HOMENAJE A RUBEN DARÍO

Palabras de la Embajadora de Nicaragua

Marcela Pérez Silva

Darío Nuestro

Feria Internacional del Libro “Lima lee”

Parque de la Exposición, 25 de setiembre, 2022

La primera vez que pasó por Lima iba a bordo de un buque alemán. Corría el año de 1886. Él tenía 19 años, era el único pasajero en aquel barco carguero y el único que hablaba castellano. Su nombre era Félix Rubén García Sarmiento, había nacido en Nicaragua y ya para entonces había recorrido toda Centroamérica y se dirigía a Chile.

Pronto brillaría como el primer escritor pleno de Nuestra América; llenaría de música y sonoridades nuevas la poesía de nuestra lengua; sería el cronista de nuestra modernidad; y el embajador de nuestras nacientes repúblicas mestizas que abrían sus puertas al mundo.

Para siempre, se le conocerá como Rubén Darío.

Tiempo atrás, Ricardo Palma -el “bibliotecario mendigo”- había solicitado ayuda a los gobiernos de América para reconstruir la Biblioteca Nacional, saqueada durante la Guerra del Pacífico. Rubén, que tenía entonces 17 años y había conseguido empleo en la Biblioteca de Nicaragua, fue comisionado para juntar los libros que se enviarían al Perú “pero a poco de ello, sobrevino una revolución en la República, y todo se atrasó…” –le contaría Darío en una de las muchas cartas que le escribió al célebre tradicionista, a quien él llamaría: “el príncipe del ingenio”.

Durante varios años Rubén y don Ricardo compartieron noticias literarias y confidencias, en un nutrido intercambio epistolar que fue cimentando su amistad.

Ocho meses después de la llegada a Chile del joven poeta, aparece su libro Abrojos. Darío se lo manda por correo a Palma, como después habrá de hacer con “Azul…”, “Los Raros” y “Prosas Profanas y otros poemas”.

«Muy pronto volveré a Centro América –le anunciaba en una carta fechada en agosto de 1887-. Entonces tendré ocasión de saludarlo por telégrafo, a mi paso por el Callao».

La ocasión se presenta en febrero del 89 cuando el vapor que lo lleva de regreso a Nicaragua vuelve a parar por unas horas en el Perú. Rubén Darío, que ya tiene veintidós años, aprovecha para ir a conocer personalmente a su amigo peruano, entonces cincuentón, que tras sus espejuelos de cadenita y sus bigotes entrecanos lo recibe en la Biblioteca Nacional y, confundiendo su nombre, lo saluda diciendo:

— “¡Oh, mi señor don Darío Rubén…!”

El cronista evocará al año siguiente, en un bello texto llamado “Fotograbados”, su breve paso por Lima. Lo impresionan su falta de lluvia: “En Lima no llueve nunca!” -dice-, su cielo azul (¡es febrero de 1889!), “sus paseos, sus plazas, sus estatuas”: la Victoria alada de la Plaza Dos de Mayo y la estatua del Libertador frente al Congreso de la República: “Simón Bolívar en su caballo de bronce, con la espada victoriosa en su diestra de héroe” dice Rubén. Pero lo que más le gusta es lo que él llama el Paseo de la Exposición:

«Si queréis gozar, ¡oh, los que leáis estas líneas!, id a Lima si tenéis dinero; y si no tenéis, id también. Id al hermoso Paseo de la Exposición lleno de kioskos, alamedas, jardines y verdores alegres; id en las tardes de paseo, cuando están las mujeres entre los árboles y las rosas, como en una fiesta de hermosura. El pueblo de Lima canta con arpa. La cerveza de Lima es excelente. En la ciudad de Santa Rosa se fabricó un palacio, la alegría».

El príncipe de las letras nuestroamericanas y su amigo limeño volverán a encontrarse en Madrid, dos años después, durante las celebraciones por el IV Centenario del Descubrimiento de América. Ricardo Palma le comentará por carta a su esposa Cristina:

«De los delegados americanos, con el que vivo más estrechamente ligado es con Rubén Darío. Nos vemos diariamente. Él me busca o yo lo busco».

Darío fue un pensador completo. A la vez poeta, narrador, periodista y diplomático, soñó con apropiarse del conocimiento de occidente e injertarlo, como también quería José Martí, en las raíces del árbol sagrado de nuestra cultura americana, y así haciendo forjó para nosotros la identidad multicultural, inclusiva, soberana y moderna con la que nos asomamos como latinoamericanos libres al siglo XX y que seguimos reivindicando un siglo después.

Por algo Jorge Luis Borges lo llamó “Libertador de nuestra lengua”; el Parlamento Centroamericano lo ha proclamado “Prócer de la Integración Centroamericana”; la Asamblea Nacional de Nicaragua lo declaró Prócer de la Independencia Cultural de la Nación; y Jorge Eduardo Arellano, lo ha llamado “nuestro Bolívar literario, porque independizó la creación poética de la tradición española”.

Lo cierto es que Rubén Darío fue un antiimperialista convencido.

«Su canto fue una especie de cañonazo –dice el comandante Tomás Borge- de estruendo, de clarinada continental ante la política intervencionista de su tiempo y el nuestro. Darío fue un revolucionario de su lengua y de su contexto, un ferviente partidario de la unión centroamericana, de la transformación de la Nicaragua conservadora, agraria y semifeudal, y un enemigo de la política norteamericana».

Tomás solía decir que fue la Revolución Sandinista quien resucitó a Darío. Que el pueblo lo expropió a las clases dominantes de Nicaragua y del continente que lo habían dejado anquilosar entre princesas regordetas, cisnes desplumados y centauros de cartón.

«No puede haber Rubén Darío en la tiranía ni bajo la esclavitud –explicaba el comandante poeta-, porque su obra es expresión de libertad creadora. Él liberó a la Lengua de sus cadenas. Señaló para los pueblos de América la altura de su humanidad y de su historia. Trazó un destino. Para que el hombre vuelva a ser hombre; para que el amor sea la única relación entre los humanos, y la poesía, su único medio de comunicación».

Y agregaba:

«Darío debería ser la lengua de los nicaragüenses. Hablar en Darío sería hablar de las nuevas ideas que hacen posible la transformación del hombre y de la sociedad. Darío es lengua de indio, lengua de negro, lengua de español. Hablar en Darío es hablar en Sandino. Hablar en Darío es hablar el lenguaje autóctono y, a la vez, universal de los nicaragüenses”.

El “cisne de Nicaragua” enarboló desde muy joven el ideal unionista y encarnó, como nadie, la integración de nuestras repúblicas. Fundó periódicos en Guatemala, se casó en El Salvador. Su primera esposa, Rafaelita -Stella-, era hija de un hondureño y una costarricense. Fue redactor, corresponsal y cronista de La Nación de Buenos Aires, donde publicó más de seiscientos artículos durante un cuarto de siglo. Fue nombrado cónsul de Colombia en Argentina, cónsul honorario de Paraguay en Paris y ministro residente de Nicaragua ante el reino de España.

En la obra, descolonizadora y libertaria de Rubén Darío, conviven la pluralidad de voces y culturas que forman nuestra identidad latinoamericana, y nos definen. Su palabra sigue siendo un espejo y un faro que nos invita a pensarnos como nuestroamericanos libres y a trazar juntos nuestro destino común y soberano.

Hace nueve años, preparándonos para celebrar los 150 años del nacimiento y el centenario del paso a la inmortalidad de Rubén Darío, la Embajada de Nicaragua encabezó un proyecto colectivo que, gracias a la solidaridad de los artistas peruanos, fructificó en Darío Nuestro, producción discográfica que incluye once poemas de nuestro poeta mayor, musicalizados por Juan Luis Dammert al compás de marineras, huaynos, landós, tonderos, toriles y lamentos negros. Con maravillosas ilustraciones de Rosamar Corcuera y diseño de Lucía Arellano.

Con el auspicio de la Presidencia de la República de Nicaragua, en agosto de 2016 viajamos a la tierra de Rubén Darío y pudimos presentar nuestro trabajo en varias ciudades del país, acompañados de músicos y bailarines nicaragüenses y, a través de nuestro arte, estrechar en un abrazo a Nicaragua y el Perú.

Esta noche las voces de Rosita Guzmán, Magali Luque y Piero Bustos, con el acompañamiento musical de los maestros Ernesto Hermoza, María Elena Pacheco y Leslie Patten nos compartirán la poesía de Rubén Darío en ritmos peruanos.

Todo listo, pues, para la presentación de DARÍO NUESTRO en la VII Feria Internacional del Libro “Lima Lee” que, gracias a la iniciativa de nuestra querida hermana, la regidora metropolitana Gloria González Farfán, a la coordinación de la señora Margarita Zegarra Flores, jefa del “Programa Lima lee”, y al trabajo de hormiguita de doña Emma López y el invencible equipo de la Embajada de Nicaragua en el Perú, podemos hacer realidad.

Ciento treinta y tres años después de su primera visita a Lima, «don Darío Rubén» regresa a este hermoso Parque de la Exposición…

¡Démosle la más calurosa bienvenida!

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