Héctor Vargas Haya
SOLO LA IGNORANCIA, desde luego inadmisible en quien ejerce la Presidencia de la República, pudo haber conducido a la presidenta Boluarte a celebrar, de la mano con el presidente ecuatoriano Guillermo Lazo, el 25° aniversario de la firma del baldón o botín de guerra denominado “Tratado de Paz”, de 26 de octubre de 1998, por el que se hipotecó a Loreto, al haberse concedió al Ecuador dos enclaves económicos de ciento cincuenta (150) kmts cada uno por cincuenta años, prorrogables, es decir, a perpetuidad, en los puertos de Saramiriza y Pijuayal, cerca de Iquitos, donde Ecuador podrá ejercer actividades económicas, libres de impuestos, acreditar autoridades diplomáticas con goce de inmunidades, a tenor del artículo 29º del documento en cuestión, acreditar autoridades diplomáticas con goce de facilidades, privilegios e inmunidades establecidos en la Convención de Viena del 24 de abril de 1963.
El referido tratado o botín de guerra, aplaudido por la presidenta Boluarte, fue el celebrado con efusión por el entonces presidente ecuatoriano Jamid Mahuad quien lo calificó de “gran logro y conquista que significa para Ecuador una “soberanía funcional”. Se olvidaque el tirano chileno, Augusto Pinochet, al inaugurar la Escuela de Guerra Ecuatoriana, en 1970, había aconsejado al Ecuador que colocara dos puntas de lanza en el Amazonas, porque ellas correrán solas.
Los referidos enclaves fueron premeditadamente prometidos al entonces presidente Rodrigo Borja Cevallos, por cartas de 24 de noviembre de 1991 y 10 de enero de 1992, documentos básicos y más de 37 anexos, registrados en la revista Nº 27 de la Academia Diplomática del Perú. Son cómplices principales, Fernando de Trazegnie y el embajador Mariano Ponce Vivanco, entre otros y congresistas, cuyos nombres se hallan en los registros del Congreso.
Contra dicho baldón hubo ilustres peruanos, que fijaron su patriótica oposición contra la entrega, ellos fueron el senador Gustavo Mohome Llona, director fundador del diario “La República”, Hugo de Zela, Alfonso Benavides Correa, Eduardo Ferrero Costa, el general Juan Salinas Sedó, entre otros patriotas, cuyos pronunciamientos fueron desoídos. El general Armando Chávez Valenzuela, que en paz descanse, tenaz opositor, patriota calificó al Tratado “botín de guerra” en su libro “Geopolítica: guerra con el Ecuador” a la que calificó de desastre del Cenepa y con firmeza decía que “la ctoria del Ecuador en el Cenepa alcanza un nuevo umbral en el viejo conflicto: Ecuador infligió una derrota militar al Perú por primera vez desde la batalla del Portete de Tarqui en 1829...
.Denunció el drama que sufrieron los militares peruanos, sometidos a luchar en inferioridad de condiciones y privados de los más elementales medios requeridos en el conflicto, sometidos al sacrificio, sin botas anti minas, víctimas de mutilaciones y muerte; tragedia que se debió la corrupción de algunos generales, no había dinero para la adquisición de armamentos, equipos y alimentos, además de la sospechosa venta de los catorce aviones MIRAGE.
Sostenía que el enfrentamiento en el Cenepa fue un suicidio. Ecuador impuso condiciones en la firma del “Tratado de Comercio y Navegación” en el que no se tuvo en cuenta que la libre navegación ya se hallaba establecida en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942.
Debo confesar que un libro titulado “Historia de una Traición”, escrito mancomunadamente por el autor de esta nota y el extinto general Chávez Valenzuela, quedó inédito por respeto a su penosa ausencia. Pero, más que un libro, los reales testimonios de la entrega son, como ya se dijo, hasta la saciedad, los dos enclaves económicos que apuntan a la ciudad de Iquitos y que parece nada importar a los aplaudidores del malhadado “tratado”.