Francisca López Civeira*
Tomado de Panorama Mundial
Hay conceptos en Martí que son esenciales para adentrarnos en la vida y acción de Fidel, uno de ellos es el sentido del deber. Como definió Martí:
El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es (…) el único hombre práctico
cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está al lado del deber.
(…) toda la vida es deber. El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente. Merecer la confianza no es más que el deber de continuar mereciéndola.1
Pero ese deber en un dirigente revolucionario, en un estadista que conduce una revolución, tiene también en el concepto martiano determinadas condiciones:
Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos.
Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar. Lo primero en política, es aclarar y
prever.
(…) prever es el deber de los verdaderos estadistas: dejar de prever es un delito público: y un delito mayor no obrar, por incapacidad o por miedo, en acuerdo con lo que se prevé.
Hay que prever, y marchar con el mundo. La gloria no es de los que ven para atrás, sino para adelante.
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¿Cómo entonces Fidel aplicó para su tiempo estos conceptos, estos principios como líder, como dirigente de una revolución que él describió “de los humildes, por los humildes y para los humildes”?
En muchos discursos de Fidel se pueden encontrar alusiones a estos conceptos de deber y también, de alguna manera, de prever; por supuesto con sentido del tiempo histórico, otra de las características del pensar y hacer martiano. Por tanto, es importante entender cuál es el deber en cada contexto, en las épocas específicas, en las coyunturas concretas, pues eso también determina la posible previsión.
Para esta exposición, vamos a partir de la acción que inició el camino de su reconocimiento nacional como líder revolucionario: el 26 de julio de 1953. Allí se fue a cumplir con el deber en la manera en que su tiempo lo condicionaba, desde una acción armada que podía costar la vida, pero preparada también desde una concepción estratégica y programática, tanto en la acción militar misma que debía desarrollarse ese día y su posible continuidad, como en lo que debería realizarse cuando se tomara el poder.
Se estaba presentando, por tanto, el programa mínimo, inicial, ara estructurar los cambios revolucionarios. El Manifiesto del Moncada y después “La historia me absolverá” serían documentos fundamentales para mostrar lo esencial del proyecto que se impulsaba. Se cumplía así con el deber de, como dijo Martí, que los fines fueran públicos, aunque no los métodos; por supuesto, en la medida en que las circunstancias lo permitieran, pues no puede ignorarse el contexto que determina posibilidades reales. En eso el sentido de previsión es importante, como señaló el Apóstol:
Peligros, es claro que los tenemos, y ni uno solo nos es extraño, y los hay grandes; pero, ¿conocer los peligros, no es el primer paso ya para vencerlos? Y la determinación de ajustar nuestros métodos a nuestros componentes.3
Durante los años de lucha insurreccional, desde la concepción y gestación hasta los tiempos de la Sierra Maestra, el deber era preparar y hacer la revolución con una perspectiva organizativa y programática que se dio a conocer en la medida de lo posible, en lo que el contexto que se vivía podía asimilar, en lo cual también podemos volver a Martí cuando planteó que: (…) hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.4
Al triunfo del 1o de enero de 1959 tenemos al Fidel que alerta acerca de la complejidad del futuro revolucionario para Cuba, como dijo el 8 de enero en La Habana: “Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizá en lo adelante todo sea más difícil.”5
Estaba alertando en medio del gran júbilo popular, estaba anunciando un futuro con dificultades quizás mayores.
De esta manera podemos seguir esa trayectoria, cuando ante circunstancias difíciles o complejas por llegar, Fidel asumió la
responsabilidad de alertar, informar y proponer soluciones en la medida de lo posible. En esto hay momentos muy representativos.
Por ejemplo, cuando se iba a producir el cambio de mandato en los Estados Unidos en 1961, alertó al pueblo del peligro inminente, y en el discurso del 2 de enero planteó la disposición de dar la vida por la causa y dijo: “en momentos de peligros para nuestro país, como estos momentos, y que juntos con el pueblo los hombres que dirigimos al pueblo estamos en esa disposición, si estamos todos en la disposición, y nosotros en primer lugar que nadie, porque ese es nuestro deber”, pero no solo fue cuestión de alertar en discurso, sino de preparar las condiciones para el enfrentamiento al posible ataque.
Los milicianos, los soldados, la policía revolucionaria estaban movilizados, al tiempo que la dirigencia ya tenía asignadas las misiones a cumplir y el líder se movía por el país, analizando los posibles lugares de desembarco, como quien esto escribe lo vio en Playa Girón días antes y, señalando hacia la costa, lo oyó decir: “Ese es un buen lugar para un desembarco”.6
El bombardeo a los aeropuertos del 15 de abril fue ya un preludio claro del inicio de la guerra, por lo que había que cumplir un deber mayor: declarar el carácter socialista de la Revolución, pues los que ofrendaran su vida debían saber el objetivo que estaban defendiendo, y así el 16 de abril proclamó: “¡la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes!” y, en diálogo con el pueblo llegó a expresar: “Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida (…).”
Y cumplió esa afirmación, allí fue, al escenario de combate, a dirigir la lucha contra los que habían desembarcado, y con la certidumbre del deber de librar un combate en muy breve tiempo. Era la necesidad que aquel contexto imponía.
Así podemos repasar los muchos momentos en que Fidel se ponía a la vanguardia de los planes y tareas que concebía, como la vinculación estudio-trabajo en la enseñanza secundaria, o los planes agrícolas tanto de la caña como del tabaco o los frutos menores, o en la creación de centros de investigación científica y tantos otros proyectos, hasta los relacionados con la moringa o con el ozono, donde estuvo hasta los últimos momentos de su vida dando seguimiento a esas experiencias.
Una de las circunstancias más difíciles fue la no realización de los 10 millones de la zafra de 1970, entonces ¿cuál fue el deber?
Primero, estuvo en los cortes de caña, impulsando la producción y, cuando comprendió que no se alcanzaba la meta, ¿qué hizo?
Explicar al pueblo la situación:
Nos hemos encontrado dificultades. ¿Le vamos a echar la culpa a alguien? ¡No! ¿Se la vamos a echar a los imperialistas? ¡No! No
se la vamos a echar ni siquiera a los mercenarios que desembarcaron. Ellos querían interrumpir la zafra. No se la vamos a echar a estos miserables de la CIA que secuestraron a los pescadores. ¡No! ¡Nos tendremos que echar nosotros mismos la culpa! Un pueblo revolucionario no tiene que estar culpando a nadie de sus dificultades.
Y si nosotros la victoria suprema no la alcanzamos, no habrá que buscar a nadie más culpable que nosotros mismos. Por tanto, también en ese cumplimiento del deber se cuenta la asunción de la responsabilidad ante errores o equivocaciones en los proyectos a realizar; pero de igual manera Fidel expuso la valoración acerca de problemas dentro de la sociedad que se pensó
podían superarse desde un inicio sin que se lograra de manera total; así asumió los problemas de la desventaja por problemas de raza, o la persistencia de desventajas sociales que analizó, y elaboró proyectos de solución hacia el año 2000 con el plan de “La batalla de ideas”, cuya concepción estructuraba soluciones de manera integral, independientemente de las distorsiones que pudo tener en su ejecución.
Quizás uno de los momentos más significativos en el cual el deber de prevenir, de aplicar la previsión, se hacía necesario, fue en los finales de la década del ochenta. En 1989 se había puesto de manifiesto la crisis dentro del llamado campo socialista, al igual que se percibían tendencias preocupantes en la Unión Soviética.
Ese año, en el acto por el XXX aniversario del triunfo de la
Revolución, Fidel hizo alusión a diferencias que existían entre Cuba y el país soviético “en las formas de rectificar y llevar adelante el proceso socialista”, aunque aclaraba que eso no tenía que convertirse en fricciones en las relaciones mutuas.
El 26 de julio de ese año, en el acto celebrado en Camagüey, volvió sobre el asunto, pero para señalar las ilusiones que se hacía el imperialismo con las dificultades en aquel país y alertar.
Entonces afirmó: “con relación a la idea de que nuestra Revolución no pudiera resistir si hay una debacle en la comunidad socialista; porque si mañana o cualquier día nos despertáramos […] con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!”. La reacción generalizada fue de asombro, no fueron pocos los que comentaron que Fidel había enloquecido porque eso era imposible.
Pero, en aquel momento, el visionario, el previsor, el que veía “lo que está al doblar de la esquina”, como dijo Raúl Roa, o que” “iba al futuro, y regresaba para contárnoslo, como describió Abdelaziz Buteflika, decidió cumplir con el deber de adelantarse, alertar sobre el peligro y marcar el camino a seguir.
La entrada del siglo XXI y el nuevo milenio llegó con muchos retos, entre ellos la salida de Fidel de sus responsabilidades al frente del Partido y el Gobierno en el año 2006, lo que fue un golpe muy duro para los cubanos que depositábamos toda la confianza en su capacidad de dirigir, de vislumbrar los peligros, de buscar soluciones, siempre en contacto con el pueblo.
En la primera década del siglo, el 17 de noviembre de 2005, hizo de nuevo una alerta en su discurso en la Universidad de La Habana por el 60 aniversario de su ingreso a ese centro:
¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben?
¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una
pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse?
[…]
Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.
Ante esta expresión de alerta sobre un peligro real, ¿cómo podemos traer a Fidel a nuestro presente para impedir que ese peligro, del cual nos alertó, se pueda realizar?
Volver a Fidel de verdad, no con simples consignas, sino a sus análisis, a sus formas de actuar y dirigir, a su ejemplo para ser consecuentes, es una necesidad.
No todos los días nace un genio, Cuba ha sido más que afortunada pues en menos de un siglo tuvo a un Martí y a un Fidel, además de otras figuras excepcionales como Julio Antonio Mella, entre otros; mas no podemos esperar a estar siempre ante genios, tenemos que actuar entre personas normales de manera colectiva; pero igual que Fidel se nutrió de Martí, nosotros tenemos que nutrirnos de Martí y de Fidel para ser consecuentes con la Revolución hoy y en el futuro.
*Prestigiosa y reconocida Dra. en Ciencias Históricas, Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana, académica titular de la
Academia de Ciencias de Cuba y Premio Nacional de Historia
1-José Martí: Obras Completas, Edit. Centro de Estudios Martianos, Edición digital, La Habana, 2001, Vol. 4, p. 247, Vol. 1, p., 261, Vol. 4, p.
183 y Vol. 1, p. 151.
2-Ibidem., Vol. 4, p. 193, Vol. 6, p. 46, Vol. 4, p. 221 y Vol. 3, p. 142. (Obsérvese la sustitución de adivinar por prever)
3-Ibidem., Vol. 4, p. 264.
4-Ibidem., Vol. 4, p. 168.
5-Los discursos de Fidel Castro están tomados del sitio www.cuba.cu/gobierno/discursos/ (consultado 26 de octubre de 2013)
6-Yo iba en una excursión con mis padres y hermana a la Ciénaga de Zapata, por lo que pasamos por Playa Girón y allí vimos a