Augusto Lostaunau Moscol
Augusto César Sandino –cuyo verdadero nombre fue Augusto Nicolás Calderón Sandino- nació el 18 de mayo de 1895. Siendo un niño, trabajó como peón en una hacienda de su natal Nicaragua. A los 17 años, fue testigo de la invasión a su país por parte de los ejércitos estadounidenses, quienes acostumbraban intervenir en forma directa contra cualquier gobierno que no fuese de su agrado. La historia de Centro América presenta muchos capítulos de invasión armada por parte de los Estados Unidos de América. Mientras que, en los tiempos de paz, la intervención era por parte de los embajadores estadounidenses que imponían las decisiones de Washington. En noviembre de 1926, Sandino inició la lucha armada contra una nueva invasión. Rápidamente se vuelve el máximo líder guerrillero de los liberales. Se le conoce como El General de los Hombres Libres. Intelectuales, escritores, poetas, músicos, artistas, políticos, docentes, etc. de toda América y Europa se solidarizaron con las luchas de Sandino, llamándolo El Capitán del Antiimperialismo.
El jueves 7 de febrero de 1974, el periodista César Lévano publicó, en la revista CARETAS, una entrevista realizada a Esteban Pavletich sobre su incorporación y actividad en la guerrilla de Sandino. Pavletich indicó:
“Yo había salido deportado. Leguía dio la famosa Ley de Vagancia que tendía a declarar vagos y enviar a la selva a dirigentes sindicales y opositores. La Federación Obrera Local y la Federación de Estudiantes del Perú preparábamos un paro general contra la ley, cuando, a la salida de una sesión, fuimos detenidos, Luis Bustamante, presidente de la FEP, y yo, que era secretario del exterior. Era en 1925. En junio salimos al destierro. Nos enviaron a Panamá, donde participamos en uno de los movimientos sociales más recios que haya habido en América. El paro inquilinario. El movimiento fue tan grande, que el presidente Eduardo Chiari tuvo que abandonar el Palacio y refugiarse en el Hotel Tivoli, en la zona estadounidense. Las tropas yanquis acamparon en los parques. Hasta la Guardia Nacional de Panamá se incorporó a la lucha popular”.
Estaban Pavletich Trujillo nació en Huánuco el domingo 13 de mayo de 1906. Hijo del yugoslavo Esteban Pavletich Stiglich y de la dama huanuqueña Josefa Melida Trujillo Vega. Su padre trabajó en Cerro de Pasco donde fue testigo presencial de la explotación y maltrato que recibían los obreros de extracción andino-campesina por parte de los administradores estadunidenses establecidos en las minas de la región. Era moneda común las largas jornadas laborales, durante los siete días de la semana y los salarios de hambre. El Sistema del Enganche fue totalmente a favor de la empresa extranjera y, prácticamente, esclavizó a los peruanos. Los diálogos familiares en la familia Pavletich estaban invadidos por estas escenas de terror capitalista. Por ello, Esteban Pavletich Trujillo se inclinó por el anarquismo y el anarcosindicalismo, para criticar el sistema de explotación y organizar a la clase obrera. Incluso, en Lima, siendo estudiante de la novísima Universidad Católica del Perú, organizó manifestaciones contra la política entreguista de Leguía, lo cual le valió su deportación del Perú. Pero, lejos del país, su capacidad de dirigir a las clases populares no decayó; por el contrario, se activó mucho más:
“En esos días a Bustamante lo deportaron a Cuba, y a mí, a Guatemala. Allí me dediqué a una campaña contra la United Fruit, y en 1926 me deportaron a México. En México, debido a un mitin que realizamos ante la embajada de Estados Unidos, utilizando los balcones de la embajada como tribunas, se inició una persecución contra los organizadores, entre los que estaba Julio Antonio Mella, el fundador del Partido Comunista cubano que fue asesinado a los 26 años de edad. Pude salir huyendo a Cuba, cuando seguramente Fidel Castro estaba gateando. Me vinculé a otros elementos de la Revolución cubana como Juan Marinello, el actual canciller Raúl Roa y un grupo que trabajaba en la Universidad Popular José Martí”.
Es en ese periplo de acciones revolucionarias que Esteban Pavletich va asumiendo las ideas revolucionarias. Ya no sólo bastaba con la crítica y la organización para exigir derechos; ahora, el poder político-económico era su objetivo. Por ello, se unió a la guerrilla de Sandino. Pavletich lo recuerda:
“Era más bien mestizo, tirando a blanco. Era hijo natural de un hacendado, don Gregorio Sandino, del villorrio de Niquinohomo, en gran parte dedicado al sembrío de café. Hay una cosa curiosa: los libros, los artículos, llaman Augusto César Sandino al héroe, porque él firmaba Augusto C. Sandino. Pero el hecho es éste: Sandino era hijo de don Gregorio y una empleada muy subalterna, una señora Calderón. En Nicaragua se acostumbra que los “hijos naturales” lleven el apellido de la madre. Durante muchos años, Augusto se firmaba Augusto Calderón. Cuando el padre lo reconoció como hijo, y lo recogió, entonces la “C” quedó como inicial de un segundo nombre. Esto está basado en documento incontrovertible, inclusive en la versión personal que el propio Sandino daba entre sus amigos. Era muy poco autobiográfico, pero entre lo poco que revelaba de su biografía figuraba este hecho”.
En toda nuestra región, la existencia de “hijos legítimos” e “hijos ilegítimos o naturales” sirvió para legalizar el abuso y el ultraje que realizaban muchos varones de la oligarquía sobre las mujeres del pueblo. Incluso, las esposas de estos oligarcas tenían conocimiento de estos actos que engendraban hijos en “cualquier mujer”; pero, al ser “ilegítimos o naturales” no tenían ningún derecho a los bienes económicos de su progenitor, por ello, no causaba “ningún malestar”. Era la famosa “canita al aire” al cual tenían derecho los varones de la oligarquía, principalmente los hacendados. De su encuentro con Sandino y las imágenes que lo impactaron, Pavletich recuerda:
“Me encontré con él el 14 de mayo de 1928. Me acuerdo mucho de la fecha porque el 13 había yo cumplido veintidós años. Ocurrió después de un combate que había librado el jefe de su Estado Mayor, el general guatemalteco Isidro Ruano, general de las fuerzas regulares de Guatemala, uno de los elementos más distinguidos, más preparados de los que sirvieron a las órdenes de Sandino y que luego fue capturado y fusilado envuelto en cadenas, por los estadounidenses. Ruano había librado un combate en Bocay. La región en que estaba Sandino era la confluencia entre los ríos Bocay y Coco, cerca de la frontera de Honduras… Alcancé a ver ese día y el siguiente, cosas que podrán parecer monstruosas para quienes no han estado en una guerra o en una guerrilla, los cadáveres de los infantes de marina que cayeron en ese combate. Estaban colgados de los árboles, como si fueran grandes frutos que ofrecía la selva. Por supuesto estaban desprovistos de vestidos, de botas y otras prendas, porque todo eso era de gran valor para los soldados de Sandino, que era un ejército de desarrapados, en su mayor parte campesinos y mineros”.
Este recuerdo es muy importante para reconocer el carácter de las guerras de liberación nacional. Primero, el “ejército” de Sandino estaba conformado principalmente por campesinos y obreros mineros, lo cual nos indica una masa de varones, quizás analfabetos, aunque con preparación militar ya que, en nuestra región, es común que el servicio militar sea obligatorio entre los más pobres; salidos del cuartel, los ex reclutas deben buscar regresar a sus comunidades y pueblos a continuar con sus vidas. Segundo, la presencia del general Isidro Ruano demuestra que se utilizaban estrategias de guerra convencional para una guerrilla que enfrentaba a un enemigo mejor armado y con soldados profesionales, por ello es que se puede entender el porqué del fusilamiento de Ruano, ya que es considerado como un “traidor” tanto por el gobierno de Guatemala como por el invasor estadounidense. El imperialismo asume que las clases dominantes locales están a su entero servicio y disposición; entonces, cuando algún miembro de esas clases dominantes locales rompe esa relación de servidumbre, se le considera un “traidor” y, por lo tanto, deber ser sancionado con la mayor pena para que sirva de ejemplo. De esta manera, el fusilamiento de Ruano será entendido como una advertencia del imperio a los demás miembros de las clases dominantes encuéntrense donde se encuentren. Así, evitan el surgimiento de nuevos “traidores”. Es una costumbre pre capitalista que se mantuvo –y mantiene- por ser muy eficaz en el control de las regiones extraterritoriales y de ultramar. Pavletich continúa:
“En el momento en que íbamos a encontrar una columna del coronel Colindres con el Estado Mayor de Sandino, oímos un toque de diana. Así llegué donde Sandino, quien estaba rodeado de su Estado Mayor, todos sentados en el suelo. Fui presentado a él. Físicamente, Sandino no daba impresión del carácter, la tenacidad, el valor del que estaba poseído. No alcanzaba tal vez al metro sesenta de estatura. Calzaba unas botas de minero, llevaba pantalón de montar, camisola kaki. De su cintura colgaba una pistola 44, cuya funda estaba amarrada a una pierna con una pequeña cuerda para que no le molestara la marcha. Se peinaba con raya al medio. Tenía unos ojillos vivaces, muy móviles, castaño oscuro hasta parecer negros; nariz prominente y ancha en las bases; boca de labios muy finos, que podrían denotar crueldad para quienes se dejan llevar por teorías sobre rasgos fisonómicos; pero Sandino no era un hombre cruel, era un hombre justo”.
La impresión de un varón de baja estatura que dirige una guerra de liberación nacional es muy importante porque siempre, en la historia, se ha utilizado la estatura de los líderes como una señal de “grandeza” o “bajeza” humana. Es común escuchar sobre la estatura de un “malvado” Napoleón Bonaparte; pero, no se hace referencia jamás a la estatura de un “buen” almirante Horatio Nelson. Napoleón es envilecido mientras se destaca su baja estatura; aunque Nelson –que incluso se dice que era más bajo que Napoleón- es ennoblecido pese a esta situación de baja estatura. Para ello, también se utiliza la pictórica y la fotografía que es manipulada para argumentar, en forma implícita, estas ideas preconcebidas y deformantes de la realidad. Pero, Pavletich no sólo conoció a Sandino, también interactuó con Farabundo Martí:
“Desde ese momento me incorporé a la secretaría de Sandino, que estaba ocupada por quien era tal vez la primera figura al lado de Sandino. Me refiero a Agustín Farabundo Martí, el revolucionario salvadoreño. Él había terminado sus estudios de Derecho. Era comunista, no militante del Partido Comunista, porque todavía no lo había formado en El Salvador y Nicaragua; era comunista por educación… No había más elementos para poder formar un núcleo dirigente que sirviera de asesoramiento al general Sandino. Aun varios de sus generales eran completamente analfabetos. Se caracterizaban por su valor, pero no por su sentido político. En política, Sandino era hombre de pocos libros. Tenía experiencia sindical en Tampico, la zona petrolera de México. Además, había sido mecánico en Honduras”.
Un testimonio muy valioso que nos ayuda a acercarnos a los personajes históricos desde una mirada humana y humanista. Más allá de los simples discursos de alago o rechazo. Como muchos jóvenes latinoamericanos de inicios del siglo XX, Sandino ingresó a la política revolucionaria cansado de esperar una legislación a favor de las clases trabajadoras y de protección a los indígenas. Cuando la justicia nunca llega, los pueblos hacen sentir su voz y su puño.
Referencias:
Lostaunau Moscol, Augusto. César Falcón y El Reposo de Sandino. En: https://noticierolibre.com/110820/cesar-falcon-y-el-reposo-de-sandino/
Pavletich, Esteban. Cómo fue la Guerra de Sandino. Entrevista realizada por César Lévano. En: CARETAS. Lima-Perú. 07n de febrero de 1974.