EL CONGRESO DE AYER Y DE HOY
Héctor Vargas Haya
El Congreso, es sin duda, la institución que sufrió la mayor metamorfosis, derivada de bastardos intereses de todo pelaje, los más frecuentes, mediante bárbaras conspiraciones. El precursor y autor del primer atentado fue el desaprensivo coronel José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, cabecilla del motín de Balconcillo, del 27 de febrero de 1823, que en acto de felonía, perpetró alevemente, aprovechando la breve ausencia de San Martín quien había viajado a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar.
Liderando un equipo de oficiales, Riva Aüero conminó al Congreso Constituyente, el que sumisamente lo ascendió a coronel, luego a general y en tiempo récord, a mariscal; finalmente elegido o mejor dicho, designado presidente de la República. Luego de sumir el cargo, su primer acto fue la disolución del Congreso. Así, comenzó la República con un Poder Legislativo, cuyo maltrato parece no concluir.
Por la Constitución de 1826 funcionaron tres cámaras: Tribunos, Senadores y Censores. La Constitución de 1828, las redujo a dos, mantenidas en las constituciones de 1828, 1834, 1839, 1856, 1860, 1867 y 1829. En 1867 fue reducido a una sola. En 1933 retornó al sistema bicameral, que tuvo vigencia hasta 1993, año en el que la autocracia presidida por un aventurero outsider, víctima de complejos derivados de la ignorancia y el odio, eliminó el Senado, cuya ausencia contribuyó con el caos reinante actualmente, originado en la debilidad propia de una sola y además minúscula cámara, generadora de altisonantes actuaciones y de una suerte de omnipotencia.
Sobre tan trascendental tema, en la Historia de la Constitución editada por el Congreso se trascribe el dictamen, que dio origen a la Constitución de 1933, emitido por la Comisiónintegrada por los constituyentes, redactores del proyecto Manuel Vicente Villarán, Víctor Andrés Belaunde, Diómedes Arias Schereiber, Carlos García Gastañeta, Carlos Doig y Lora, Emilio Romero, Jorge Basadre, José León Barandiarán, Toribio Alayza y Paz Soldán, Ricardo Palma, Luis E. Valcárcel y José Antonio de Lavalle:
“El sistema de la cámara única era una invitación a la ligereza y a la imprudencia, aún en pueblos de temperamento reflexivo. Una asamblea sin el contrapeso de otra respira en un ambiente sicológico de omnipotencia y de irresponsabilidad, y que esta disposición peligrosa se acentuaba en naciones como la nuestra, perteneciente a razas nerviosas mal dispuestas al cálculo sereno y a las lentitudes de la previsión, razas inexpertas por añadid de las que acualmenteura en los secretos de tan difícil ciencia como es la de gobernar……
Repuesto el Senado se produjo el retorno a la seriedad en la aprobación de las leyes, sin las actitudes de estampida que caracteriza al poder de una sola cámara, cuya autoridad se ve disminuida cuando el Congreso es convertido en una diminuta cámara, más parecida a un club social, directiva empresarial o sindical, sin guardar la relación que debiera existir con la población. El Congreso peruano es el único en Sudamérica con tan frágil estructura: Chile tiene dos cámaras: 155 diputados y 43 senadores. Uruguay de sólo cuatro millones de habitante, dispone de 99 diputados y 30 senadores; ni qué decir de Brasil, Colombia, Venezuela, Argentina, entre otras.
La Constitución de 1979 amplió el número de legisladores a ciento ochenta diputados y sesenta senadores, en concordancia con la población, tal como se estila en otras repúblicas, incluyendo a naciones latinoamericanas, en las que se elige un diputado por cada cien mil o ciento cincuenta mil habitantes. Es muy importante un mayor número de legisladores capaz de conferirle al Poder Legislativo, prestancia, majestad y autoridad, condiciones que incuestionablemente carece desde la expedición de la actual Constitución, impuesta por la silvestre autocracia de la década de 1990-2000.
Se sostiene muy ligeramente que dos cámaras generarían un mayor presupuesto, lo que es falso de toda falsedad. Al respecto debe tenerse presente que las dos cámaras de antes, costaban alrededor del tercio de lo que gasta el actual diminuto Congreso. Hasta antes de 1990, sólo había un asesor por cada comisión, nada de asistentes, a diferencia del dispendio actual, rica en burocracia. Las dos cámaras funcionaban en el Palacio Legislativo.
Era impensable su conversión en una suerte de empresa inmobiliaria, como ocurre actualmente. A partir de 1980, al transitar a planillas como servidores públicos el sueldo no superaba los mil dólares. No existían gastos de representación ni los prepuestos operativos que convierten a los congresistas en una especie de empleadores.
¿Qué es actualmente, el Congreso? Una entidad convertida en una suerte de monstruo monumental, más parecido a un consorcio inmobiliario, administrador de numerosos edificios, que para encontrarles utilidad, fue convertido en una agencia de empleos para amigos, familiares y parientes. Se sostiene que ya son más de tres mil entre nombrados y contratados. Todo aquel que carece de ocupación no tiene sino que valerse de un congresista para recibir su nombramiento como un nuevo burócrata, cuya tarea es deambular sin rumbo por los lúgubres pasillos de sus multiplicados ambientes.
El Congreso es hoy refugio de beneficiarios, entre los que, bajo el trillado y rebuscado título de asesores” se cuentan, abogados y hasta ex congresistas, que habiendo ejercido altos cargos directivos, no tuvieron el menor reparo de ocupar empleos subalternos y marcar tarjetas de ingreso, junto a los demás empleados y conserjes. Una vergüenza, cosa que jamás se dio hasta el momento en que la autocracia de los diez años 1990-2000 les extendió licencia para el desprestigio.