Tomado de Panorama Mundial
En los últimos años, los gobiernos de varios países de América Latina han sido tomados por una oleada de actores políticos de derecha y talante entre liberal y conservador.
Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador, Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina ganaron las elecciones presidenciales de sus respectivos países con base en programas clásicos neoliberales y conservadores.
Aunque en 2022 Bolsonaro no logró prolongar su mandato presidencial, alrededor de 50% del electorado brasileño favoreció su programa de extrema derecha dejando al victorioso social demócrata, Lula da Silva, con poder político en nivel precario.
En el caso del Perú, el presidente de orientación de izquierda, Pedro Castillo, fue reemplazado por su ex vicepresidente Dina Boluarte, con la venia y alianza inmediata a la extrema derecha en el congreso.
En contra ruta de esta tendencia, el ascenso al gobierno de Gustavo Petro en Colombia, Nicolás Maduro en Venezuela, Andrés Manuel López Obrador en México, Luís Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile y Xiomara Castro en Honduras se presumía sería la concreción de una segunda marea rosada a dos décadas de la primera eclosión del progresismo latinoamericano.
Sin embargo, estos proyectos de transformación social impulsados por actores identificados con la izquierda latinoamericana exponen una profunda crisis, de consistencia entre horizonte y medios.
En esta situación, parecería que la lucha por una sociedad en la cual el ser humano viva en armonía con otros seres humanos y donde las relaciones no estén cosificadas y mercantilizadas, se habría convertido en combate del pasado y que lo conveniente sería la gestión racional del estado.
Así, la lucha por una formación socioeconómica en la cual se busque el desarrollo pleno de todos los seres, de todas sus habilidades, capacidades y deseos, de su naturaleza social, parece no encajar ya en la dinámica del siglo XXI.
La sociedad libertaria que Javier Milei postula construir en la Argentina está basada en la idea del filósofo escocés Adam Smith de que los seres humanos son racionales, calculadores y actúan exclusivamente por los intereses económicos personales. En tal sentido, la conducta del ser humano está dirigida por el egoísmo, el deseo de ser libre, el sentido de propiedad, y la tendencia de trocar, permutar y cambiar una cosa por otra.
La lógica de este pensamiento propone que cuando cada uno persigue su propio interés, se genera bienestar para toda la sociedad. Uno no debe hacer el bien porque lo bueno surge como un producto del autointerés. Por tal razón, el estado no debe intervenir en la economía: laissez faire, laissez passer.
En la concepción de los libertarios, siguiendo lo que decía la, ahora clásica, neoliberal y exprimera ministra de Inglaterra Margaret Thatcher, no existe tal cosa como la sociedad sino solo hay hombres y mujeres individuales, y hay familias. Ningún gobierno puede hacer nada excepto a través del individuo y el individuo se mira a sí mismo primero.
Los adeptos a la actual corriente neoliberal en su versión radical expresada por Javier Milei, no son 100% adherentes a la teoría económica liberal de Adam Smith y de Friedrich Hayek, como pretenden ser. Smith, por ejemplo, consideraba que el mercado era un mecanismo eficiente de regulación de los precios
Además, el gurú del capitalismo de mercado, pensaba que la competencia entre empresas hacía que los precios bajen. Smith creía también en la competencia perfecta y estaba en contra de los monopolios porque eran una conspiración contra la población para aumentar los precios.
Milei, por su parte, no quiere regular los mercados porque el fundamento de su pensamiento es la ley de selva donde solo los más fuertes vencen. Milei no atacará los monopolios porque la competencia también hace que las ganancias bajen. Milei es un claro representante del capital transnacional y monopolístico.
En su agenda de acción inmediata, la mentada “ley ómnibus”, la privatización de lo que falta privatizar, la desregulación total de la economía y la eliminación de las restricciones de importaciones, por ejemplo, favorecen el gran empresario y no a las micro y pequeñas empresas argentinas 3 de marzo
Hayek no estaba en contra del papel activo del Estado en la economía porque pensaba que éste debe ayudar a crear condiciones favorables para el desarrollo de los mercados. No debiendo comprometer el espíritu de libre empresa, por ejemplo, dando subsidios y dar concesiones a monopolios.
Por su parte, Javier Milei forma parte de la casta del gran empresariado. Las teorías de Smith y Hayek son útiles para el verdadero “proyecto libertario”, que consiste en mejorar las condiciones existentes para la acumulación del capital porque el capitalismo no puede sustentarse si no se da la acumulación.
El capital se acumula para crear nuevo plusvalor. En el caso de que no se genere éste, no se puede crear capital y el capitalismo entra en crisis. La acumulación de capital es el motor del desarrollo capitalista. Es la causa del progreso económico como también de la crisis económica.
Al respecto de esta lógica, mientras que en las décadas después de la Segunda Guerra Mundial hasta los años setenta se usó la política Keynesiana, expresada en América Latina en las políticas de industrialización y la sustitución de importaciones (ISI), del estructuralismo y el desarrollismo, en la década de los ochenta se inició la era neoliberal a nivel mundial.
Es decir que, los ajustes y cambios de modelos económicos corresponden, en la primera y última instancia, a las necesidades del capital dominante. El programa de Milei, como también las intenciones de Noboa (privatizaciones, leyes a favor del gran capital en relación a temas impositivos), son, en suma, una versión muy radical del neoliberalismo y solamente comparable con lo que Alberto Fujimori había hecho en el Perú, o Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia en la década de los noventa del siglo pasado.
La viabilidad de estos programas e intenciones, al igual que en los casos mencionados y otros países del continente, depende de su implementación en una situación de profunda crisis económica y social. Y eso no es coincidencia como explicó Naomi Klein en su libro La doctrina del shock.
Para asegurar su implementación se necesita el apoyo de la fuerza bruta. Para los fines de acumulación no es suficiente que se mejoren y amplíen las condiciones económicas, también se requiere de ciertas condiciones sociales. Por eso, estado y burguesías tratan de diezmar el movimiento popular y sindical como también se proponen eliminar los derechos laborales.
He aquí, la raíz por la cual las ideas económicas libertarias se juntan con las ideas conservadoras. Es justamente esta combinación que hace que Bukele, Bolsonaro, Noboa, Milei y Boluarte sean agentes de extrema derecha. Se supone que el mercado solucione los conflictos económicos, como también que, las fuerzas y las leyes represivas solucionen los conflictos sociales.
La extrema derecha, en tal sentido, requiere un estado fuerte para sofocar las protestas sociales, pero también un liderazgo fuerte que provoque la identificación de la población con el estado, su alienación de la realidad opresiva.
La vinculación del gurú neoliberal mundial Milton Friedman y sus pupilos, los Chicago Boys, con el estado chileno liderado por Pinochet en la década de los setenta del siglo pasado es una demostración del carácter sumamente antidemocrático y represivo del pensamiento neoliberal, hoy pensamiento libertario.
La propuesta de Milei para solucionar problemas delincuenciales con plomo y su amenaza para cortar el apoyo estatal a todos aquellos que protesten contra su régimen, son la versión argentina del Chile pinochetista o el retorno del terror de estado en la misma Argentina de las décadas de 1970 y 1980.
La violencia delincuencial que azotó Ecuador en las primeras semanas de enero de 2023 no responde exclusivamente al resultado del modelo económico neoliberal que empobrece las poblaciones, sino también es producto de la ideologización liberal de las masas populares.
Eso también explica, por una parte, la victoria de los candidatos presidenciales anti-populares. Estos candidatos funcionales al capital encuentran apoyo por parte de los empresarios como también de las masas informales, pobres y trabajadores formales, porque la ideología liberal del Homo Economicus, del hombre que busca tener más haciendo menos o con las menores fuerzas posibles, ya está en su conciencia. La realización humana a través del consumo y la ideología individualista forma parte integral de los pensamientos, sentimientos y los actos de las clases y estratificaciones sociales explotadas y oprimidas por el capital.
Todo ello, junto al hecho de que el neoliberalismo destruye los tejidos sociales, contribuye al crecimiento de los grupos delincuenciales y a la ferocidad de sus actos. El programa económico de los libertarios no es un camino a la libertad sino a la alienación y la opresión. Servir al capital, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, para sobrevivir. Es más que servidumbre, es esclavitud. Su programa político y social es el camino al fascismo.
Los libertarios eliminarán la libertad. Frente a la ola de la extrema derecha, ya no basta con resistir y pelear contra l
as fuerzas oscuras, las camisas negras disfrazadas con banderas económicas celestes. Las fuerzas progresistas deben ejercitar la autocrítica y reflexión sobre la organización, táctica y estrategia, para que su concepción sobre la sociedad vuelva a cautivar y transformar la conciencia de las masas. Pues, de lo que se trata, en nuestro continente, en el siglo XXI, es la constitución de un