PORTUGAL. LAS TAREAS DE UNA REVOLUCIÓN

Vasco Gonçalves: Las tareas de un revolucionario (I)

Antonio Maira

Rebelión

Inicio la publicación de esta serie de artículos por varios motivos, el primero y, tal vez, el más importante de ellos, dar a conocer al mundo de habla española, el relato personal de la Revolución de los Claveles y de la contrarrevolución que surgió paralelamente en guerra abierta con la primera, hecho por el más importante de sus participantes, el que ocupó el cargo –que él consideraba colectivo, en relación con el MFA y con el pueblo pobre y explotado de Portugal- de Jefe del gobierno durante cuatro Gobiernos Transitorios –del Segundo al Quinto-, en el breve y vertiginoso tiempo de 14 meses. El libro es una traducción –creo que fiel- de la larga, inteligente y pausada entrevista de María Manuela Cruzeiro, del Centro de Documentación del 25 de Abril (Archivo de Historia Oral de la Universidad de Coimbra). [Leer aquí: Vasco Gonçalves, un General en la Revolución]

La entrevista rompe los moldes, hoy generalizados, de aquellas entrevistas en las que la presencia del entrevistador se impone y apabulla al entrevistado para mostrar la pericia profesional del primero. Tal relato directo no había sido publicado, que yo sepa, en castellano, hasta este momento, aunque sí una entrevista más reducida muy interesante en la que Vasco Gonçalves declara directamente su calidad de marxista democrático y también leninista, cuando reitera que toda revolución necesita de un “brazo armado” que él ve en el MFA mientras permanece unificado y por su precisión en la valoración de la relación de fuerzas en el proceso revolucionario

El segundo es el de contribuir al conocimiento de una Revolución, casi perdida en el tiempo, casi enterrada, muy interesadamente, transformada en folklore y en efemérides, por los problemas dominantes, pero, sin embargo, muy actual, casi inspiradora, casi estimulante.

El tercero, por fin, es contribuir, en la medida de mis posibilidades, a refrescar la memoria sobre la brutalidad de los métodos del Imperio de los Horrores –el de los EEUU- y, al mismo tiempo, las posibilidades de resistencia de los pueblos.

El cuarto, es la evidente vinculación, entre algunos procesos paralelos que dan sentido y memoria a nuestro propio proceso político: detrás de la revolución portuguesa vemos otras cosas: Felipe González de la mano de Mario Soares, a ambos recibiendo los honores de de los líderes más importantes de la socialdemocracia europea, y detrás de ellos, sombreándoles la traición, a elementos políticos tan refrescantes como el embajador Frank Carlucci y, más allá, en primerísimo lugar a elementos tan feroces como Mitterrand, Smithz, Kissinger, y otras bestias como diría el Gran Neruda.

Las consecuencias de esta maldita sopa de intrigantes fueron, en España, la doble traición de González y todos sus catecúmenos, el abandono del marxismo contra la mayoría de su partido y la nefasta entrada en la OTAN después de un referéndum tramposo.

El quinto es el lúcido pensamiento y la calidad conceptual de Vasco Gonçalves, teórico “dentro de la revolución”, capaz de ver y prever los procesos sociales y políticos, de localizar a los enemigos de la revolución y de correr contra el tiempo, calculando, con precisión, la evolución de las fuerzas en presencia, fuera y dentro del MFA.

Publicaré la serie, antes de que empiece, eso deseamos todos los revolucionarios, ese largo, cálido y, en todo caso terrible “verano caliente”, que esperan todos los desheredados de la tierra como esperaban, con esperanza y espíritu de lucha, en Portugal en 1975. 

Diez, al menos, fueron las acciones políticas fundamentales del General Vasco Gonçalves, y una más, al menos, en la que él no intervino, pues fue encarcelado y aislado por el Grupo de Los Nueve en el Fuerte de Oeiras y, posteriormente, destinado provisionalmente, como Director del Instituto de Altos Estudios Militares. Allí predominaban los sectores fuertemente reaccionarios de las FA, con los que se habían aliado los miembros del Grupo de los Nueve, para dar un golpe de Estado programado, con órdenes de operaciones precisas y detalladas. Finalmente, el 25 de Noviembre fue pasado compulsivamente a la reserva por el Consejo de la Revolución.

Aunque pueda resultar paradójico, pero, en realidad, muy bien pensado como justificación del ataque a los gonçalvistas, y como coartada de los destructores de la Revolución el motivo fue el siguiente: “por no ofrecer garantía de fidelidad a los principios definidos en el Programa del MFA”. Justo la tarea a la que había dedicado todos sus esfuerzos el general Vasco Gonçalves.

La primera fue darse cuenta, inmediatamente después del victorioso 25 de Abril, que la llegada de las tropas a Lisboa había desatado una inmediata explosión popular, que había convertido un golpe militar con un Programa democrático, antifascista y anticolonialista -muy ambiguo en otros aspectos y, sobre todo, interpretable de distintas maneras-, en una auténtica Revolución popular.

La segunda, inmediata, fue la de frenar los intentos para el establecimiento de una autocracia militar por el General Spínola, en su calidad de Presidente de la República, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y miembro preeminente del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). El objetivo de este general derechista sería encubierto por el intento de golpe de Palma Carlos primer Jefe de gobierno del Primer Gobierno Transitorio. Spínola que intentó inicialmente reenviar a las tropas sublevadas el 25 de Abril a sus cuarteles, con la oposición rotunda del MFA intentó después maniobrar y descargar las responsabilidades sobre su primer ministro Palma Carlos, después de su golpe de la “mayoría silenciosa”, que vino precedido por una verdadera celada y encerrona en la Plaza de toros de Lisboa.

La tercera, establecer los derechos políticos, sociales y laborales de los trabajadores y trabajadoras en un Portugal subdesarrollado y pobre. Esta pelea, muy seria, empezó el 1º de mayo de 1974, poco después, por lo tanto del 25 de Abril, y se planteó como la necesidad de la Unidad Sindical lo que causó una gravísima preocupación en las clases y grupos sociales de la derecha portuguesa, y también, y fundamentalmente, una actitud reactiva y sectaria del Partido Socialista Portugués (PSP);

La cuarta, la apertura, conservación y reactivación de un proceso de nacionalización, o colectivización, de las grandes empresas monopolizadas, transnacionales alguna de ellas, de los latifundios agrarios convertidos en colectivizaciones o reparto de tierras, lo que llevó, necesariamente, a la creación de líneas públicas del crédito y, consecuentemente, a la nacionalización de la banca.

La quinta, la institucionalización del Movimiento de las Fuerzas Armadas, es decir, del MFA; lo que provocó la reacción inmediata del General Spínola, de su primer ministro, Palma Carlos, y de la derecha subterránea de las Fuerzas Armadas, mayoritaria y no vinculada o claramente contraria a la Revolución.

La sexta, mantener la unidad del brazo armado de la Revolución (el MFA) y oponerse a los intentos de golpe de estado de la derecha portuguesa, representada por el General Spínola y por el primer-ministro del Primer Gobierno Transitorio, el ya mencionado Palma Carlos, representante fiel de la gran burguesía monopolista de las grandes empresas transnacionales y de la banca, que actuaban de intermediarios con el capital y la banca extranjeros.

La séptima, que envolvió a todas las demás, fue el proceso de descolonización, que algunos (como Spínola y el nuevo AMI (sector derechista de las FAR que trató de movilizar Spínola en su apelación a la “mayoría silenciosa”) pretendían convertir en un proceso controlado de neocolonialismo y que, por otro lado, llevó a la metrópoli cientos de miles de colonos, contrarios a la Revolución.

La octava, que también acompaño a todo el proceso revolucionario, fue la de impedir que la derecha militar representada por el Grupo de los Nueve, aliada con el Partido Socialista (PSP) -ganador de las elecciones a la Asamblea Constituyente-, rompiera los Pactos Partidos-MFA, para dar un golpe de estado en alianza con la socialdemocracia europea, que acabó con la revolución.

La novena, fue la de hacer frente a la inmediata injerencia extrajera, organizada por el embajador de EEUU, Frank Carlucci, alto funcionario de la CIA, promovido después de su “excelente hoja de servicios” en Portugal. Se trata de la injerencia exterior que había comenzado mucho antes de la mano del Embajador de los EEUU y Director de la Estación de la CIA en Portugal, Frank Carlucci, tal como revelan o demuestran testimonios y datos posteriores. Sus antecedentes eran muy elocuentes: había ganado méritos en Zanzibar, el ex Congo Belga y Brasil y fue premiado por la excelente tarea en Portugal con el cargo de vice-director de la Agencia de Inteligencia.

La décima, tal como verifican documentos desclasificados y los testimonios directos de Rui Mateus, quien cita a Carlucci como uno de los héroes del 25 de Noviembre, fue hacer frente a la Operación “Comuna de Lisboa”, que preveía un ataque masivo, con asalto final a Lisboa. El nombre de la operación remitía, directamente, a la Comuna de París donde miles de comuneros fueron masacrados por el gobierno de derechas francés de Thiers, apoyado por la artillería prusiana, y, finalmente, fusilados en número próximo a las 10.000 personas. Rui Mateus menciona el Plan Callagan de intervención de fuerzas especiales de los servicios secretos norteamericanos (CIA) e ingleses (M16) y también los servicios secretos de la España franquista muy preocupados, estos últimos, por la inminente muerte del dictador fascista y por los evidentes problemas derivados de la descolonización del Sahara.

Antonio Maira es capitán de Fragata de la Armada y cofundador de Anemoi.

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