Revista Marka / 18 de marzo 2023
Por Gustavo Espinoza M.
Alguna vez preguntaron a León Felipe, ese emblemático poeta anarquista del siglo pasado por qué se habla tan alto el español. Y el autor de “Versos y Oraciones del Caminante”, respondió:
“Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva- Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre” porque tres veces “tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe”.
La primera -continuó el poeta- fue cuando descubrimos un nuevo continente. Había que gritar esa palabra -¡Tierra!- para que sonase más que el mar y fuera escuchada por los que se habían quedado en la otra orilla. La segunda –añadió- fue cuando salió por el mundo grotescamente vestido con una lanza rota y una visera de papel aquel estrafalario fantasma de la Mancha lanzando al viento una palabra olvidada por los hombres: ¡Justicia!, El otro grito fue más reciente –concluyó- yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid en 1936 para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo…! ¡Que viene el lobo…!
Aludía de ese modo a la insurrección de los generales africanistas liderados por Franco y por Mola, que enarbolando las banderas del fascismo se alzaban contra la República, a la que ahogarían en sangre.
Aquel español que dijo ¡tierra!, y el que dijo ¡Justicia!, es el mismo que advirtió en esa circunstancia: ¡Qué viene el lobo…!, concluyó el poeta. Nadie le hizo caso. Los grandes rabadanes del mundo, se taparon los oídos con cemento. Y el lobo llegó, y se apoderó de España.
Pues bien. Los peruanos tenemos una vivencia similar. Nosotros también gritamos tres veces, exigiendo la atención de todos.
La primera, fue en Tinta, en 1780 cuando nueve años antes que la Revolución Francesa, Túpac Amaru y Micaela gritaron ¡Libertad!, en nombre de las poblaciones originarias. La segunda, fue cuando hablaron a coro Aguilar y Ubalde, Crespo y Castillo, Francisco de Zela, Mariano Melgar, Mateo Pumacahua, los hermanos Angulo, el cura Muñecas y los Libertadores clamando por el fin de la tiranía colonial. Y la tercera, también es más reciente. Ocurrió en los contrafuertes andinos, en los valles rumorosos, en los fértiles campos de la serranía, en la ladera de los ríos, en los oasis costeños, en las grandes avenidas de ciudades turbulentas. Millones de peruanos anónimos se alzaron llamando la atención de todos. Buscaban, sin duda, ahuyentar al lobo
Cuando en el futuro, un nuevo Basadre escriba la historia del Perú, habrá de registrar esta epopeya, que no tiene parangón en nuestra historia.
Nunca ocurrió, en efecto, que durante más de 70 días en distintas regiones del país, el pueblo se irguiera combativo, bloqueara vías, tomara poblados, hiciera marchas, desplegara banderas, enarbolara consignas, cantara canciones, organizara danzas, efectuara movilizaciones masivas en procura de una causa.
Pero así como no hay precedente de una epopeya como la que hoy vive un Perú imbatible e indoblegable; así también se registra un fenómeno inédito: un gobierno tan detestado como el que encarna Dina Boluarte, quien se aferra groseramente del Poder sentada sobre las bayonetas.
Han existido en el pasado, gobiernos repudiados por las masas. Odria, por ejemplo; o el régimen de “La Convivencia” en los años del Pradismo; o la administración belaundista, que hiciera agua entre septiembre y octubre del 68; o la propia dictadura de Fujimori, sin duda. Pero aun esos gobiernos vivieron distintos periodos. Así como tuvieron etapas malas, registraron también momentos de aceptación ciudadana. No es éste el caso.
El régimen actual no conoce un día de gloria. Fue masivamente repudiado por la población desde el primer instante, cuando después del mediodía del miércoles 7 de diciembre asumió el cargo en la sede del Congreso Nacional, en colusión con las fuerzas más reaccionarias del país. A partir de allí, no tuvo tampoco un día de descanso.
Poor lo pronto, no hay duda que se hará justicia. Como en otras latitudes. Ningún crimen quedará impune. Y los asesinos de hoy, serán juzgados y condenados mañana.
Entre tanto, como el Trovador Ibérico León Felipe, tenemos que volver a hablar en voz alta, tendremos que gritar para que el mundo nos escuche. (fin)