Publicado en Resumen Latinoamericano Edición peruana. Enero 2023
Por Gustavo Espinoza M.
Se ha dicho -y es verdad- que el gobierno de Dina Boluarte tiene más muertos que días de gestión en el Perú. Y esto, sin embargo, no es lo más grave. Lo peor es que el número de asesinados crece, al tiempo que se afirma la lucha de los pueblos contra el golpe reaccionario del 7 de diciembre, que diera al traste con el gobierno de Pedro Castillo-
Es posible que nunca se haya visto en el Perú una rebelión ciudadana de las dimensiones y la magnitud de la que hoy se registra. Virtualmente en todo el territorio nacional han surgido-en el marco de esta crisis- expresiones masivas del rechazo popular hacia la Clase dominante y al “modelo” que ella busca perpetuar. No ha habido ciudad que no haya sido escenario de movilizaciones masivas de la población en las últimas semanas. Y eso, lo registrará la historia.
La maniobra golpista -como se sabe- fue consumada a partir de los propios errores y deformaciones del mismo Castillo, que fue engañado e inducido a tentar una suerte de “Golpe” a todas luces inviable que terminó con su derrota. Virtualmente apenas concluyo el mandatario depuesto con su exposición televisada de ese día, alzó el rostro la conjura sediciosa que se impuso rápidamente. El Golpe entones, lo dio la reacción, que encontró a un gobierno aislado y en derrota.
Como se sabe, la ultra derecha pudo construir un tramado sedicioso tejiendo laboriosamente un esquema de dominación que asomó imbatible. Juntó en un solo haz a la embajada norteamericana, el gran empresariado, la vanguardia política más reaccionaria, la mayoría parlamentaria, el Ministerio Publico, la cúpula castrense y la Prensa Grande. Todos juntos golpearon al unísono, desencadenando la ola de terror que hoy se abate sobre los peruanos.
Los hechos ocurridos permitieron que quedara en evidencia el papel de la embajada yanqui en nuestro país. Ella, a cargo de Lisa Kane, ex agente de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, operó inicialmente en la sombra, pero salió a luz apenas se concretaron sus objetivos: se entrevistó con Gustavo Bobbio, un general de oscuros antecedentes que acababa de ser nombrado Ministro de Defensa del gobierno de Castillo, el 6 de diciembre; en lo que sería el único acto público del citado funcionario. Luego saludaría con entusiasmo a Dina Boluarte y le ofrecería “todo el apoyo” de la Casa Blanca, confirmado inmediatamente después por el Secretario de Estado de los Estados Unidos. A partir de allí, se desencadenó la represión salvaje contra el pueblo peruano.
Aún se recuerda que en noviembre del 2020, el írrito “Presidente” Manuel Merino, en el afán de mantenerse en el Poder, convocó a la cúpula militar de entonces sin encontrar acogida. La Fuerza Armada se negó a voltear sus fusiles contra el pueblo, lo que derivó en el naufragio de los golpistas de ese momento. En esta circunstancia sucedió lo contrario: los nuevos “Mandos” apuntalaron el Golpe y concretaron los afanes sediciosos de la reacción. El aval yanqui a la operación reciente, habrpia sido decisivo.
Pero aun así, la cúpula castrense se ve forzada a mirar lo que tiene ante sus ojos. Objetivamente, la Fuerza Armada peruana tiene dos herencias a considerar. Una, es el legado Velasquista que concibió la Unidad de la Fuerza Armada con el pueblo como la base de un compromiso histórico destinado a transformar al país. La otra, es la carga fujimorista que envileció a la institución castrense convirtiéndola en un instrumento perverso de dominación al servicio del Capital.
Con Velasco, la Fuerza Armada se ligó a las tareas del desarrollo: defendió la soberanía nacional y los recursos básicos, construyó carreteras, escuelas, hospitales, obras de infraestructura, promovió el desarrollo y alentó compromisos sociales con la población. Con Fujimori, la cúpula militar robó a manos llenas y se enriqueció con los recursos públicos. Mientras Velasco pasó a la historia. Los uniformados fujimoristas quedaron en la cárcel y el abandono. No promueven aliento alguno.
Como se sabe, hace algunos años egresó una Promoción Militar que lleva el nombre de Juan Velasco Alvarado. Un signo de que en algunos segmentos de la Fuerza Armada late un recuerdo grato que puede ser asumido por los uniformados en una futura circunstancia.
La lucha del pueblo peruano es valerosa y heroica. Pero sería al mismo tiempo productiva, y sobre todo imbatible, si lograse sumar a su causa patriótica a sectores progresistas de la institución armada. (fin)