15 abril, 2024 by obsadmin Deja un comentario
MK BHADRAKUMAR, DIPLOMÁTICO SENIOR DE LA INDIA
Hay que reconocer el mérito de Teherán por leer las hojas de té con suficiente antelación, cuando empezaron a surgir diferencias entre Washington y Tel Aviv. Teherán intuyó correctamente que esas diferencias podrían convertirse en discordia. Mientras tanto, Estados Unidos es lo suficientemente realista como para comprender que la estrategia de contención contra Irán ha dejado de ser útil y que continuarla deja de tener sentido cuando los Estados de la región prefieren la reconciliación.
Con el estallido de la guerra de Israel en Gaza hace seis meses, en el pantano de la geopolítica, se multiplicó una narrativa de que Estados Unidos está atrapado en un atolladero que lo obligaría a replegarse en Eurasia y debilitaría gravemente la estrategia de la administración Biden en Asia-Pacífico.
Es más que discutible qué Moscú y Beijing suscribieran esa narrativa dado su justificado escepticismo derivado de experiencias pasadas con las estrategias de política exterior de Estados Unidos. Sea como fuere, lo que surge es que la expansión de la OTAN hacia el este, el fin de la hegemonía occidental en Oriente Medio y la estrategia de contención de Estados Unidos contra China están interrelacionados. El desafío de la Administración Biden es adaptarse a una nueva normalidad.
Por supuesto, hay variables en la situación; principalmente, las incertidumbres por el futuro de los compromisos adquiridos por Estados Unidos. Dentro de la otrora potencia hegemónica existen visiones radicalmente diferentes sobre el papel del país en el mundo y sus relaciones con los aliados. En el extranjero, existen preocupaciones sobre el aislacionismo y la confiabilidad estadounidenses, independientemente de qué candidato gane las elecciones en noviembre.
Sólo en la última semana, aunque las tensiones en Medio Oriente estaban aumentando peligrosamente, el presidente estadounidense Joe Biden fue el anfitrión de una visita de estado verdaderamente histórica del primer ministro japonés, Fumio Kishida. El subtexto, era el de esperar : las tensiones en el Estrecho de Taiwán.
Estados Unidos y Japón firmaron más de 70 acuerdos de defensa y se habla mucho sobre la incorporación del país Nipón al AUKUS y a los Cinco Ojos. Biden y Kishida también participaron en la primera Cumbre Trilateral de Líderes con el presidente Ferdinand Marcos Jr. de Filipinas, donde la atención se centró en la contención de China.
Una vez más, Washington anunció sanciones contra la importación de aluminio, cobre y níquel de origen ruso y se coordinó con el Reino Unido para tomar medidas enérgicas contra el comercio de estos metales en las bolsas globales con miras a “apuntar a los ingresos que Rusia puede obtener” para financiar su Operación militar en Ucrania.
De hecho, la agenda de los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN reunidos en el septuagésimo quinto aniversario de la alianza en Bruselas los días 3 y 4 de abril incluyó un debate sobre «cómo la OTAN podría asumir una mayor responsabilidad en la coordinación del equipamiento militar y el entrenamiento para Ucrania, dentro de una “solida estructura de la OTAN. Esto, claramente no parece una retirada estadounidense de Eurasia.
De hecho, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, subrayó que “Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN. Es una cuestión de cuándo, no de si”. También correlacionó la guerra de Ucrania con las crecientes tensiones sobre Taiwán. En sus palabras, “los amigos de Rusia en Asia son vitales para continuar su guerra de agresión. China está apuntalando la economía de guerra de Rusia. A cambio, Moscú está hipotecando su futuro a Beijing”. Stoltenberg estaba articulando el punto de vista de Estados Unidos.
¡Biden planteó al presidente chino Xi Jinping durante una conversación telefónica el 2 de abril las “preocupaciones de Washington sobre el apoyo de la República Popular China a la base industrial de defensa de Rusia y su impacto en la seguridad europea y transatlántica”!
Claramente, aunque Estados Unidos y la OTAN no están preparados para librar una guerra industrial con Rusia en Europa, tampoco es que Estados Unidos esté en retirada. La próxima Cumbre de la OTAN en Washington en julio seguramente estará dominada por la guerra de Ucrania y la doble contención de Rusia y China.
Según algunos informes, ya se habla entre los países de la OTAN (Francia, el Reino Unido y Polonia) de que si la ofensiva rusa llega al Dniéper y el ejército ucraniano colapsa por agotamiento, deberían intervenir para mantener la línea del frente.
Biden se dirigió al Congreso con una comunicación de abril recomendando la extensión por un año más de la emergencia nacional declarada en la Orden Ejecutiva 14024 (de 15 de abril de 2021) “con respecto a actividades extranjeras nocivas del Gobierno de la Federación Rusa”. En opinión de Estados Unidos, la guerra en Ucrania está lejos de terminar y Rusia tardará mucho en hacerse con el control de todo el país.
Basta decir que la crisis de Oriente Medio es todo menos un acontecimiento “independiente”. No se equivoquen: la membresía en el BRICS de cuatro países del Medio Oriente, que eran aliados de Estados Unidos, marca el eclipse del petrodólar. La decisión encaja con el proyecto ruso de “desdolarización” y retroceso de la hegemonía estadounidense.
Uno de los cuatro Estados regionales que se unen a los BRICS es Irán, ferviente partidario de la “desdolarización”; un país clave con el que la Administración Biden mantiene contactos sobre la situación en Oriente Medio. Los últimos acontecimientos tras el ataque israelí a Damasco han llevado a una intensificación de los contactos destinados a evitar malentendidos.
Estos contactos han alcanzado últimamente un nivel cualitativamente nuevo. Ahora es posible cierto grado de coordinación, como lo implicaron los ataques calibrados con drones y misiles de Irán contra Israel el sábado por la noche.
Un comentario de la agencia de noticias iraní IRNA detalló siete “dimensiones” de las represalias de Irán. Ahora, Estados Unidos sin duda tiene una influencia moderadora sobre Israel. Según informes de Washington DC, Biden ha trazado una línea roja: Estados Unidos se negará a participar en cualquier futura represalia israelí contra el ataque directo sin precedentes de Irán el sábado por la noche.
Un giro tan dramático en la dinámica de poder en la región era sencillamente impensable hasta ahora. IRNA señaló que esto indicaba «una comprensión de la gravedad de este asunto por parte del principal partidario del régimen sionista». La gran pregunta ahora es hacia dónde conduce todo esto.
Sin duda, la diplomacia estadounidense está ganando terreno y tendrá un efecto positivo en los acontecimientos posteriores relacionados con el problema palestino. Durante los últimos seis meses, se ha intensificado el trabajo en red de Washington con sus aliados tradicionales (Qatar, Arabia Saudita, Egipto y la Autoridad Palestina, en particular).
A medida que madure la cooperación práctica para sacar a Gaza del oscuro túnel de la guerra y el derramamiento de sangre, se agregará seriedad a la posición general de Estados Unidos como pacificador e incluso le permitiría recuperar el papel de liderazgo que antes disfrutaba, en una nueva forma.
La trayectoria futura de los contactos entre Estados Unidos e Irán aún está por verse. ¿Estos nacientes movimientos morirán de muerte súbita? ¿O generarán una masa crítica de confianza mutua para que los vínculos profundamente problemáticos se conviertan en una relación de trabajo? La retórica mutua entre Estados Unidos e Irán se ha suavizado considerablemente en el período reciente.
Hay que reconocer el mérito de Teherán por leer las hojas de té con suficiente antelación, cuando empezaron a surgir diferencias incipientes entre Washington y Tel Aviv. Teherán intuyó correctamente que esas diferencias podrían convertirse en discordia.
Mientras tanto, Estados Unidos es lo suficientemente realista como para comprender que la estrategia de contención contra Irán ha dejado de ser útil y que continuarla deja de tener sentido cuando los Estados de la región prefieren la reconciliación.
En efecto, Irán ha ganado mucha profundidad estratégica y fortalecido su autonomía estratégica, gracias al fortalecimiento de sus vínculos con Rusia y China y al acercamiento con Arabia Saudita. A nadie se le puede escapar el profundo significado del ataque directo con misiles de Irán contra Israel.
El comentario de IRNA dice: “El ataque iraní fue el primer enfrentamiento directo entre la República Islámica y el régimen sionista. Esto es muy significativo en términos de cuestiones históricas. Los ataques efectivos en las profundidades de los territorios ocupados han sido un sueño incumplido de los países islámicos desde 1967, que ahora se han hecho realidad gracias a los esfuerzos de la cuna de la resistencia en la región. Por primera vez, aviones iraníes atacaron a los enemigos de la Mezquita de Al-Aqsa en los cielos sobre este lugar sagrado”.
Estados Unidos sabe que Irán es un negociador duro que no comprometerá sus intereses. Sin embargo, Washington buscará minar la relación ruso-iraní, para una tentadora posibilidad de aislar a un Moscú bajo las sanciones.
Irán es un socio energético ideal para las economías europeas que puede reemplazar a Rusia. Baste decir que lo más probable es que los finales de la guerra de Ucrania y del conflicto árabe-israelí, al seguir vías paralelas, se podrían crear nuevas sinergias en el futuro.