Por M.Sc. José Octavio Toledo-Alcalde
07/04/23
En medio del escrutinio público y una intensa controversia, Dina Boluarte, primera mujer presidenta del Perú, se encuentra bajo sospechas de enriquecimiento ilícito, malversación de fondos e incluso complicidad en homicidios calificados. Sin embargo, más allá de los delitos imputados, la atención se ha centrado en su intento de evasión y justificación bajo el manto de la fe y la cultura, en relación con ilícitos penales que no ha sabido absolver con coherencia hasta la fecha. En una conferencia de prensa previa a su cita en la Fiscalía de la Nación, Boluarte no solo aludió a la importancia de hablar con la verdad según las enseñanzas religiosas, sino que también hizo referencia a tres principios éticos arraigados en la cultura del Tawantinsuyu: Ama Sua, Ama Quella, Ama Llulla. No obstante, ¿está realmente actuando conforme a estos principios de fe y culturales? Sus recientes declaraciones y evidencias de dudosa conducta en el ejercicio de sus funciones han suscitado serias dudas sobre su compromiso con la honestidad y la transparencia.
Manipulación religiosa
La alusión de Boluarte al principio de hablar con la verdad, citando parcialmente el versículo 32 del capítulo 8 del evangelio según Juan, pone en evidencia la intencional distorsión y descontextualización del texto bíblico. Si bien el versículo 32 menciona que «conocerán la verdad, y la verdad los hará libres», es pertinente considerar el versículo 34, el cual advierte que «todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado». Esta omisión, o en todo caso un total desconocimiento, coloca en relieve la manipulación de las Escrituras para justificar su propia conducta, ya que el texto completo advierte que aquellos que no viven en la verdad permanecen esclavos de la mentira, inmoralidad y falsedad. De este modo, Boluarte, al no ser veraz sobre su situación, tanto de palabra como de hecho, sigue siendo, según el texto bíblico, esclava de sus propios desequilibrios y megalómanas pulsiones lo cual se ha convertido en una constante antiética e inmoral en el ejercicio de la función pública en los últimos 40 años.
Instrumentalización del sentimiento religioso
La estrategia de Boluarte de evocar sentimientos religiosos, en medio de la crisis política y social, refleja una larga tradición de manipulación religiosa con fines políticos en el Perú y los países colonizados. Desde la llegada de los conquistadores españoles, quienes impusieron su dominio a través de la espada y la Biblia, se ha utilizado la religión como herramienta de poder y control sobre cuerpos y territorios. Boluarte sigue esta misma estrategia al reprimir a la población en medio de protestas sociales, provocando la muerte de más de 60 personas, mientras evoca sentimientos religiosos durante la pasada Semana Santa para manipular y mantener el statu quo que la respalda. Esta analogía entre la espada de los conquistadores y la manipulación religiosa de Boluarte resalta la vigencia y sistémica continuidad de tácticas opresivas a lo largo de la historia del Perú.
Manipulación cultural
La instrumentalización de la cultura con fines políticos, como lo ha hecho Boluarte, encuentra un eco preocupante en la larga historia de explotación y opresión en América Latina, como detalló Eduardo Galeano en «Las Venas Abiertas de América Latina». En su emblemática obra, Galeano desentraña cómo los poderosos han manipulado y distorsionado la cultura de los pueblos latinoamericanos para perpetuar su dominio y control sobre ellos. En el caso de Boluarte, su intento de justificar sus acciones a través de los supuestos «códigos éticos» de la cultura del Tawantinsuyu refleja esta estrategia de manipulación cultural. Sin embargo, según el etnohistoriador quechua Eusebio Manga Quispe, quien cuenta como fuentes de referencia cronistas como Frai Domingo de Santo Tomás y frai Buenaventura de Salinas y Córdoba, estos «códigos éticos» no formaban parte de la cultura ética original de los pueblos andinos, sino que fueron prácticas adoptadas de los españoles durante la colonización. Manga Quispe argumenta que antes de la llegada de los españoles, no existía la necesidad de robar, mentir o ser ocioso en la cultura del Tawantinsuyu.
Según Manga Quispe, la cultura de la acumulación capitalista y las prácticas de robo y mentira fueron introducidas por los colonizadores españoles, y los indígenas de los Andes imitaron estas conductas como resultado de la influencia y opresión colonial. La ociosidad, por ejemplo, fue vista como una práctica de los españoles, acostumbrados a juegos de cartas importados de Europa, y no como una característica inherente a la cultura andina. En este sentido, Boluarte utiliza estos supuestos «códigos éticos» de la cultura incaica de manera manipuladora para justificar su propia conducta, desviando la atención de su responsabilidad y perpetuando una narrativa que distorsiona la historia y la cultura de los pueblos indígenas.
Esta manipulación cultural refleja la continuidad de prácticas coloniales de opresión y explotación, donde los poderosos utilizan la cultura de los pueblos como una herramienta para mantener su dominio y control sobre ellos así como engrosar sus arcas financieras e incrementar sus bienes dentro y fuera del país. Dina Boluarte, como primera mujer presidente del Perú, y debido a su arbitraria y despótica política de Estado, antes de representar la fuerza de la mujer peruana, se patriarcalizó con signos claros como la violencia, la mentira y la soberbia, clara muestra del abuso patriarcal de poder colonial y neocolonial.
Conclusión
El caso de Dina Boluarte, presidenta del Perú, no solo revela las sombras de la corrupción y el abuso de poder en la política contemporánea, sino también la persistencia de tácticas opresivas y manipuladoras que se remontan a la era colonial. Su intento de justificar sus acciones mediante la manipulación de principios religiosos y culturales refleja una estrategia desesperada por mantener el control y la impunidad a cualquier costo aunque desde el apoyo recibido por la mayoría parlamentaria, cúpula militar y religiosa y grupos de factos no provienen principalmente de la manipulación religiosa o cultural, sino financiera y económica.
Al desenmascarar la manipulación religiosa y cultural en la política, podemos ver cómo los líderes políticos utilizan la fe y la cultura originaria como herramientas para perpetuar su poder y silenciar el descontento y la protesta social. Boluarte, al distorsionar y manipular tanto los textos bíblicos como los principios éticos de la cultura de los pueblos andinos, ha demostrado una falta de respeto por la verdad y la integridad, minando la confianza en las instituciones democráticas y la dignidad de su cargo como primera mujer presidenta del Perú.
Finalmente, el caso de Boluarte es un recordatorio oscuro de la importancia de mantenernos vigilantes contra la manipulación y la opresión, tanto en el ámbito político como en el cultural. Como quedó demostrado recientemente en las calles del Perú y seguirá evidenciándose, el pueblo tiene en sus manos el poder de cambiar la historia y poner fin al impune saqueo que ha sufrido. Solo a través del compromiso ciudadano con la democracia y la justicia, y rechazando la violencia y la corrupción institucionalizada, podremos aspirar a construir un futuro más justo y equitativo para todos los ciudadanos, sin importar su origen o afiliación religiosa.