Villa Grimaldi uno de los centros de detención y tortura más emblemáticos del régimen de Pinochet (1973-1990). Pinochet tenía una visión mesiánica de sí, se autodefinía como “el salvador de la patria”, aquel que tenía la misión de “rescatar” a Chile y el continente de las garras del comunismo.

En ese mismo contexto apareció otro criminal: Francisco Morales Bermúdez Cerruti. Fue el calco y copia de Pinochet. Ambos fueron sembrados por los Estados Unidos como brazos derechos tanto de Velazco como de Allende. Ambos fueron responsables de su lapidación. Bermúdez jugó en pared con Jorge Rafael Videla quienes cometieron atroces crímenes como parte del formato del “Plan Cóndor”. Por ello en enero de 2017 fue condenado a cadena perpetua por un tribunal en Roma debido a su participación en el “Plan Cóndor”. Bermúdez todo el tiempo de su mandato se sintió un paladín de la democracia y defensor de los derechos de los ciudadanos. Mientras por otro lado emprendía secretas carnicerías en el marco ideológico de la Escuelas de las Américas, “Plan Cóndor” y “Comando Sur”, de igual forma, con presencia en regímenes como, Alfredo Stroessner (Paraguay), Emílio Garrastazu Médici (Brasil), Ernesto Geisel (Brasil), Rafael Caldera (Venezuela), Carlos Andrés Pérez (Venezuela), Julio César Turbay Ayala (Colombia), entre otros.

Dentro de los mandatarios norteamericanos y europeos que hicieron de sus historias fuera de la ley narraciones de víctimas, tenemos a Richard Nixon, Donald Trump, Boris Johnson y Silvio Berlusconi. Pero aquel que no podemos dejar de lado fue los crímenes cometidos contra Irak en el régimen del mandatario George W. Bush, el cual comenzó el 20 de marzo de 2003, como parte de la «Guerra contra el Terrorismo», después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. El pretexto de la invasión fue el haber hallado, en el régimen de Saddam Hussein, armas de destrucción masiva (ADM), incluyendo armas nucleares, químicas y biológicas. Nada de esto fue cierto. Posteriormente Bush reconoció públicamente la falta de armas de destrucción masiva en Irak. En una entrevista televisiva con ABC News en diciembre de 2008, Bush dijo: “Claro que desearía que la inteligencia original hubiera sido diferente, ya sabes, hubiera sido más exacta […] Pero la verdad del asunto es que Saddam Hussein era un peligro. Y se eliminó al peligro”.

Después de recordar a Bermúdez y Fujimori en la introducción, aterrizamos nuevamente en el Perú, paraíso de la impunidad en donde los crímenes de funcionarios públicos son asumidos, defendidos y promovidos como ataque a la democracia y al desarrollo del país. Todos aquellos funcionarios que negaron crímenes de toda índole han terminado privados de libertad y uno de ellos se dice que decidió el camino del suicidio antes que el escarnio público. Todos asumidos como demócratas blindados de pies a cabeza por el silencio o la aprobación explícita de la OEA o el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Como es vox populi internacional, la mandataria peruana Dina Boluarte se desborda en autodefensas y elogios en medio de acusaciones por crímenes contra la humanidad, enriquecimiento ilícito, abuso de poder, entre otros. Las incoherencias de la mandataria y personajes involucrados, en un caso más sospechoso de formar parte de una red de crimen organizado, son cuestionadas por renombrados juristas siendo calificados estos actos como causales suficientes para que los organismos competentes procedan con denuncias constitucionales y proceso de vacancia por incapacidad moral. Boluarte no se quedó con las ganas de formar parte del Olimpo de conductas disfuncionales. Personalidad que podría ser calificada, por especialistas en materia de salud mental, como sociópata o psicópata debido al patrón de desprecio por los derechos protegidos, falta de empatía, manipulación y búsqueda de beneficios personales a expensas de los demás.

En uno de sus recientes discursos, Boluarte vociferó: “Jamás caeremos en distracciones…que quieren llevarnos por allí. Nuestra mayor concentración es la necesidad del pueblo y allí estamos firmes, fuertes y dignos”. Finalmente, dos citas de Freud: “Cuando escuchamos a alguien negar vehementemente haber cometido un delito, a menudo estamos presenciando una estrategia de defensa psicológica que busca proteger la integridad del yo frente a la amenaza de ser culpado o castigado”; “La negación de los crímenes puede entenderse como un intento del individuo por preservar una imagen idealizada de sí mismo, rechazando aceptar la realidad de sus acciones transgresoras”. Para no pecar de patriarcal, un personaje en la línea del discurso posverdad disfuncional fue Margaret Thatcher, también conocida como la Dama de Hierro.

Debido a inobjetables evidencias de distorsión del sentido de la función pública, que más que pública es asumida como privada, tal cual fundos feudales, propiedades de particulares, familias o estrambóticos grupos de poder, la exigencia a la sociedad civil es no solo buscar afinidad política, ideológica, técnica, académica, religiosa o por último carismática. La urgente demanda es realizar exigentes filtros de búsqueda ya sea de liderazgos, organizaciones o partidos políticos, desde perfiles éticos, morales y psicológicos. Tenemos más que demostrado, hablo del caso peruano, el ficticio escenario electoral. La ciudadanía vota por personajes de orientación de izquierda o derecha y ambos, en cualquier escenario de la función pública, termina en las redes de la corrupción o abrazando principios ideológicos o políticos que no fueron aquellos que asumieron como bandera electora.

Quien entra por la izquierda termina saliendo por la derecha y de allí a la corrupción. Quien entra por la derecha pareciera existir pactos previos con carteles del crimen organizado. La mandataria peruana es solo una muestra más de aquella herencia colonial en donde el criminal es promocionado como el más probo, el criollo, pepe el vivo, el que roba pero hace obras. ¿Qué herencia recibirán la niñez, las juventudes, las nuevas generaciones, ante el repugnante y hediondo mediocre, arribista y forajido escenario en el cual se encuentra la política en el Perú? Esta tribuna no propone pena de muerte para crímenes como corrupción de funcionarios públicos pero si proponemos considerar la cadena perpetúa, en la futura Asamblea Constituyente, como máxima medida de sanción ética y moral.