PROSEGUIR EN LA BATALLA
No obstante la prologada y aguerrida lucha librada por nuestro pueblo a lo largo y ancho del país, aún no ha sido posible modificar el escenario nacional y colocar las cosas en su lugar.
Objetivamente, se ha logrado afirmar –aunque fuere precariamente- el régimen siniestro encabezado por Dina Boluarte y Alberto Otárola, gobierno que simboliza la traición y el entreguismo, y que las grandes mayorías nacionales repudian firmemente,
Si se hiciera un balance objetivo y desapasionado de los sucesos ocurridos en el país en los últimos meses, se podrían extraer valiosas enseñanzas. Una de ellas, nos lleva a reconocer que la falta de efectividad en la protesta social tiene como origen la ausencia de la unidad indispensable en el seno del pueblo.
Esta falta de unidad, a la vez refleja la ausencia de una Vanguardia seria, organizada y responsable, capaz unir a las grandes masas; y conducir un movimiento que represente la voluntad de millones de peruanos.
La ausencia de una vanguardia reconocida, se refleja, adicionalmente, en la carencia de organizaciones sociales sólidas, reconocidas por la población, y portadoras de un accionar constante y una línea de trabajo, que responda a los requerimientos de la ciudadanía.
La falta de liderazgo real, de unidad y de organización, ha ido acompañada de carencia de trabajo político, destinado a ganar la conciencia de importantes sectores de la sociedad peruana.
Y es que aún no se ha tomado conciencia que la jornada de hoy, es básicamente, una batalla de ideas, y que ella deberá enfrentarse combatiendo las mentiras de la Prensa Grande, con la verdad que emana de la vida real, y que el pueblo conoce por experiencia propia.
Solo avanzando por ese derrotero, será posible promover y alentar grandes luchas. Y sólo en la medida que ellas ocurran, asomará la victoria.
No pretendemos, ciertamente, desde las modestas páginas de una prensa virtual, erguirnos en críticos de nada, ni en exponentes de una única verdad. Nos interesa, apenas, poner el dedo en la llaga para contribuir con el avance del pueblo y hacer reflexionar a los sectores más comprometidos de la sociedad respecto a las tareas que todos tenemos que cumplir.
Se trata, en efecto, de abrir paso a un cambio social. Pero para que ello sea posible, tenemos la obligación de mostrar la esencia de ese cambio, y no perdernos en consignas vacías.
No bastará demandar en las calles exigencias populares. Debemos, al mismo tiempo, construir la fuerza necesaria para imponerlas. Y es que, una vez más, se torna real aquello de que no basta tener una idea justa para vencer; es indispensable forjar las herramientas que nos permita hacer viable una propuesta justa.
Eso pasa básicamente por ganar la conciencia de millones de peruanos a fin que puedan darse cuenta de elementos claves de la política nacional. Uno de ellos, se refiere a la imperiosa necesidad de acumular fuerzas, es decir, de sumar combatientes para nuestra causa.
Eso pasa por conocer de manera clara y directa cuál es el enemigo principal en el escenario peruano para no perder tiempo y esfuerzo golpeando a otras fuerzas que incluso pueden sumar a nuestra causa.
Significa eso entender que a ese “enemigo principal” hay que derrotarlo aislándolo primero, y logrando que pierda capacidad operativa.
Se trata, entonces, por nuestra parte, de ganar aliados, aunque sean precarios, inconsistentes y aún transitorios. Pero lograr, sí, que coincidan con nosotros en la tarea principal: derribar a este régimen írrito y siniestro que envilece la vida nacional.
Y si hay segmentos que aun coincidiendo con nosotros en tal propósito, no se animen a venir a nuestro lado, debemos luchar para que no se pasen al campo enemigo, es decir, no sume fuerzas en provecho de los adversarios netos de nuestro pueblo.
Somos conscientes que la batalla planteada tendrá aún nuevas confrontaciones. Como en otros escenarios, aquí tampoco será fácil librarse de las fuerzas que hoy oprimen al pueblo. Debemos, entonces, mejorar nuestra capacidad de lucha, y seguir adelante.