FIDEL ENTRE NOSOTROS …

Por Gustavo Espinoza M. (*)

Conocí personalmente a Fidel, en  agosto de 1967, en el Palacio de la Revolución.  Fue con motivo de mi primer viaje a Cuba, a fines de julio de 1967, para participar  en el que sería uno de los eventos más  “sonados” de la época: la Conferencia de Organizaciones Latinoamericanas de Solidaridad –la OLAS- que despertó viva inquietud en los sectores conservadores, y expectativa  en los núcleos  avanzados de nuestro continente.

Creo que fue la noche del 31 de julio cuando fuimos al encuentro con el líder de la Revolución Cubana, que esperaba a todos los invitados en una clara demostración de la importancia que le concedía a esa cita, que tenía lugar -y eso no lo sabíamos-  en el mismo momento en el que afirmaba su presencia en la selva de Bolivia el Comandante Ernesto Guevara.

¿Hubo encuentros y desencuentros en ese certamen? Claro que los hubo. Pero se registraron  básicamente  entre los delegados de los Partidos Comunistas y los líderes de los grupos más radicales, que no sólo pretendían generalizar su experiencia de lucha, sino también dar rienda suelta a concepciones incluso anticomunistas.

Seguramente para los dirigentes cubanos que concurrieron a la cita, no fue fácil diseñar el perfil de una política puestos en un  escenario sin duda no deseado. No tenían interés alguno de distanciarse los PPCC, pero tampoco podían renunciar al apoyo que recibían de movimientos de izquierda no comunista, algunos de los cuales aportaban valiosas lecciones para el movimiento.

Fue –quizá- la habilidad de Fidel la que permitió finalmente que la Conferencia de OLAS concluyera en buenos términos. Su discurso en el acto de clausura del evento, fue una reafirmación de las dos grandes líneas mantenidas por Cuba desde un inicio de su gesta, hasta nuestros días: el aliento para la lucha revolucionaria de los pueblos y la búsqueda de la unidad de acción, base esencial de cualquier proceso de transformaciones sociales en el mundo.

Aunque no tuvimos ocasión de ver a Fidel nuevamente después de su discurso al cerrar la Conferencia de OLAS, nos quedó en la cabeza la idea que Cuba,  verdaderamente estaba interesada en impulsar con energía y coraje, el proceso emancipador latinoamericano.

A partir de 1968, el proceso patriótico y antiimperialista conducido por el general Juan Velasco en el Perú, permitió nuevos vínculos con  Cuba y abrió posibilidades mayores para nuestro acercamiento a la dirección del Partido Comunista de ese país, y su pueblo

Fidel tuvo idea clara de lo que implicaba, en el contexto latinoamericano de la época, los acontecimientos que ocurrían en el Perú. Hay quienes afirman que, preguntado en La Habana por su actitud ante el gobierno del Presidente Velasco, él aseguró que no podía pronunciarse ante hechos que ocurrían en otro país porque eso podría ser considerado como una “intromisión” o una “injerencia” en asuntos internos de otro país; pero ante la insistencia del reportero aseguró lacónicamente: “si yo fuera peruano, apoyaría al gobierno del Presidente Velasco”. No sé si fue  confirmada, o no, la información; pero en todo caso reflejó bien el sentimiento de Cuba hacia el Perú en esa época, y la mirada zahorì del Comandante, que siempre vio más lejos que todos en el proceso de la historia.

Un hecho extremadamente grave precipitó los acontecimientos de la época. Como se recuerda, el terremoto  del 31 de Mayo de 1970,  cuyo epicentro se ubicó en el Callejón de Huaylas. Un  total de 70 mil personas perdieron la vida en  ese y  otros poblados y zonas afectadas. Fue la mayor tragedia  del periodo. Nadie estuvo más presto y solícito a la ayuda que el gobierno de Cuba. De allí llegaron aviones con víveres, medicinas y ropa. También arribaron equipos médicos, profesionales, brigadistas y rescatistas,  muchos de los cuales arriesgaron sus vidas para extender una elemental ayuda solidaria a los damnificados por la catástrofe. Hospitales completos y material quirúrgico de primer nivel destacaron en el envío  que hiciera Cuba al Perú.

Pero lo que más impresionó fue la foto de Fidel en  una camilla,  en la Plaza de la Revolución, donando sangre para los peruanos. La iniciativa del hecho fue tomada por el gobierno de Cuba, y generó inmensas colas de voluntarios que se aprestaron a aportar su donativo con enorme espíritu solidario.  Ese gesto no sólo fue valorado en su momento, sino que se proyectó en el tiempo y fue el  símbolo del espíritu internacionalista de la Revolución Cubana y sus dirigentes.  

A ese periodo corresponde también la trágica muerte de un colaborador cubano, Elpidio  Beróvides, quien falleció al caer a un profundo barranco el vehículo que conducía en la serranía de La Libertad.  

Hay que considerar que cuando ocurrieron todos estos hechos, Cuba no tenía relaciones diplomáticas con el Perú. Para viajar a La Habana, los peruanos debían cubrir una ruta extensa. El retorno debía seguir el mismo camino. Después se subsanó ese distanciamiento y se consolidó un vínculo que perduró en el tiempo.

Velasco Alvarado y Fidel Castro fueron las figuras señeras de ese proceso. Y gracias a él, a finales de  1971, la primera representación  diplomática cubana arribó a nuestro país, encabezada por el Capitán del Ejército Rebelde Antonio Núñez Jiménez. Enviarlo al Perú desprendiéndose temporalmente de sus valiosos servicios directos, era por cierto un sacrificio para Cuba y su gobierno, y en lo particular para el propio Fidel, que lo tenía en muy alta estima. Así se hizo, sin embargo, y Antonio Núñez cumplió de una manera muy satisfactoria su función en nuestro país.

Pero aun antes que él iniciara su gestión diplomática aquí, ocurrió un hecho singular. Con motivo del viaje que hiciera el compañero Fidel a Chile en 1971 invitado por el Presidente Salvador Allende, el Comandante cubano y su comitiva hicieron una “escala técnica” en Lima. En esa circunstancia se desarrollaba en Lima el II Congreso Nacional Ordinario  de la CGTP, y por acuerdo unánime de los delegados, el evento suspendió sus trabajos y se trasladó masivamente al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez para dar la bienvenida al ilustre visitante. Centenares de trabajadores coparon así la rampa del área  internacional del campo de aterrizaje.  En esa circunstancia, se produjo el único encuentro registrado entre Fidel y Juan Velasco Alvarado.  El  Presidente peruano lo recibió con todos los honores y departió con él. 

Cuando concluyó el encuentro entre ambos mandatarios, una delegación de la CGTP, liderada por el  Presidente de la Central, Isidoro Gamarra, saludó calurosamente a Fidel. En lo personal, fue ese mi segundo encuentro con el máximo dirigente de la Revolución Cubana.  

En  febrero de 1972 una delegación de la CGTP fue invitada por  la Central de Trabajadores de Cuba –la CTC- para visitar ese país. Me correspondió encabezar la delegación que fue integrada además por los compañeros José Chávez y Percy Santos, integrantes del Consejo Nacional y dirigentes de los metalúrgicos y los pescadores, respectivamente. Los tres, cumplimos con la mayor satisfacción  el programa que nos preparara. Visitamos fábricas, visitamos lugares históricos; tuvimos encuentros con organismos representativos de la sociedad cubana; hicimos exposiciones en la Sala de Conferencias de la CTC; compartimos horas  valiosas con Lázaro Peña, el histórico dirigente obrero de los trabajadores cubanos; y finalmente tuvimos un  prolongado encuentro con Fidel, quien nos visitó en compañía de sus colaboradores más inmediatos.

La conversación con Fidel Castro tuvo niveles de asombro. Ocurrió en lo que seguramente sería una suerte de Casa de Protocolo, una vivienda ordinaria en la que fuimos situados los tres peruanos a partir de las 9 de la noche en la última jornada de nuestra visita. Tres horas más tarde se abrió la puerta de la casa, para dar paso a la figura de Fidel, que nos pareció, en ese momento simplemente imponente.  La entrevista se prolongó casi hasta el amanecer.

Habló con nosotros de todo: la crisis  mundial, los problemas que afrontaba el gobierno de los Estados Unidos, la guerra de Vietnam, la situación en Palestina, la política internacional del socialismo, los avances registrados en la construcción de la nueva sociedad cubana, la historia del movimiento obrero.  Nos habló  de sindicalismo, reivindicaciones laborales, las tareas de la CTC en Cuba; pero además de economía, política, salud,  educación, deporte y cultura. Y auguró largas y fructíferas relaciones entre nuestros dos países, aludiendo a los programas en marcha y los acuerdos suscritos entre Cuba y Perú.  

Y abordó ciertamente el rico escenario continental. El ascenso de la lucha revolucionaria, la crisis centroamericana, la respuesta de los pueblos a la estrategia del Imperio, la descomposición en ciernes de la dictadura militar brasileña, y lo que eso significaba para todo el continente.  Fue una verdadera y actualizada lección para nosotros.

Adicionalmente, nos habló del Perú, de su geografía, historia, composición social, posibilidades productivas, recursos. Y muy modestamente, nos expuso los avances de Cuba en las más diversas áreas, pero nos explicó también las inmensas dificultades que debían vencer. Fue una manera muy práctica de asegurarnos que la lucha revolucionaria era extremadamente compleja y difícil.

La conversación transcurrió de un  modo muy sencillo. Se desarrolló con preguntas mutuas, que él nos formulaba, y que nosotros planteábamos en el dialogo. Hubo anécdotas, recuerdos, experiencias y un gran interés por conocer y dominar realidades. En lo que a nosotros se refiere, concluimos el encuentro convencidos que  Fidel conocía del Perú muchísimo más que nosotros. Y no sólo sabía lo que había ocurrido en el pasado, sino también de lo que estaba sucediendo,  y de los problemas que se nos habrían de presentar.

Fidel fue amable, respetuoso, didáctico, pero además profundamente afectuoso con cada uno de nosotros. Nos demostró conocer al dedillo la historia del movimiento sindical peruano, con sus fortalezas y debilidades, el aporte de Mariátegui, el proceso seguido en  el país, las luchas que se desarrollaron y las tareas que teníamos ante los ojos. Muy expresivo, nos recomendó muchísimo inducir a los trabajadores a conocer y dominar la realidad nacional, educar políticamente a las masas, formar conciencia de clase, alentar a los jóvenes, organizar a las mujeres, ganar a la intelectualidad para que se sume a la  causa. Y nos dijo además, que no debíamos “hacernos ilusiones”, porque la lucha sería muy dura y sacrificada. Todos sus pronósticos, se cumplieron.     

Cuando en  febrero de 1973 el general Velasco  sufrió un severo accidente vascular que derivó en la amputación de una de sus piernas, Fidel recabó toda la información pertinente y dispuso el envío inmediato del equipo médico que salvó la vida al conductor del proceso peruano.

A inicios de 1974, y luego de participar en la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo -la OIT-, la delegación peruana concurrente a ese evento, hizo un viaje a La Habana. El entonces ministro de trabajo del Perú, el general F AP Pedro Sala Orosco ha había hecho  muy buenas migas con el titular de esa Cartera en Cuba,  Oscar Fernández Padilla, y aceptó complacido la invitación que éste le formulara para visitar la isla en compañía de los funcionarios del portafolio y los representantes de los trabajadores y empleadores que lo acompañaban.  En mi condición de Secretario  General de la CGTP y representante sindical peruano ante a OIT, integré esa delegación.

La delegación tuvo en Cuba un intenso programa. Estuvimos no sólo en La Habana, sino también en Holguín y en Santiago. En la capital oriental,  visitamos la Granjita Siboney y con gran emoción hicimos el mismo recorrido que hicieran los atacantes del Moncada el 26 de julio de 1953. Luego visitamos el Cuartel, convertido en Escuela, y vimos su fachada que mostraba los signos del combate. Estuvimos en el Museo, donde se guardaba toda la información referida a la citada gesta; y recorrimos las calles de la ciudad, agobiados por un calor intenso pero también entusiasmados por una alegría desbordante.

Como en la experiencia anterior, también  en esta el esperado encuentro con Fidel ocurrió el  último día de nuestra estancia en ese país. Fue un domingo.   Y tuvo lugar  en la residencia del embajador peruano en La Habana.

Aprovechando que visitaban Cuba dos delegaciones de nuestro país –la nuestra y una del ministerio de Energía y Minas, y que estaban también algunos militares con sus esposas- el embajador peruano organizó una Pachamanca en el Jardín  de la residencia, la que fue preparada por cocineros peruanos. A la cita concurrieron Fidel, Raúl, Vilma Espín y varios otros dirigentes. Entre cubanos y peruanos, podríamos quizá contar unas 20 personas. El encuentro comenzó alrededor de las 11 de la mañana, y se prolongó hasta pasadas las 5 de la tarde. Hubo fotos y diálogo  fluido, lejos de cualquier protocolo.

De hecho, sorprendió a todos la variedad temática manejada por Fidel. Tan sólo al llegar a la cita y saludar a las esposas de los militares que allí se hallaban, habló de telas, tejidos, bordados, entramados y otros, que nosotros nunca imaginamos que pudieran concitar el interés de un líder de su altura.

Luego de platicar casi dos horas con ellas, abordó con los uniformados temas militares: el armamento, las municiones para cada tipo de fusiles,  el manejo de las ametralladoras ligeras,  las modalidades de la retrocarga en las pistolas, las bondades de los fusiles AKM, las tácticas militares usadas por los Partizanos en la II Guerra Mundial en  Francia y en Italia; las acciones de los guerrilleros rusos en la lucha contra la ocupación hitleriana, las operaciones gigantescas del Ejército Rojo. Todo esto con una modestia impresionante. Los oficiales peruanos lo miraban con asombro. Se trataba de temas que no imaginaron.

Mientras saboreaba la sabrosa Pachamanca, habló de la  comida cubana, explicó lo que era La Caldosa -que pocos conocían-, y de los platos más comunes: el Congrí, la Ropa Vieja; y las distintas variedades de ron que se producían en su país., También habló de la culinaria peruana, y del  Pisco..

Y luego de las dos de la tarde habló de política. Aludió a los Capitanes Portugueses  de la Revolución de abril, a los avances militares de los vietnamitas en la guerra contra el Invasor Yanqui –pronto los liquidarán, nos dijo con gran seguridad-; explicó lo que ocurría en Africa, de la presencia de Cuba en Angola y otros países, de la lucha contra el régimen del Apartheid, de la caída del colonialismo en el Continente Negro. Aludió a los pueblos de América Latina, a las tramas golpistas de Pinochet y a la ferocidad del fascismo, que no sólo se ensañaba con el pueblo de Chile, sino que también había asesinado a militares por su resistencia a planes genocidas.

Después preguntó vivamente interesado, por el proceso peruano. Comentando las opiniones de los asistentes, recomendó a los peruanos actuar con la  mayor responsabilidad, mantener muy abiertos los ojos ante los planes del enemigo y  asegurar  siempre la unidad en todos los niveles: la unidad de la fuerza armada, la unidad del pueblo, la unidad de los sindicatos; y la concertación de fuerzas para cumplir los propósitos que el  gobierno peruano había anunciado.

Volvimos a Lima alrededor del 10 de julio y dos semanas después tuvimos la ocasión de recibir en el Aeropuerto Internacional al Comandante Raúl Castro quien vino invitado por el gobierno peruano y enviado por Fidel.

En toda esta etapa, entre 1968 y 1976, desde la CGTP, se desplegó una amplia campaña de solidaridad con Cuba.  Muchos actos de identificación con la Revolución Cubana ocurrieron en nuestro país en todos estos años. Incluso, una delegación presidida por el Ministro de Trabajo de Cuba y los principales dirigentes de la CTC de la época, arribó al Perú invitada por el gobierno de nuestro país.  Sus integrantes, en compañía del aún Ministro de Trabajo del Perú, el  General Sala, fueron recibidos en Dos de Mayo, en acto solemne  

El cambio político ocurrido en el Perú en agosto de 1975 modificó radicalmente el escenario nacional y también el nivel de las relaciones con Cuba. En 1978 Antonio Núñez Jiménez fue convocado a La Habana, y debió volver a su país. En su reemplazo vino un  diplomático de Carrera -el Licenciado Karagatze-  que tuvo una estadía relativamente corta  La campaña reaccionaria contra Cuba se fue profundizando al tiempo que la administración de Morales Bermúdez abría campo a lo que se llamaría “la transferencia del Poder a los  Civiles”, alambicada frase que encubría un  solo propósito: devolver el gobierno a las camarillas reaccionarias del pasado.

En abril de 1980 la campaña contra Cuba alcanzó su grado más alto en el periodo. Un grupo de supuestos  “disidentes” cubanos se introdujo ilegalmente en la sede de la embajada peruana en La Habana y al hacerlo dio  muerte a un custodio cubano que protegía la sede diplomática. El gobierno de Cuba planteó la denegatoria del asilo para los intrusos, idea que fue compartida por el embajador de nuestro país Edgardo de Hábich. La Cancillería peruana, dirigida ya por los grupos más conservadores de Torre Tagle, actuó de otro modo y justificó la presencia de los llamados “disidentes” a los que anunció  “les concedería asilo”

Fidel siguió muy de cerca los sucesos aquellos. Y adoptó todas las medidas necesarias para resolver las cosas sin daños a la vida humana y a los bienes del Perú. De todos modos, se abrió un periodo complicado que duró casi todo el segundo gobierno de Fernando Belaunde. En esa etapa, las relaciones fueron formales y el intercambio en todos los niveles descendió significativamente. Desde Izquierda Unida, y en particular por la voluntad de Alfonso Barrantes, las fuerzas progresistas lucharon de modo consecuente por la afirmación de las relaciones con Cuba.

Tanto Izquierda Unida como los partidos que la integraban, trabajaron en esa dirección. Por la parte cubana se registraron igualmente, numerosas iniciativas en el  mismo sentido. Como resultado de ello y  otros factores, en diciembre de 1986 una delegación parlamentaria peruana integrada por 10 miembros de la Cámara de Diputados, visitó Cuba. Con Alejandro Olivera, de mi Partido, y otros colegas congresistas de diversas bancadas, integré ese grupo y participé en un nuevo encuentro con Fidel, el mismo que se realizó en el Palacio de la Revolución, en La Habana y que duró entre las 5 de la tarde y las 9 de la noche 

En esa circunstancia, los parlamentarios peruanos –de las filas del APRA y de distintos partidos de Izquierda Unida- intercambiamos con Fidel puntos de vista y criterios referidos al escenario de entonces. El  dirigente cubano abordó con detenimiento los problemas derivados de la crisis de la economía capitalista, el No pago de la deuda externa, los programas económicos del neo liberalismo y la crisis política regional que se expresaba también en violentas confrontaciones armadas en América Central. Aludió a la “última etapa” del régimen de Pinochet en Chile y a la  lucha de los Sandinistas en Nicaragua por recuperar el Poder, así como a la  necesidad de afirmar los procesos democráticos que se instauraban en Brasil,  Argentina,  Uruguay y otros países.

En la ocasión los parlamentarios peruanos cumplimos un programa extenso. Visitamos escuelas, centros de salud, lugares históricos y hasta el Centro biogenético, uno de los más importantes y desarrollados del continente.  Además, viajamos a Isla de Pinos –que se llamaba ya la Isla de la Juventud- y visitamos el lóbrego Penal en el que estuviera preso Fidel con sus compañeros entre 1953 y 1956. Ese presidio estaba vacío y  había sido convertido en una suerte de testimonio de la etapa de horror que legó la  dictadura batistiana al pueblo de Cuba.

A partir de la caída del régimen socialista en Europa del Este y la  posterior desaparición   de la Unión Soviética. Cuba inicio lo que se dio en llamar el “Periodo Especial” en el que la preocupación de Fidel fue salvar a su país y proteger los derechos de su población.

En octubre del 2001 tuvo lugar en La Habana el Congreso Latinoamericano de Periodistas. Se acababan de producir los atentados terroristas de Nueva York y el mundo miraba con preocupación el desarrollo de los acontecimientos. En  el evento celebrado en el Centro de Convenciones de La Habana, 350 hombres de prensa de diversos países abordamos diversos temas: el rol de los medios de comunicación, la lucha contra el monopolio de los medios informativos, el papel de la prensa grande, los derechos de los periodistas y otros temas. Integrando la delegación peruana, tuve la posibilidad de intervenir en el segundo día, exponiendo algunos rasgos vinculados al papel de los medios en nuestro país. Mi intervención fue recibida por los asistentes, pero al término de la misma, Fidel anunció que quería comentarla razón por la que solicitaba que yo permaneciera en el Podio.

La intervención de Fidel fue de unos veinte minutos. En ellos, comentó lo que había dicho; subrayando que en el Perú se habían usado recursos novedosos en la lucha contra el gobierno de Fujimori, que ellos eran comprensibles y  estaban plenamente justificados. Habló de las formas de lucha de las que los periodistas cubanos se habían valido combatiendo a la dictadura de Batista, y aseguró que esas épocas  jamás volverían a Cuba.

Fidel, en realidad, participó en todo el evento. Permaneció sentado formando parte de la Mesa, tomó apuntes, hizo notas, formuló algunas atingencias y recogió elementos para la que sería su intervención central en la noche final del encuentro. Comenzó su intervención poco antes de las 10 de la noche y ella se extendió por 6 horas, concluyendo casi a las 4 de la madrugada. Fue una exposición medular y sustanciosa,  en la que el líder cubano abordó todos los temas de interés mundial.

En el nuevo siglo,  alcanzó notoriedad en el Perú el esforzado trabajo que se hizo en demanda de la libertad de los 5 héroes cubanos prisioneros del Imperio desde 1998 y liberados finalmente y en su totalidad, solo en diciembre de 2014. La “Causa de los 5” -de la que fue Fidel el primer abanderado- fue tomada en manos de peruanos que hicieron  honor al requerimiento planteado por Cuba en  esa circunstancia.

Hoy podemos decir –cuando Fidel cumple 90 años- que este valeroso combatiente, vive siempre entre nosotros (fin)

(*) Exposición ante Simposio “Fidel en la historia”. Celebrado por iniciativa de SOLICUBA el jueves 11 de agosto en Lima