PERÚ. EL CAMINO DE SALIDA

Editorial de la revista MARKA / 6 FEBRERO 2023

Las recientes decisiones parlamentarias en rechazo a un presunto adelanto de elecciones y las reiteradas declaraciones de quien ejerce írritamente la Jefatura del Estado señalando que no habrá de abandonar el cargo que detenta; llevan a algunos a asegurar que la crisis política que remece la estructura del país, no tiene camino de salida. En otras palabras, que no habrá solución a los problemas del país en las próximas semanas y aun meses. Craso error, sin duda.

En política, nunca hay “situaciones sin salida”. . Y eso, porque la confrontación política, no puede semejarse a un partido de futbol. En la contienda deportiva, los rivales pueden concluir un encuentro en condición de empate. Pero eso no ocurre en política. Los partidos, nunca terminan empatados. En un momento determinado, la contradicción que asoma, se resuelve: uno gana y el otro, es derrotado. Eso, resulta inevitable.

La contradicción que genera una crisis política puede parecer muy enredada, extremadamente compleja. Y eso puede desorientar a “expertos analistas”. Pero percibir las cosas de ese modo, induce siempre a un error. Mientras más oscuro sea el horizonte y mientras más difícil parezca  encontrar una salida a la crisis; dialécticamente ella resulta más simple, está más cerca y luce a la mano de los sectores que pugnan en la lucha planteada. Por eso suele decirse no sin razón que cuando la noche parece más profunda, la luz está más próxima. Y esta, es una regla general en la política. Por eso, bien puede asegurarse que ahora, aun en el marco del fragoroso enfrentamiento social que asoma más violento a partir del pasado 7 de diciembre; la salida a la crisis que agobia a los peruanos, es más fácil.

En 1917, en la vieja Rusia de los Zares, los trabajadores le preguntaron a Lenin “qué hacer en esta crisis que luce sin salida”. Y el líder bolchevique tuvo una respuesta simple: “Hay que tomar el Palacio de Invierno, camaradas”.

Claro que en nuestro tiempo y en nuestro escenario geográfico, la situación es diferente.  Por lo demás, aquí no hay ni Palacio de Invierno, ni Lenin que señale el derrotero, Pero hay un pueblo en lucha y  tiene claro un futuro promisor.  Veamos entonces lo que, gracias al empeño y el coraje de millones, resulta posible.

Aunque carece objetivamente de una Vanguardia que organice y planifique sus luchas; y aunque haya trajinado  aun insuficientemente el camino de la unidad; el pueblo ha sido capaz de forjar en vivas acciones, un Programa Unitario de Lucha. Esto lo alienta, lo tonifica y le permite mirar con optimismo el  porvenir.

Por eso, a partir de esa realidad, es que podemos afirmar que el camino de salida a la crisis planteada en nuestro tiempo, es muy simple y resulta mucho más asequible lo que el común de las gentes puede creer. Dicho de otro modo, es mucho más fácil hoy salir de la crisis que perder el tiempo elucubrando especulaciones de diverso orden.

Para salir de la crisis, para lograr que retome la calma a los caminos, que se desbloquen las carreteras, que cesen las marchas que asustan a algunos, que se restablezca el orden en aldeas y ciudades; basta sólo que ocurran cuatro hechos perfectamente factibles. Veamos.

Se necesita, en primer lugar, que renuncie Dina Boluarte al cargo que detenta. Si situación ha llegado a ser francamente insostenible. Pesan en su pasivo no sólo más de 60 muertos, sino también una pésima gestión, cargada de discursos inocuos, palabras vacías y amenazas escondidas que a nadie convencen ni intimidan. Objetivamente, ella se mantiene porque hay quienes creen falsamente que su renuncia, generaría un vacío de Poder.  Y es al revés: el vacío de Poder, lo personifica ella.

Cuando los empresarios se den cuenta que las pérdidas económicas que registran,  los ahogan; y cuando los uniformados lleguen a la conclusión  que no podrán “poner orden” en un país convulso manteniendo a Dina en la cúpula del Poder; ella habrá de caer y nadie se preocupará por su destino. Deberá pagar sus desatinos y los crímenes consumados por su gestión, sin lograr que se alce una voz en su defensa,

La caída de Dina implicará el derrumbe de todo el tinglado opresor que ha construido asustadamente la clase dominante. Deberá derrumbarse también la Mesa Directiva del Congreso porque nadie habrá de aceptar a José Williams como el “nuevo Presidente”, y habrá de emergerá una figura “neutral” y de consenso que cumpla apenas dos tareas: administrar las migajas de lo que quede del banquete, y asegurar las elecciones generales al más breve plazo. Así, en cuatro o seis meses tendremos un nuevo gobierno.

El tema de la Constituyente se ha convertido en un inútil debate. No tiene sentido plantear un Referéndum para que se apruebe “una Asamblea Constituyente”. No se puede aprobar lo que no existe.  Lo que sí hay que consultar por esa vía es la voluntad ciudadana, preguntando a los votantes si piensan que debe construirse una nueva Constitución, o debe mantenerse la actual.  Todo indica que primará la idea de una nueva Carta Magna. Cuando el tema sea aprobado en tal sentido, deberá abordarse un conjunto de asuntos complementarios: la convocatoria a una Constituyente, las bases de una nueva Constitución, el carácter de la misma, sus contenidos esenciales. Y luego, elaborarla. Después, ese texto, deberá ser refrendado por la ciudadanía. No tiene sentido poner la carreta delante de los caballos.

Y lo cuarto, es la libertad de Pedro Castillo. Objetivamente su detención fue ilegal. También lo fue su revocatoria por parte del Congreso. De ambas ilegalidades, derivan las demás: Y su   permanencia en prisión, es también arbitraria. Perfectamente puede ser liberado y, en todo caso, afrontar sus juicios en libertad, como ocurre ahora con Pedro Pablo Kuczynski, Ollanta Humala o Martin Vizcarra. 

Todo esto, es perfectamente factible. Y si se concretara, la normalidad volvería al país en muy corto tiempo. La sabiduría popular es la garantía. El sentido común constituye la piedra angular del razonamiento de nuestro pueblo. (fin)