Entrevista a Michel Warschawski
(Periodista, figura de la izquierda radical y del movimiento pacifista
en Israel, autor de numerosos trabajos [entre ellos, Israel-Palestina:
la alternativa de la convivencia binacional, publicado por Catarata y
viento sur, 2002] denunciando la ocupación y la colonización de
Palestina, Michel Warschawski firmaba en 2018 en Syllepse su último
libro, titulado «Israel: crónica de una catástrofe anunciada… y quizás
evitable».)
El 7 de octubre representa la mayor masacre de personas judías desde
la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo vives la paradoja de un Estado creado
para permitir a los judíos amenazados en todo el mundo encontrar
refugio que se ha mostrado incapaz de proteger, de asegurar, la
seguridad de sus ciudadanos?
Michel Warschawski: Hay una imagen muy pertinente del historiador
judío inglés Isaac Deutscher. Un fugitivo es perseguido por alguien
que le amenaza con un cuchillo. Entra en la primera casa que pilla.
Pero en lugar de decir «perdónenme, ahí afuera corre peligro mi vida,
sería preciso que permaneciera en su casa un cierto tiempo», enseguida
empuja a los propietarios de la entrada hacia la sala de estar, luego
hacia la cocina, para acabar confinándoles en el trastero. Y al final
dice: «Esto siempre ha sido mío».
No fue la opción por buscar asilo o refugio lo que se hizo, sino la
opción del retorno y la ideología que se le injertó. Espero que hoy
seamos capaces de rehacernos y apostar por el sentido común. Hemos
heredado de nuestros antepasados la experiencia legada por siglos de
vida diaspórica que implica un cierto sentido común y la capacidad de
evitar comportamientos suicidas.
Algunas voces en Israel defienden el principio de un intercambio de
los rehenes retenidos en Gaza por Hamás por prisioneros palestinos.
¿Qué opina al respecto?
M.W.: Espero que podamos llegar a un acuerdo de este tipo. Por
desgracia, estas voces están aisladas, mientras que la clase política
y gran parte de la opinión pública se dejan llevar por la arrogancia,
y eso no es nada bueno. Yonatan Ziegen, hijo de la activista por la
paz Vivian Silver, desaparecida desde el ataque de Hamás del 7 de
octubre, repite que la venganza no es una estrategia. ¿Es esto algo
audible hoy en Israel?
Me parece que tiene mucho sentido. Pero el país está al límite. Mucha
gente lo piensa, pero de momento calla. No sólo porque tiene miedo a
hablar, sino también porque tiene que justificarse, explicar que eso
no significa apoyar a Hamás, etc.
Muchas personas activistas del campo de la paz en Israel dicen que
nunca han vivido una situación tan catastrófica. ¿Comparte este sentimiento?
M.W.: Los que dicen eso o son jóvenes o tienen poca memoria. Sigo
diciendo que, desde este punto de vista, lo peor ya ha pasado. Entre
1967 y la guerra del Kippur, conocimos un periodo de consenso nacional
total. Las voces discrepantes eran ultraminoritarias, consideradas
como locas, y hubo que esperar a 1973 para que a la gente se le
abrieran los ojos y dijera: «Había algo de verdad en lo que decíais».
Pero es cierto, hace mucho tiempo que no teníamos tales momentos de
aislamiento para las voces del sentido común, ni siquiera voces radicales.
Hoy, esas voces de la razón parecen llevarlas ante todo los familiares
y allegados de las y los rehenes, de las víctimas de las masacres
perpetradas por Hamás el 7 de octubre.
Para ellas y ellos, no es cuestión de eslóganes, es algo concreto, es
la realidad. Netanyahu está en el discurso de la venganza. No es el
único: una gran parte de la sociedad israelí suscribe estas posturas
belicistas, en plan de «vamos a ganar, los aplastaremos», pero no son
ellos los que pagan. Aunque, en mi opinión, Netanyahu acabará por pagar.
¿Podría pagar el precio político de estos atroces sucesos, de la
dinámica a la que han llevado? ¿Dónde reside su responsabilidad
M.W.: Su responsabilidad es total. No vio venir nada, no escuchó a
quienes le advertían: «Esto va a explotar». Siempre ha sido un
arrogante y un ciego. Tiene un mal entorno. Su gobierno de extrema
derecha está formado por criminales e iluminados. Este país no está
mal dirigido: ya no está dirigido.
Con este gobierno, la extrema derecha religiosa, los milenaristas y
los colonos han ganado un peso desmesurado. ¿Tienen ahora el poder en Israel?
M.W.: Los colonos tienen mucho poder, suficiente para orientar la
política del gobierno. Dicho esto, el poder en Israel también está en
manos de la industria de alta tecnología, cuyos intereses no son los
de los colonos. Desde el punto de vista de este capitalismo moderno,
la política que representan los colonos no es buena para los negocios.
Existe una división en el seno de las fuerzas dirigentes de Israel,
que se ven arrastradas en distintas direcciones políticas.
¿Podría esto conducir a cambios políticos en un futuro próximo?
M.W.: Nadie lo sabe. Si damos crédito a las encuestas y a los
periódicos, la intención de voto al partido Likud de Benjamin
Netanyahu ha caído en picado. Dicho esto, la opinión pública israelí
es extremadamente volátil; me guardaré mucho de hacer predicciones.
La opinión pública israelí, incluso cuando está políticamente
dividida, se suma mayoritariamente a la guerra contra Gaza. En estas
condiciones, ¿cómo pueden hacerse oir las voces de la paz, las que
piden una solución política?